muy ajetreada, sobre todo ella. Tiene tantas obligaciones que atender que apenas encontraba tiempo para estar conmigo. Escribir su columna le ocupa muchas horas; no debe de ser facil. Ademas, no hay que olvidarse de la diferencia de edad…
– ?Que tonteria! -exclamo Polly. De pronto, al mirar a la inarmonica pareja sentada ante mi, adverti que habia metido la pata hasta el fondo-. ?Que tendra que ver la edad! Tampoco eres mucho mayor que Tara, que como minimo rondara los treinta y cinco. No creo que vivieras la guerra.
Abri la boca pensando una respuesta.
– Naci en el cuarenta y tres -repuse con precisa sinceridad.
– O sea, que tienes cincuenta y seis, ?no?
– Exacto, cincuenta y seis -confirmo Martin, como si fuese una calculadora humana.
– Bien -continuo Polly, dispuesta a insistir en su argumento-, ?Ves como no hay tanta diferencia de edad?
Me encogi de hombros y decidi cambiar de tema, pues adverti que a Martin lo incomodaba especialmente. En una ocasion me habia confesado que, desde los diecinueve, cada vez que cumplia anos se sumia en la depresion. Aborrece los aniversarios; a sus sesenta y un anos, cuando recuerda la epoca de diez, veinte y treinta anos atras y se da cuenta de lo joven que era, nunca piensa que todo es relativo. Deberia plantearse lo que significa estar impaciente por llegar a los cuatrocientos anos. Entonces si se sentiria viejo.
Quiza una de las cosas relacionadas con el tema de la edad que mas atormentaban a Martin era la posibilidad de que Polly le fuese infiel. Hacia unos meses, una noche en que salimos a beber unas copas, me confio que temia que su mujer tuviese un lio con uno de los recaderos de su programa de television. El chico en cuestion, a quien aborde unas semanas despues, no tendria mas de diecinueve anos. Era alto y guapo, arrogante y engreido, y al parecer habia embelesado a todos los que trabajaban con el. Marlin pretendia que despidiera a Daniel, tal era su nombre, y como me negue, nuestra amistad se resintio por un tiempo. No me veia con fuerzas para echarlo, pues trabajaba bien -en opinion de su supervisor lo hacia todo perfecto-, y ademas las acusaciones de Martin en aquel momento parecian absolutamente infundadas. Mas tarde alguien me refirio que lo de Polly y Daniel no habia sido mas que un «incidente», pero decidi no chivarme a Martin, quien entonces solo queria echar tierra sobre el asunto. En cualquier caso, lo que lo sacaba de quicio era la juventud en si misma.
– Queria hablarte de tu programa -dije cuando hubimos agotado la conversacion sobre Tara-. ?Como lo ves? ?Te parece que este formato tiene continuidad? -Me quede asombrado por mis propias palabras, pues me habia preparado una introduccion mucho mas acertada, en la cual parecia insinuar que su programa tenia futuro.
– Ya era hora de que hablaramos -dijo Martin, siempre dispuesto a comentar sus proyectos-. No se que pensaras tu, Matthieu, pero creo que tal como esta ahora este programa ya no da mas de si. Debo ser sincero contigo.
– ?Hablas en serio? -pregunte boquiabierto.
– Totalmente. Hace tiempo que deseo hablar contigo de este tema. Polly y yo llevamos discutiendolo desde hace bastante, y hemos llegado a una conclusion que no esta mal, y da un paso adelante. Espero que te guste - anadio con la actitud de quien no duda ni por un instante del acierto de su idea.
«Ha pensado en retirarse -pense con alborozo-. Ahora me dira que se retira.»-Debemos trasladarnos a la hora de maxima audiencia -anuncio entonces, y sonrio mientras extendia los brazos y mostraba las palmas como si de repente viera su nombre en letras de neon-. Y alargar una hora el programa. Con un debate de invitados diferentes todas las semanas y publico en el estudio. -Se inclino como si se dispusiera a colocar la guinda sobre el pastel-. Podria desplazarme de un lado a otro con un micro -anadio exultante-. Piensalo, sera un exito.
– Muy bien. Es una idea, desde luego.
– Matthieu -intervino Polly con voz meliflua; no se por que me parecio que si accedia a poner en practica esa idea absurda, ella estaria dispuesta a ocupar el cargo de productora. Puedo percibir que alguien se ofrece para un puesto, por muy encubiertamente que lo haga, en cuanto lo veo-. Hoy por hoy el formato que tenemos esta obsoleto… Es mas que evidente.
