lagrimas—. Mi unico hermano. Es bueno —anadio luego como si reclamase clemencia.
Se llamaba Isabel, le dijo despues, mientras andaba junto a la Vieja, sosteniendo a su hermano, Gonzalico. Charlaron poco, pero lo suficiente para que Hernando percibiese el inmenso carino que se profesaban.
La situacion de Cuxurio de Berchules era similar a la de todos los pueblos de las Alpujarras sublevados: la iglesia saqueada y profanada, los moriscos de fiesta y los cristianos del lugar cautivos. Alli les esperaba otra partida de monfies a las ordenes de Lope el Seniz. Los monfies decidieron conceder una oportunidad mas a los cristianos, pero en esta ocasion, vistos los escasos resultados de Alcutar, dieron instrucciones a quienes ejercian de alfaqui es de que los amenazasen con maltratar, vejar y matar a sus mujeres si no se convertian al islam.
—Es como un pequeno alfaqui —quiso jactarse Brahim frente al Partal y al Seniz al ver aparecer la curiosa estampa que formaban su hijastro y la Vieja con el nino a horcajadas e Isabel a su lado—. ?Conoceis a Hamid de Juviles? —Ambos asintieron. ?Quien no sabia del cojo Hamid en las Alpujarras?—. Es su protegido. Le ha instruido en la verdadera fe.
El Partal entrecerro los ojos para observar la llegada de Hernando, la mula y el nino. «La conversion de un nino tan pequeno —penso— podria minar mas la resistencia de aquellos obstinados cristianos que cualquier amenaza.»
—Acercate —ordeno a Hernando—. Si es cierto lo que asegura tu padrastro, esta noche te quedaras con el pequeno cristiano y conseguiras que reniegue de su fe.
Pero mientras los moriscos sublevados se concentraban en la conversion forzosa de los cristianos, la revuelta de las Alpujarras vivia su primer reves importante. Esa misma noche de Navidad ni los moriscos de Granada ni los de su vega se sumaron al levantamiento. Farax, el rico tintorero lider de la revuelta, entro en el Albaicin al mando de ciento ochenta monfies a los que disfrazo a modo de turcos para simular el desembarco de tropas de refuerzo y asi recorrer el barrio morisco granadino llamando a gritos a la rebelion. Mientras monfies y moriscos recorrian las sinuosas callejuelas del barrio musulman, las escasas tropas cristianas permanecieron acuarteladas en la Alhambra. Sin embargo, las puertas y las ventanas de las casas moriscas tambien permanecieron cerradas.
—?Cuantos sois? —se oyo preguntar a traves del resquicio de una de ellas.
—Seis mil —mintio Farax.
—Sois pocos y venis presto.
Y la ventana se cerro.
6
Gonzalico empezo a temblar nada mas verse obligado a devolver las mantas con las que se habia cubierto durante la noche.
—?Ha renegado? —le pregunto a Hernando un monfi de los del Seniz, al amanecer del dia siguiente.
Hernando y Gonzalico habian hablado alrededor de un fuego, en el campo donde descansaban las mulas, y la pregunta del monfi los sorprendio sentados y en silencio, con la mirada fija en los rescoldos de la hoguera. ?Renegar?, estuvo tentado de replicar el joven morisco. Se habia afianzado en su fe con voz de nino y teson de hombre. ?Habia rezado a su Dios! ?Habia encomendado su alma al Senor de los cristianos!
Nego cabizbajo. El monfi levanto a