hizo: Ubaid se dirigia a Gonzalico. Por un instante, el arriero se volvio hacia donde se encontraban Hernando e Isabel para despues agarrar del cabello al nino y torcerle la cabeza hasta que este le presento la garganta. La criatura no se opuso. Lo degollo de un solo tajo, acallando la oracion que surgia de sus labios. Isabel detuvo sus suplicas y su respiracion, igual que Hernando. Ubaid dejo caer el cadaver hacia delante y se arrodillo para hincarle la daga en la espalda y rebuscar en su interior hasta alcanzar el corazon. Extrajo el corazon sanguinolento de Gonzalico y lo alzo con un aullido triunfal. Luego se dirigio hacia donde estaban ellos y lo arrojo a sus pies.
Hernando ya no ejercia fuerza alguna sobre la nina y sin embargo esta permanecia pegada a el. Ninguno de los dos bajo la vista al corazon. La matanza continuaba, y Ubaid volvio a sumarse a ella: al beneficiado Montoya le vaciaron un ojo con un punal antes de ensanarse con el a cuchilladas; a otros dos sacerdotes los martirizaron disparandoles una saeta tras otra hasta que en sus cuerpos ya no cupieron mas flechas; otros fueron lentamente descuartizados antes de morir. Un hombre se ensanaba con una azada en lo que ya no era mas que una masa sanguinolenta irreconocible, pero el seguia golpeando y golpeando. Un morisco se acerco al grupo de cristianas con una cabeza clavada en una pica y bailo acercandola a sus rostros. Al fin, los gritos fueron tornandose en canticos que festejaban el salvaje fin de los cristianos. «Morire por Cristo.» Hernando fijo la mirada en el cadaver destrozado de Gonzalico: su cuerpo era uno mas de los que se amontonaban junto a la iglesia en un inmenso charco de sangre. Con gran esfuerzo, el joven reprimio las lagrimas. Algunos monfies andaban por encima de los cadaveres en busca de moribundos a quienes rematar; la mayoria reia y charlaba. Alguien hizo sonar una dulzaina, y hombres y mujeres empezaron a danzar. Nadie vigilaba ya a las cristianas sometidas. La misma enorme morisca que le habia entregado la daga, le arrebato a Isabel y la empujo con el resto. Luego le exigio que le devolviera el arma.
Hernando continuo con la daga en la mano, sus ojos azules parecian incapaces de desviarse del monton de cadaveres.
—Dame la daga —le apremio la mujer.
El muchacho no se movio.
La mujer le zarandeo.
—?La daga! —Hernando se la entrego maquinalmente—. ?Como te llamas?
La mujer solo obtuvo un balbuceo por contestacion y volvio a zarandearlo.
—?Como te llamas?
—Hamid —contesto Hernando, volviendo en si—. Ibn Hamid.
El mismo dia de la matanza de Cuxurio de Berchules, el Seniz, el Partal y sus monfies recibieron ordenes de Farax, el tintorero del Albaicin de Granada y cabecilla de la revuelta, de acudir con el botin y las cautivas cristianas al castillo de Juviles. El dia de Navidad, en Beznar, un pueblo situado en la entrada occidental de las Alpujarras, los moriscos proclamaron rey de Granada y de Cordoba a don Fernando de Valor.
El nuevo rey descendia, al igual que Hamid, de la nobleza musulmana granadina; si bien, y a diferencia del alfaqui de Juviles, sostenia que su linaje entroncaba con los califas cordobeses de la dinastia de los Omeyas. Su familia, al contrario que la de Hamid, se habia integrado con los cristianos tras la toma de Granada. Su padre alcanzo el grado de caballero veinticuatro de la ciudad —formando parte del grupo de nobles que dominaban y regian el cabildo—, pero fue condenado a galeras por un crimen. La veinticuatria la heredo su hijo, que tambien fue encausado por asesinar a quien denuncio a su padre, asi como a varios