Volvi a la fiesta y a mis invitados, encogiendome de hombros con indiferencia, como si hubiese sido una discusion de poca importancia; lance una mirada feroz a Charlie, que -debo decirlo en su favor- bajo la vista y se apresuro a ir al bar.

Mas tarde me entere de que Constance habia conseguido subirse al coche que Amelia acababa de poner en marcha, y que la joven se habia lanzado montana abajo tomando las curvas a toda velocidad. Vieron a las dos hermanas gritar y forcejear por el control del volante antes de que el coche se saliese del arcen, diese dos vueltas de campana, cayera de morro en el tramo inferior de carretera, cerca de mi sobrino, que estaba hablando con una joven aspirante a estrella, explotara y se incendiara.

Habiamos estado casados casi tres horas.

6

Febrero-marzo de 1999

Una noche, ya pasadas las doce, hora en que suelo estar profundamente dormido, tuve una iluminacion.

Todo empezo a la hora de cenar, cuando me encontraba a solas en el piso. Estaba escuchando El anillo del nibelungo -era la tercera noche que lo ponia y en ese momento sonaba Sigfrido- mientras comia tostadas con pate y bebia vino tinto.

Habia sido un dia duro. Todos los lunes visito las oficinas del canal satelite digital, donde me reuno con los principales accionistas, almuerzo con el director gerente y, por regla general, voy de un lado a otro pensando como mejorar nuestro indice de audiencia, incrementar beneficios y aumentar nuestra base de consumidores. No suele ser una experiencia del todo desagradable, aunque no podria soportarla mas de una vez por semana. La verdad, no concibo como logra sobrevivir la gente que tiene un empleo. Es una soberana lata pasarse la vida trabajando y dejar solo el fin de semana para relajarse, cuando uno esta demasiado ocupado en recuperarse del estres de los cinco dias anteriores como para pasarlo bien. Lo siento, pero esa vida no va conmigo.

Sin embargo, aquel dia habia problemas concretos que resolver. Al parecer, nuestra presentadora principal de las noticias de las seis, la senorita Tara Morrison, habia recibido una tentadora oferta de la BBC y estaba planteandose aceptarla. La senorita Morrison es uno de nuestros mayores atractivos y no podiamos permitirnos perderla. Ha encabezado nuestra campana de publicidad con entusiasmo; su rostro y (me averguenza admitirlo) su cuerpo han embellecido carteleras, autobuses y las paredes del metro durante los ultimos doce meses, y gracias a su considerable atractivo fisico hemos incrementado la cuota de mercado casi un tres por ciento en ese periodo. Aparece en revistas de moda opinando sobre el orgasmo femenino; en su condicion de especialista del periodo cretaceo participa en programas concurso de la television, e incluso publico un libro las navidades pasadas, en el que explicaba con lujo de detalles como combinar las relaciones sentimentales con la maternidad y una carrera profesional exitosa, titulado Tara dice: ?Puedes tenerlo todo! «Tara dice»: esa es su muletilla, y al parecer esta en boca de todo el mundo.

En ese momento le pagabamos una barbaridad, y James Hocknell, el director gerente de la emisora, insinuo en la reunion de la junta directiva que no creia que el dinero tuviera nada que ver con su intencion de abandonarnos.

– No es mas que una cuestion de publicidad, caballeros -aclaro James, que personifica cierto tipo de reportero de Fleet Street reconvertido en magnate de la television: traje de raya diplomatica, camisa de tono pastel con cuello blanco, manos repletas de anillos y cabello largo por un lado y peinado de forma concentrica a fin de cubrir la calva de la coronilla.

Tiene el rostro permanentemente enrojecido y se limpia la nariz con el dorso de la mano, pero, pese a sus defectos, debo reconocer que sin el estariamos perdidos. Lo contratamos por sus muchas aptitudes, no por su apostura. No es la clase de persona que un disenador invitaria para que exhibiera su coleccion de primavera en la pasarela. Tiene un control absoluto sobre sus empleados, es habil como nadie en lo que hace y su compromiso con el canal esta fuera de toda duda. En el mundillo de la television es vox populi que se ha tirado a la mitad de las mujeres y ha dejado tirados a la mitad de los hombres. Carece de conciencia y ha escalado muy alto. Ademas, conoce el negocio mejor que mis dos socios inversores y yo. Nosotros tres no somos mas que negociantes; James es un hombre de la television: ahi esta la diferencia.

