apelando a las malas relaciones que ambos tenian con Brahim, pero aquel necio no le habia seguido el juego. ?Bien! ?Peor para el! Ese era el momento, en los inicios del levantamiento, con la gente desorganizada. Despues... despues quien sabia cuantos arrieros se sumarian o que disposiciones adoptaria el nuevo rey. Ademas, le constaba que nadie, ni siquiera su padrastro, iba a echar mucho de menos a ese muchacho al que trataban de nazareno.

Ubaid conocia bien aquella ruta. Eligio el recodo de un estrecho y sinuoso camino que discurria por la pared de una de las sierras. Los salientes de cada revuelta del camino impedian ver a quienes iban por delante o por detras a mas alla de unos pocos pasos de distancia; nadie podia volver atras dada la estrechez de la cortada; nadie podia sorprenderle. Las mulas cerraban la marcha y por detras de ellas, tras la Vieja, iba Hernando. Seria sencillo: se apostaria tras el recodo, cortaria el cuello del muchacho en cuanto este pasase, lo montaria en una mula bien cargada, y esconderia cadaver y animal en una cueva de aquel mismo tramo, sin detener la marcha siquiera. Todos pensarian que Hernando habia huido con parte del botin. La culpa seria de Brahim por haber confiado en un nazareno bastardo; el solo tendria que regresar por la noche y esconder bien su parte del botin hasta que llegase el final de la guerra.

Asi lo hizo. Arreo a sus animales para que continuasen la marcha, cosa que hicieron acostumbrados como estaban a aquellos caminos. Empuno su cuchillo y lo alzo cuando las primeras mulas de la recua de Hernando doblaron el recodo. Las fue contando; eran doce. Las mulas le rozaban y Ubaid las azuzaba en silencio con la mano libre para que continuaran. La undecima supero el recodo y Ubaid se irguio en tension; el muchacho tenia que ser el siguiente, despues de que pasara el ultimo animal. Pero la Vieja se detuvo. Hernando la arreo con la voz, pero el animal se nego con tozudez: presentia la presencia de una persona tras la revuelta.

—?Que sucede, Vieja? —pregunto empezando a superarla para ver que...

Hernando se acerco todavia mas al recodo y la Vieja reculo, como si quisiera impedir que su dueno la superase. El muchacho se detuvo en seco. No transcurrio ni un instante antes de que Ubaid apareciese en el camino, amenazando con el cuchillo; las mulas se alejaban y tenia que rematar su plan. Hernando, detras de la Vieja, hizo ademan de huir pero rectifico y cogio un gran candelabro de plata maciza de cinco brazos que sobresalia de una de las alforjas.

Los dos se retaron, con la Vieja de por medio. Hernando, con la espalda empapada en un sudor mas frio que el de la temperatura de la sierra, intentaba controlar el temblor de sus manos, de todo su cuerpo, mientras apuntaba con el largo candelabro hacia el arriero de Narila. Un escabroso barranco, insondable, se abria a su costado derecho. Ubaid miro al abismo: un golpe con aquel candelabro...

—?Atrevete! —le desafio Hernando con un chillido nervioso.

El arriero de Narila sopeso la situacion y guardo el punal en el cinto.

—Crei que te perseguian los cristianos —se excuso con cinismo antes de darle la espalda.

Hernando ni siquiera volvio la cabeza. Le costo volver a colocar el candelabro en la alforja; de repente se dio cuenta de su peso. Temblaba, mucho mas de lo que lo habia hecho al enfrentarse con Ubaid, y casi no podia controlar sus manos. Al final se apoyo en la grupa de la Vieja y le palmeo el anca agradecido. Continuo el camino, asegurandose de que la mula superaba cada uno de los recodos antes que el.

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