se encontraba una pequena cruz de oro y perlas en la que se habia fijado antes. El alboroto llamo la atencion de Brahim y los soldados.
—?Que...? —Empezo a decir Brahim, plantandose en el interior de la alcazaba en un par de zancadas—, ?que haces encima del botin?
— Me he caido. He tropezado —tartamudeo Hernando, al tiempo que se sacudia la ropa, con la cruz escondida en la palma de su mano derecha.
Ubaid contemplaba la escena con extraneza. ?A que habia venido el subito ataque del muchacho?
—Torpe —le recrimino su padrastro acercandose al tesoro para comprobar de una ojeada que ningun objeto se hubiera roto.
—Me voy a Juviles —solto Hernando.
—Tu te quedas... —empezo a decir Brahim.
—?Como quieres que me quede? —levanto la voz y gesticulo exageradamente. Llevaba la joya al cinto, tapada por la marlota que se habia procurado de entre las ropas de los cristianos de Alcutar—. ?Sigueme! ?Mira!
Sin mas dilacion salio de la alcazaba y se dirigio a las recuas de mulas. Un confundido Brahim le siguio.
— Esta lleva suelta una herradura. —Hernando levanto la mano de una de las mulas y movio la herradura—. Aquella empieza a tener una matadura. —Para llegar a la que senalaba, el muchacho se deslizo entre las mulas de Ubaid—. No. No es esa —anadio desde detras de una de las del arriero de Narila.
Se puso de puntillas con los brazos a los costados y simulo buscar cual era la que tenia la matadura. Mientras lo hacia, escondio la cruz entre los arreos de la mula de Ubaid.
—Aquella. Si, aquella. —Llego hasta el animal y levanto su guarnicion. Las manos le temblaban y sudaban, pero la pequena matadura que habia observado durante el camino aparecio a la vista de su padrastro—. Y esta debe de tener algo en la boca puesto que no ha querido comer —mintio—. ?Tengo las herramientas y los remedios en el pueblo!
Brahim echo un vistazo a los animales.
—De acuerdo —cedio tras pensar unos instantes—. Ve a Juviles, pero estate dispuesto a volver en cuanto te lo ordene.
Hernando sonrio a Ubaid, que contemplaba la escena desde la puerta de la alcazaba junto a los soldados. El arriero fruncio el ceno y entrecerro los ojos ante la sonrisa; luego le amenazo con el indice antes de perderse entre las tiendas, donde las mujeres empezaban a servir la cena. Brahim hizo ademan de seguirle.
—?No vas a comprobar? —le detuvo su hijastro.
—?Comprobar? ?Que...?
—No quiero problemas con el botin —le interrumpio con seriedad Hernando—. Si llegase a faltar algo...
—Te mataria. —Brahim se inclino sobre el muchacho con los ojos cerrados en dos finas lineas.
—Por eso mismo. —Hernando tuvo que esforzarse para controlar el temblor que amenazaba a su voz—. Se trata del botin de nuestro pueblo; la prueba de su victoria. No quiero problemas. ?Revisa mis mulas!
Brahim asi lo hizo. Comprobo que las alforjas estuvieran vacias, comprobo los intersticios de los arreos e incluso exigio del muchacho que se despojase de