– Tarada quiere que la vean en la BBC; no hay mas misterio -prosiguio James. La llamaba «Tarada» siempre que se sentia en confianza-. Dice que es un sueno de la infancia o algo asi. No tiene nada que ver con la cantidad que le han ofrecido, que, puedo asegurarles, caballeros, no dista mucho de la que le abonamos nosotros. Solo quiere celebridad, nada mas. Es adicta a la fama. Encima, quiere tener la oportunidad de producir documentales de investigacion, como si los peces gordos de la BBC fueran a permitirselo. Lo mas probable es que dentro de dos semanas este presentando el Top of the Pops y cinco minutos despues de la emision del programa salga en la prensa sensacionalista por haber echado un polvo con el cursi cantante de un grupo pop que vestia pantalones cortos hasta fecha reciente. No obstante, me he enterado de que pronto habra una vacante de copresentador de Tomorrow's World. Es un puesto muy bien pagado, caballeros. El mundo universitario esta pidiendolo a gritos.

– De acuerdo, James, pero sabes que no podemos perderla -intervino P. W., el envejecido productor discografico mundialmente conocido que invirtio los ahorros de toda su vida en este negocio y vive atormentado por el miedo de perderlos, algo harto improbable-. Es nuestra unica baza.

– Tenemos a Billy Boy Davis -apunto Alan, otro rico inversor. Ronda los ochenta anos y todos sabemos que padece cancer de pancreas, aunque no habla de su enfermedad con nadie, ni siquiera con sus amigos mas intimos. Habia oido el rumor de que esperaba una oferta de Oprah Winfrey, pero no se ha confirmado-. Aun tenemos a Chico.

– A nadie le interesa Chico -protesto P. W. -. Su momento paso hace veinte anos. Aqui practicamente lo hemos jubilado, no es mas que un comentarista deportivo de quinta fila. Y mientras tanto procuramos olvidar lo que sabe el pais entero: que le gusta ponerse panales y que le azoten el trasero escolares adolescentes. Ademas, ?por que narices insiste en que lo llamemos Chico? ?Es un puto cincuenton! Por favor, no hay quien lo tome en serio.

– Aun tiene cierto nombre.

– Te dire el nombre que le va al pelo -dijo P. W. -: gilipollas. La animosidad entre P. W. y Alan crece semana tras semana y se remonta a un comentario despectivo que este ultimo incluyo en una biografia no autorizada y publicada diez anos atras. Aunque intentan mantener una relacion cordial y estrictamente profesional, esta claro que no se aguantan. En las reuniones semanales, los dos esperan que el otro haga un comentario para saltarle a la yugular y ridiculizarlo.

– No es momento de aclarar lo que Billy Boy es o deja de ser, ?no creen, caballeros? -dije, apoyando las manos en la mesa, para interrumpir su rina trivial-. Imagino que hay cosas prioritarias, como el hecho de que la senorita Morrison esta a punto de abandonarnos en busca de nuevos horizontes y nosotros prefeririamos que no lo hiciera. ?Tengo razon o no?

Hubo una ronda de reticentes asentimientos con la cabeza y un coro de «Si, Matthieu».

– En ese caso, la pregunta es muy simple: ?como la convencemos de que se quede?

– Tarada afirma que no podemos ofrecerle nada que le interese -informo James.

Me retrepe en mi asiento y negue con la cabeza.

– Tara no para de decir cosas -replique-. Practicamente ha forjado su carrera profesional diciendo cosas. Lo que ahora nos esta diciendo en realidad es que todavia no le hemos hecho la oferta adecuada. Creanme, es eso, pero ninguno de ustedes la escucha. Me sorprendes, James.

James, P. W. y Alan se miraron desconcertados, hasta que al primero se le escapo una sonrisa.

– De acuerdo, Mattie -dijo, empleando un diminutivo que siempre me da escalofrios al recordarme a un viejo amigo muerto hace doscientos anos-, ?que sugieres?

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