—?Que...? ?De donde has sacado todo esto? —inquirio Hernando curioseando en el zurron que cargaba a su espalda el tullido.
Rafaela y los ninos lo rodearon tambien.
—Parece que algo de esa suerte esquiva ha decidido sonreimos —contesto Miguel.
Los deportados necesitaban medios de transporte para las mercancias que podian llevar y para sus mujeres, hijos o ancianos en lo que se les presentaba como un largo viaje. Pocos quedaban ya de los cerca de cuatro mil arrieros moriscos que recorrian los caminos por Espana; la mayoria de ellos habian sido expulsados, y los que aun seguian por alli permanecian en sus casas a la espera de la expulsion o incluso habian vendido aquellas mulas o asnos que no podian llevarse.
—Se estan pagando barbaridades por una simple mula —explico con la mirada puesta en Rafaela y los ninos, que ya corrian con las viandas en direccion a la cocina.
Mientras mendigaba, Miguel habia presenciado como pujaban varios hombres por contratar el porte de una simple mula. ?Ellos disponian de dieciseis buenos caballos!, penso entonces. Eran animales grandes y fuertes, capaces de transportar mucho mas peso que un asno o una mula.
—Nunca han servido como bestias de carga —dudo Hernando.
—Lo haran, ?por Dios que lo haran!
—Se encabritaran —objeto Hernando.
—No les dare de comer. Los mantendre unos dias solo a base de agua y si se encabritan...
—No se. —Hernando imagino a sus magnificos ejemplares cargados de fardos, con dos o tres personas a sus lomos entre una riada de gente mucho mayor que la que vino desde Granada tras la guerra de las Alpujarras—. No se —repitio.
—Pues yo si que lo se. Ya he cerrado los tratos. Hay quien llega a pagar hasta sesenta reales por cada jornada de camino, incluidas las de vuelta. Son muchos los ducados que obtendremos. —Hernando, serio, mantenia la mirada fija en el tullido—. Ya he pagado la deuda que teniamos con los proveedores y he contratado personal para el camino. Cuando vuelvan de Sevilla, los caballos estaran libres de deudas y Rafaela podra venderlos... si el duque lo permite. Tambien dispondra de dinero mientras ello sucede, y tu tendras para el viaje y lo que te permitan sacar de Espana.
Hernando penso en las palabras de Miguel, cedio y le palmeo la espalda.
—Ultimamente te estoy dando demasiadas veces las gracias.
—?Te acuerdas de cuando me encontraste a los pies de Volador, en la posada del Potro? —Hernando asintio—. Desde ese dia no es necesario que me agradezcas nada... ?pero me gusta escuchar como lo dices! —anadio sonriendo ante el semblante emocionado de su senor y amigo.
68
Transcurrio menos de un mes desde que se dicto el bando de expulsion de los moriscos andaluces hasta que los cordobeses fueron obligados a abandonar la antigua ciudad de los califas. En ese escaso margen de tiempo, pocas gestiones pudieron efectuarse frente al rey para que suavizase la medida. Es mas, el cabildo municipal acordo no acudir a Su Majestad en demanda de indulgencia para los cristianos nuevos: la orden debia