capilla:
—Lee, pues tu Senor es el mas generoso. El es el que ha ensenado al hombre a servirse del calamo.
—?Que significan esas aleyas? —le interrogo entonces Hernando.
—Establecen la relacion divina entre los creyentes y Dios a traves de la caligrafia. Debemos honrar a la palabra revelada. A traves de la caligrafia permitimos la visualizacion de la Revelacion, de la palabra divina. Todos los grandes caligrafos se han esforzado por embellecer la Palabra. Los fieles deben poder encontrar la Revelacion escrita en sus lugares de oracion para que siempre la recuerden y la tengan ante sus ojos, y cuanto mas bella sea, mejor.
A lo largo de aquellas jornadas en las que ambos copiaron ejemplares del Coran, don Julian le hablo de los diferentes tipos de caligrafia, principalmente la cufica, la elegida por los Omeyas en Cordoba para sacralizar la mezquita, o la cursiva nazari utilizada en la Alhambra de Granada. Pero ni siquiera mientras se recreaban en comentarios sobre los trazos o los magnificos conjuntos que algunos caligrafos conseguian utilizando varios colores, buscaban la belleza en sus escritos; cuantos mas ejemplares del Coran pudieran ofrecer a la comunidad, mejor, y la rapidez estaba renida con la perfeccion.
Esa noche, tras acceder a la biblioteca y despabilar las lamparas, Hernando solo tenia en mente un proposito: coger una pluma y un papel, y entregarse a Dios, igual que hacia Arbasia mediante sus pinturas. Visualizaba ya la primera sura del Coran pulcramente caligrafiada en arabe andalusi: las verticales de las letras rectilineas, que despues se prolongaban en forma circular; los signos volados en negro, rojo o verde. ?Habria tinta de colores en la biblioteca? Ni el secretario ni el escribano de don Alfonso la utilizaban en sus escritos. En ese caso, tendria que comprarla. ?Donde podria encontrarla?
Con esos pensamientos se sento ante un escritorio, rodeado de libros ordenados en estanterias finamente labradas en maderas nobles. Como era de esperar, no habia tinta de colores. Hernando observo las plumas, el tintero y las hojas de papel. Podia ejercitarse primero, decidio. Mojo una de las plumas y con delicadeza, deleitandose en el trazo, dibujo una gran letra, el alif, la primera letra del alfabeto arabe, larga y sensualmente curvada, como el cuerpo humano, tal cual la definieron en la antiguedad. Dibujo la cabeza con su frente, el pecho y la espalda, el vientre...
Unas risas en el patio le sobresaltaron. Se estremecio. ?Que estaba haciendo? Estuvo a punto de derramar el tintero debido al sudor que empapo las palmas de sus manos; agarro el papel y lo doblo con rapidez para esconderlo debajo de la camisa. Con el corazon golpeandole el pecho, escucho como el sonido de las risas y los pasos se alejaban por el extremo opuesto del patio. Ni siquiera se le habia pasado por la cabeza, se recrimino mientras sentia como se acompasaban los latidos. ?No podia dedicarse a la caligrafia arabe en la biblioteca de un duque cristiano, donde en cualquier momento podia entrar uno de los hidalgos o cualquier criado! Pero tampoco podia encerrarse en su dormitorio, penso al plantearse aquella posibilidad. Llevaba dos anos acudiendo regularmente a la biblioteca despues de cenar, mientras los demas leian o cantaban a la espera de que dona Lucia se retirase a sus aposentos, momento que aprovechaban para salir por fin en busca de los placeres que ofrecia la noche cordobesa. Desconfiarian de aquel cambio en sus costumbres. Ademas, ?donde iba a guardar los instrumentos de escritura y los papeles? Los criados... y quiza no solo ellos, le revolvian sus pertenencias. Lo habia notado desde el principio, incluso aquellas que guardaba en el arcon, aunque lo cerrara con llave; alguien disponia de otro ejemplar, dedujo cuando por tercera vez comprobo que habian registrado sus cosas. Desde el primer dia mantenia escondida la mano de oro de Fatima, su unico tesoro, en el pliegue de un colorido tapiz que representaba la escena de caza de un cerdo salvaje