encantaba representar el papel de tio carinoso y atento. No obstante, el 23 de octubre las cosas empezaron a torcerse.

Aunque unos dias antes el mercado habia cerrado al alza, ese dia hubo una repentina e inesperada avalancha de ventas. Al dia siguiente, que paso a la historia como el Jueves Negro, los precios se desplomaron a su nivel mas bajo y no daban ninguna senal de mejora. Esa tarde me encontraba en Wall Street en compania de Denton. En la Bolsa, los operadores se desganifaban intentando vender y no se daban cuenta de que con su histeria solo conseguian que el mercado cayera cada vez mas. Denton estaba fuera de si y no sabia que hacer, pero la tarde aun nos reservaba una sorpresa.

A nuestros pies se extendia un mar de chaquetas rojas. Hombres de todas las edades sostenian en alto sus acciones como si quisieran librarse de ellas a cualquier precio, pero ninguno lo conseguia. De pronto, un joven -no podia tener mas de veinticinco anos- se abrio paso desde un lado de la sala hasta el centro del parquet y levanto una mano. Por encima del alboroto, que habia ido menguando debido al aplomo que emanaba, grito que deseaba comprar veinticinco mil acciones de US Steel al precio de 205 dolares cada una. Eche un vistazo al tablero.

– Pero ?que hace? -pregunto Denton, angustiado, agarrandose a la barandilla con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron-. Las acciones de US Steel han bajado a ciento noventa y tres.

Negue con la cabeza. Yo tampoco lo entendia.

– No estoy seguro -murmure mientras el joven gritaba otra vez su oferta a uno de los operadores, que de inmediato le vendio lo que habia pedido con la mirada avariciosa de quien no da credito a su buena suerte-. Esta normalizando el mercado. -Volvi a negar, incredulo-. Es lo mas audaz… -Deje la frase sin concluir, tan impresionado estaba por la actuacion de aquel joven. Al cabo de unos minutos habia realizado varias ventas provisionales y logrado una ligera subida de los precios.

Media hora despues la situacion se habia estabilizado y parecia que el panico habia pasado.

– ?Ha sido increible! -exclamo Denton al cabo de un rato-. Por un instante he pensado que estabamos acabados.

Yo no habria puesto la mano en el fuego. Me mantenia a la espera, seguro de que aun no habiamos visto lo peor. Durante los dias siguientes la Bolsa estuvo en boca de todo el mundo. Denton sufria el asedio de su padre, que lo bombardeaba a preguntas sobre que medidas estaba tomando para salvar la fortuna de la sociedad. Sin embargo, mientras los inversores iban asimilando las consecuencias del Jueves Negro, mucha gente intento recuperar sus perdidas, y de nuevo empezaron las ventas dramaticas. El martes 29 de octubre, el dia del crac de Wall Street, se pusieron en venta mas de dieciseis millones de acciones en una sola tarde. En unas horas en la Bolsa de Nueva York se perdio la misma suma de dinero que el gobierno estadounidense habia gastado durante toda la Primera Guerra Mundial. Fue un verdadero desastre.

Annette me llamo desde CartellCo para decirme que Denton habia enloquecido. Su padre habia estado llamandolo todo el dia pero el no habia querido ponerse al telefono, y al final se habia encerrado en su despacho. Como me temia desde hacia tiempo, la firma estaba en bancarrota. Denton se habia quedado sin nada, como la mayoria de sus inversores. Mi caso era el de un hombre afortunado en una ciudad sacudida por terribles tragedias. Cuando llegue a las oficinas de la sociedad y subi al piso mas alto, donde Denton ocupaba una suite, encontre a Annette presa de la angustia. Denton no abria la puerta, pero lo oiamos romper cosas y arrojar lamparas y otros objetos al suelo, mientras el telefono no dejaba de sonar.

– Debe de ser Magnus -dijo Annette, y arranco el cable del telefono de la pared. Al fin se hizo el silencio-. Cree que Denton tiene la culpa de todo el jodido asunto.

