no paso del callejon.

—?Adonde crees que vas? —le detuvo uno de los soldados de Gil.

—A Granada —contesto desde encima del potro, reteniendolo—. A ver al arzobispo.

—?Con que autorizacion?

Hernando le entrego la cedula. El hombre la ojeo con displicencia. «?No sabes leer!», estuvo tentado de gritarle. En su lugar, intento explicarle de que se trataba.

—Es una autorizacion del arzobispado de...

—No sirve —le interrumpio el soldado al tiempo que rompia la cedula por la mitad.

—?Que haces? —?Era su ultima opcion! Hernando sintio que le hervia la sangre—. ?Perro!

Instintivamente, Hernando azuzo al potro sobre el soldado y salto de el para recoger los pedazos, pero antes de que hubiera tocado tierra, su companero le amenazaba ya con la espada.

—?Atrevete! —le desafio el soldado.

Hernando titubeo. El primero ya se habia repuesto de la embestida del caballo y hacia costado al otro, tambien con la espada desenvainada. El potro tiraba de las bridas, excitado. Comprendio que todo era en vano.

—Solo..., solo pretendo recoger los pedazos...

—Ya te he dicho que no sirve para nada. No puedes abandonar Cordoba.

El soldado pisoteo los pedazos.

—Vuelve a tu casa —le insto el segundo moviendo la espada en direccion al callejon.

Hernando regreso andando con el caballo de la mano. En los portones, todavia abiertos, le esperaba Miguel, que habia presenciado la escena.

Intento comunicarse por carta con Granada pero no encontro el medio para hacerlo. Los arrieros, la mayoria de ellos valencianos, habian sido expulsados, asi como los de Castilla, la Mancha y Extremadura; los de los demas reinos tenian prohibido hacer los caminos.

—Me cachean cada vez que salgo de la casa —le confeso Miguel, indignado y compungido—. A Rafaela la siguen de cerca en todo momento. Es imposible...

—?Por que no son ellos los que se ponen en contacto conmigo? —se quejo Hernando en voz alta. En su voz se advertia una nota de desesperacion—. Deben saber que el pleito ha sido rechazado.

—Nadie puede acercarse a esta casa sin pasar antes por el control de los hombres del jurado —le contesto Miguel, intentando calmarlo—. Si lo han intentado, habran desistido.

Por otra parte, Hernando era consciente de que ni don Pedro ni ninguno de los traductores se arriesgaria a acudir personalmente. Le constaba que el ano anterior se habia publicado un libro, Antiguedad y excelencias de Granada, que ensalzaba a la estirpe de los Granada Venegas, sosteniendo que sus miembros encontraban sus raices cristianas en los godos. ?Una de las mas importantes familias de la nobleza musulmana! ?Ironico! En el libro, que habia logrado superar la censura real, venia a asegurarse que tras la toma de Granada por los Reyes Catolicos, al predecesor de don Pedro, Cidiyaya, se le revelo el mismo Jesucristo

Вы читаете La Mano De Fatima
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату