de la propuesta morisca y despidio a la embajada. Quien no rio fue Felipe III, harto ya de conjuras y preocupado por el hecho de que alguna de ellas llegara a materializarse y sus dominios fueran efectivamente invadidos por una potencia extranjera con la ayuda de los moriscos. En abril de 1609, el propio rey remitio un memorial al Consejo en el que emplazaba a sus miembros a adoptar medidas definitivas contra esa comunidad, «sin reparar en el rigor de degollarlos», escribio el monarca.

Cinco meses despues se publicaba en la ciudad de Valencia el bando de expulsion de los moriscos de aquel reino. Por fin se impusieron las tesis intransigentes del patriarca Ribera y otros exaltados; la unica oposicion a la expulsion que podia preverse, la de los nobles que temian el empobrecimiento de sus tierras a falta de mano de obra tan barata y cualificada como la de los moriscos, fue acallada bajo promesa de entrega de la propiedad de las tierras y de todos los bienes que los moriscos no pudieran llevar consigo. Lo unico que se les autorizo a extraer de Espana eran los bienes que fueran capaces de transportar a sus espaldas hasta los puertos de embarque que se les senalaron, en los que deberian presentarse en el plazo de tres dias; todo lo demas debian dejarlo en beneficio de sus senores, bajo pena de muerte para aquel que destruyese o escondiese cualquier propiedad.

Cincuenta galeras reales con cuatro mil soldados; la caballeria castellana, la milicia del reino de Valencia y la armada del Oceano fueron las encargadas de controlar y ejecutar la expulsion de los moriscos valencianos.

No por esperada, la orden real dejo de suponer un golpe tremendo para Hernando y para todos los moriscos de los diferentes reinos de Espana. Valencia solo era el primero de ellos; despues vendrian los demas reinos. Todos los cristianos nuevos debian ser expulsados y sus bienes requisados en favor de los senores, como en Valencia, o en favor de la Corona.

Hernando aun no habia llegado a asimilar la orden de expulsion, cuando comprobo que frente a su casa se hallaban apostados dos soldados. La primera vez no le dio importancia: «Una coincidencia», penso, pero tras encontrarse con ellos dia tras dia, llego a la conclusion de que vigilaban sus movimientos.

—Son ordenes del jurado don Gil Ulloa —le contesto socarronamente uno de los soldados cuando se decidio a preguntarles.

«?Gil Ulloa!», mascullo al dar la espalda a un par de sonrientes soldados. El hermano de Rafaela que habia heredado la juraduria de su padre. Mal enemigo, se lamento.

Los cristianos de Cordoba celebraron la medida real y el cabildo municipal, ante el peligro de algaradas, amenazo a las exultantes gentes con penas de cien azotes y cuatro anos de galeras a quien maltratara a los cristianos nuevos. Al mismo tiempo, en lugar de cien azotes y cuatro anos de galeras, amenazo a los moriscos de la ciudad con doscientos azotes y seis anos de galeras si se reunian mas de tres de ellos a la vez.

Sin embargo, la decision que mas afecto a los intereses de Hernando y que fue adoptada de inmediato, consistio en prohibir a los moriscos la venta de sus casas y tierras.

—Tampoco se venden los caballos —le comunico un dia Miguel—. Tenia acordada un par de ventas, pero los compradores se han echado atras.

—Esperan que tengamos que malvenderlos.

El tullido asintio en silencio.

—Los arrendatarios se niegan a pagar las rentas —anadio haciendo un esfuerzo.

Miguel sabia que aquellos dineros eran imprescindibles para la familia. El mismo, el ano anterior, habia logrado convencer a Hernando de que efectuase

Вы читаете La Mano De Fatima
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату