Gonzalico sin contemplaciones agarrandolo de un brazo. Hernando solo vio trastabillar sus pies descalzos alejandose en direccion al pueblo. ?Debia ir tras ellos? ?Y si al final renegaba? Levanto la mirada de las brasas que se consumian. «?Como la vida de Gonzalico!» Pero el no llegaria a tener tiempo de arder con la fuerza y la pasion con que lo habian hecho los troncos durante la noche. ?Solo era un nino! Vio trotar a Gonzalico para mantener el paso del monfi, cojeando aqui al pisar una piedra o cayendo alla y ser arrastrado unos pasos. Sus ojos se llenaron de lagrimas. Se levanto para seguirlos.
— Vuestros reyes nos obligaron a renunciar a nuestra fe —le habia explicado Hernando en un momento de la noche—. Y lo hicimos. Nos bautizaron a todos. —Gonzalico no apartaba de el sus inmensos ojos pardos—. Ahora que vamos a reinar nosotros...
—Nunca reinareis en los cielos —le interrumpio el pequeno.
—Si asi fuese —recordaba haberle contestado sin querer entrar en la discusion que le planteaba—, ?que puede importarte renunciar aqui en la tierra?
El nino se sobresalto.
—?Renegar de Cristo? —pregunto con un hilillo de voz.
?Acaso eran necios aquellos cristianos? Entonces le hablo de la
— Y si os forzaran a beber el vino, pues bebedlo, no con voluntad de hacer vicio de el —recito tras explicarle el sentido del dictamen de aquel jurisconsulto a sus hermanos de al-Andalus, al que todos los moriscos se habian aferrado—, y si os forzaran sobre comer el puerco, comedlo denegantes a el y certificantes de ser vedado. Eso significa que si te obligan por la fuerza —trato de convencerlo al poner fin a la
—Reconoces tu herejia —insistio Gonzalico.
Con un suspiro, Hernando desvio su atencion hacia la Vieja, siempre cerca de el. La mula dormitaba en pie.
—Te mataran —sentencio al cabo de un rato.
—Morire por Cristo —exclamo el nino con un estremecimiento que ni la oscuridad ni la manta pudieron ocultar.
Ambos guardaron silencio. Hernando escuchaba el llanto sofocado de Gonzalico, acurrucado en la manta. «Morire por Cristo.» ?No era mas que un nino! Busco otra manta con la que taparlo y aun sabiendolo despierto, se acerco a su lado.
—Gracias —sorbio Gonzalico.
?Gracias?, se repetia sorprendido en el momento en que por entre las mantas, noto como el nino buscaba su mano y se aferraba a ella. Le permitio hacerlo y los sollozos fueron disminuyendo hasta llegar a convertirse en una respiracion acompasada. Durante lo que restaba de la noche permanecio junto al nino mientras dormia, sin atreverse a soltarse de su mano por no despertarle.
Habian despertado antes de que llegara el monfi del Seniz. Gonzalico le sonrio. Hernando observo su sonrisa infantil y trato de responderle de igual forma, pero su intento se quedo en una mueca. ?Como podia sonreir Gonzalico? «Solo es un nino inocente», se dijo. La noche, la discusion, el peligro, los varios dioses, todo habia quedado atras, y ahora respondia como el nino que era. ?Acaso no era un nuevo dia? ?Acaso no volvia a brillar el sol como siempre? Hernando no se habia atrevido a insistir en la apostasia