– Es verdad. Tienes razon.
– Pero aun tenemos mucho que ofrecer -prosiguio Polly-. Todavia contamos con audiencia. Solo hace falta que nos modernicemos. Los politicos que invitamos estan cada vez mas alejados del poder, y en cuanto al liberal escandalizado… bueno, quiero decir, ?viste al que sacamos la semana pasada?
Negue con la cabeza. Si podia evitarlo, jamas veia la television, y mucho menos mi propia emisora.
– Un presentador de programas infantiles -anadio, negando con la cabeza con tristeza-. Un chico de diecisiete anos con hoyuelos y rizos dorados. Parecia salido de
«Siempre esta hablando de nosotros», pense.
– Lo digo en serio -agrego-. Martin no deberia entrevistar a gente de esa calana. No es digno de el, Matthieu.
– Lo se -respondi.
Estaba de acuerdo con ella. En sus buenos tiempos Martin era excelente en su trabajo. Sus programas resultaban divertidisimos y nunca eludia la pregunta mordiente ni evitaba desvelar la actitud hipocrita que se ocultaba bajo el discurso bien estructurado y preparado por la maquinaria estatal del politico de turno. Sin embargo, el programa actual no era mas que una burdacaricatura del de las epocas gloriosas. Martin estaba envejeciendo y no era tan incisivo como antano. Ultimamente habia llegado a preguntarme si no creeria en todos esos disparates que soltaba, en vez de decirlos para provocar. Se habia convertido en un viejo amargado. Una vez mas me vi obligado a desechar mi plan de ataque previo, y decidi probar un camino diferente, potencialmente mas espinoso.
– ?No te sientes viejo en ocasiones? -murmure mientras anadia agua a mi copa con gesto despreocupado. Una gota me salpico la mejilla, y me entretuve en secarla evitando ver su reaccion inmediata.
– ?Que has dicho? -pregunto con los ojos muy abiertos-. ?Que si me siento que…?
– En mi caso -lo interrumpi con la mirada perdida-, hay veces que me siento muy viejo y me gustaria dejarlo todo y marcharme, no se, al sur de Francia, por ejemplo. A la playa, quiza a Monaco. ?Sabes?, jamas he estado en Monaco -anadi pensativo, preguntandome por que seria-, Claro que aun estoy a tiempo.
– Monaco -repitio Polly, mirandome como si me hubiera vuelto loco.
– ?Nunca has pensado en vivir mas tranquilo? -insisti, mirando fijamente a Martin-. ?No te gustaria quedarte en la cama por la manana, hacer lo que te de la gana durante el dia, sin necesidad de estar comprobando los indices de audiencia cada dos por tres, no tener que llevar corbata?
– N… n… no -titubeo Martin, que empezaba a sospechar algo-. Bueno, no, la verdad es que no. Quiero decir que disfruto haciendo lo que… ?Por que lo preguntas?
– El programa no funciona, Martin -respondi lisa y llanamente-. Y el problema no son los invitados, ni la franja horaria, ni los chicos de diecisiete anos con hoyuelos, ni el formato; ni siquiera tu. Sencillamente, ya lo hemos exprimido bastante. Fijate en los ultimos grandes programas de television de los ultimos treinta anos,
Se hizo el silencio mientras mi amigo y su mujer asimilaban mis palabras.
– ?Quieres decir que vas a cancelar el programa? -pregunto al fin Polly.
Me limite a enarcar una ceja.
– Bueno, tampoco nos pasemos -dijo Martin, enrojeciendo ligeramente, deseoso sin duda de retroceder veinte minutos, hasta el momento en que aun podria haber evitado esa conversacion-. Es solo que me habria gustado animar un poco el cotarro. No pretendia que llegaras a semejantes conclusiones…
– Martin -lo interrumpi-, por eso te he convocado aqui esta tarde… A los dos -anadi, magnanimo, aunque no habia sido mi intencion hablar con Polly de ese asunto. Confiaba en que fuera Martin el encargado de transmitirselo-. Lamento informarte que no habra mas programas. Hemos hablado y creemos que ha llegado el momento de efectuar una salida decorosa. Ya esta decidido.
– ?Y que voy a hacer? -pregunto Martin mientras se hundia en su asiento, con los hombros encorvados. Habia palidecido, lo que resaltaba las manchas del rostro. Me miraba como si yo fuera su padre o su agente, como si de mi dependiese su felicidad futura-. No habras pensado en darme uno de esos horribles programas concurso,