Abri los ojos como platos, pues nunca la habia oido emplear esa clase de palabras, pero el momento sin duda lo requeria.

– Habria que echar la puerta abajo, Matthieu -anadio.

Tenia razon, de modo que retrocedi unos pasos para coger carrerilla y embesti contra la puerta de madera de roble una y otra vez. Note el hombro magullado cuando la puerta empezo a moverse. Finalmente, tras un ultimo topetazo y una patada, la cerradura cedio y Annette y yo entramos para encontrar a Denton junio a la ventana abierta. Se volvio y vimos su expresion perturbada, su rostro demudado, la ropa destrozada y los ojos enloquecidos.

– ?Denton! -grito Annette; las lagrimas le resbalaban por las mejillas y parecia a punto de abalanzarse sobre el. La sujete del brazo para frenarla, pues temi la reaccion de mi amigo-. Saldremos adelante, no hagas nada que…

– ?No os acerqueis! -rugio Denton, subiendose al alfeizar de la ventana.

Me dio un vuelco el corazon, pues al ver su expresion supe que no habia nada que hacer. Miro hacia abajo, se paso la lengua por los labios y al instante habia desaparecido de nuestra vista. Annette grito, fue corriendo hasta la ventana y se asomo. Por un instante pense que seguiria a su prometido. Cuando mire hacia la calle apenas distingui su cuerpo destrozado sobre el asfalto.

Con el tiempo, la desdichada Annette empezo a recuperarse de la tragedia. Magnus Irving, en cambio, sufrio otro derrame cerebral cuando se entero de lo sucedido a su hijo y murio poco despues. Tuve mucha suerte: mi fortuna sobrevivio a la crisis, y cuando esas navidades me traslade a Hawai (donde permaneceria los siguientes veinte anos) le regale una bonita suma a Annette y Tommy, que rehusaron acompanarme y regresaron a Milwaukee.

Annette y yo nos mantuvimos en contacto casi hasta su muerte. No volvio a casarse, y despues del fallecimiento de su hijo en Pearl Harbor se fue a vivir con su nuera y su nieto hasta que los tres se mudaron a Inglaterra. El hijo de ese chico, su bisnieto, se convertiria anos despues en un famoso actor de serie de television y cantante. Un dia recibi una carta de una vecina de Annette en la que me explicaba que esta habia muerto serenamente tras una larga enfermedad. Me remitia una misiva de agradecimiento escrita por Annette, en la que me daba las gracias por cuanto habia hecho por ella en Nueva York en 1929 y adjuntaba una foto de los tres, Denton, Annette y yo, en el baile en que, unos meses antes de la caida de Wall Street, habian anunciado su compromiso. Se nos veia muy felices, y confiados en el futuro.

18

Agosto-septiembre de 1999

Londres, 12 de agosto de 1999

Querido senor Zela:

Desde el funeral de mi padre he deseado llamarlo en varias ocasiones para agradecerle las carinosas palabras que le dedico en la iglesia aquel triste dia. Debo decirle que saber que nuestro padre era una persona tan querida y respetada en su trabajo ha supuesto para nosotros un gran consuelo.

Me encanto conversar con usted despues de la ceremonia; fue una lastima que se marchase de forma tan repentina y no pudieramos acabar nuestra charla. Quiza recuerde que hablamos sobre mi trabajo, el guion; usted parecio interesado. Menciono que su sobrino Tommy probablemente conoceria mejor los entresijos de la television que usted mismo.

Segui su consejo y, al acabar el guion, lo mande a la atencion de su sobrino, en la BBC. Siento comunicarle que me lo devolvio sin siquiera haberlo leido, adjuntando una escueta nota. ?Acaso se olvido usted de avisarle de que iba a recibir un guion?

No he tenido oportunidad de hablar con el ni con usted sobre mi escrito, de modo que he decidido seguir la tradicion de los buscavidas hollywoodienses y resumirlo en cuatro lineas. Ahi van:

Una noche, un par de amigos de mediana edad salen de copas; en el camino de regreso recogen

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