– Martin era un buen amigo -repuse en tono de reproche, y al punto me corregi-: Es un buen amigo. Y no se trata de presentar batalla o rendirse, sino de que hemos dejado a un hombre sin su trabajo. Si algun dia te pasa lo mismo, no te hara ninguna gracia, te lo aseguro.

– Vamos, hombre. -Caroline se arrellano en una butaca frente a mi-. Si no era mas que una vieja gloria acabada. Sin el estamos mejor. Ahora podremos buscar a alguien con un poco de talento. ?Renovarse o morir! ?Que te parece ese chico, Denny Jones, ese que Martin entrevisto la semana pasada en su programa? El de los hoyuelos, ?recuerdas? Arrastraria a la audiencia juvenil. Debemos contratarlo como sea. -Al mirarme debio de ver mi expresion de furia, el deseo de cogerla por las orejas y arrojarla por la ventana, porque anadio-: Bueno, vale, lo lamento, en serio. Perdona mi desconsideracion. Es tu amigo y te sientes en deuda con el. Vale, dime, ?como se lo tomo? Mal, ?no?

– Bueno, no se puso loco de alegria precisamente. En todo caso, apenas hablo. La que protesto fue su mujer, Polly; parecia mas ofendida que el.

Cuando le comunique a Martin que a partir de ese momento prescindiriamos de sus servicios, Polly monto en colera. Mientras su marido se hundia en el asiento llevandose una mano a la frente y parecia pensar en el futuro -o en su ausencia-, Polly se lanzo al ataque. Llego a acusarme de deslealtad y absoluta estulticia. Anadio que estabamos en deuda con su marido por todos sus anos de servicio en la emisora -en ese punto cargo las tintas indebidamente-, y que eramos unos necios por no darnos cuenta de que Martin era una persona insustituible. No pude dejar de advertir que su maxima preocupacion residia en el hecho de que su marido dejaria de cobrar un sueldo y probablemente ya no seria un habitual en las fiestas del mundo del espectaculo, las funciones y las ceremonias de entregas de premios. Temia que su estrella se debilitase cada vez mas y llegara el dia en que, cuando le presentaran a alguien, tuviese que oir la frase inevitable: «?No era usted…?» Ademas, Polly todavia era joven y, por si fuese poco, en adelante tendria que aguantar a Martin noche y dia.

– ?Que se joda Polly! -exclamo Caroline-. No es nuestro problema.

– Tenia pretensiones de meterse a productora… -senale. Ella solto una carcajada-. ?Que te hace tanta gracia?

– Dime una cosa, Matthieu: ?trabaja en la television?

– No.

– ?Ha trabajado alguna vez en television?

– No que yo sepa.

– ?Ha trabajado alguna vez en su vida?

– Si, trabajaba en el mundo del arte. Y siempre ha mostrado mucho interes por el programa de Martin - repuse, sin saber por que me estaba justificando ante Caroline.

– Por su cuenta bancaria, querras decir. Y por adonde podia llevarla su marido. Conque productora, ?eh? -se mofo-. ?Hasta los gatos quieren zapatos!

Rodee el escritorio hasta situarme frente a ella y me sente en el borde. Le lance una mirada airada.

– ?Has olvidado nuestra primera conversacion? ?No recuerdas cuanto te esforzaste para convencerme de que te diera el cargo mas alto de la organizacion a pesar de que carecias de experiencia en el sector?

– Tenia anos de experiencia como gerente…

– ?Vendiendo discos! -perdi los estribos, algo impropio de mi-. No tiene nada que ver, querida. No se si cuando te sientas ahi fuera a sintonizar emisoras de todo el mundo has advertido que nosotros no vendemos discos ni libros ni ropa ni equipos de musica ni posters de idolos puberes del pop. Somos una emisora de television. Producimos espectaculos televisivos para masas. Cuando empezaste a trabajar aqui no sabias nada de este mundo, ?verdad?

– No, pero he…

– Me pediste que te diera una oportunidad y accedi. En cambio, te niegas a pagar con la misma moneda a otra persona. ?Te parece justo? ?No hay una parabola sobre eso en la Biblia?

Nego con la cabeza y se mordio el labio inferior.

– Espera un momento -dijo por fin-. ?Que me estas diciendo? -Me lanzo una mirada de consternacion-. Supongo que no habras… No me estaras diciendo que has despedido a Martin y has contratado a su mujer, ?verdad? Por favor, Matthieu, no me digas que he acertado.

Sonrei y enarque una ceja. Deje que la incertidumbre la torturase un instante.

– Por el amor de Dios -rogo-, ?como diablos vamos a…?

– Claro que no la he contratado -la interrumpi, temiendo que el volcan entrase en erupcion y la lava cayese sobre mi-. Creeme, jamas daria trabajo a alguien sin experiencia. A lo sumo a un ayudante, pero nada mas. Para desempenar una tarea de esa responsabilidad debes saber lo que tienes entre manos.

Caroline hizo una mueca de desden. Me acerque a la ventana y me quede contemplando la calle, hasta que la oi marcharse con su energico taconeo.

19

Me peleo con Dominique

Jack y yo nos turnabamos para trabajar los fines de semana en Cageley House. La jornada se hacia entonces mas larga, pues uno solo debia asumir todas las tareas, pero valia la pena porque cada quince dias disfrutaba de dos de descanso. Uno de esos sabados que libraba estaba holgazaneando en casa de los Amberton y jugando a las cartas con mi hermano pequeno -me aburria tanto que casi tenia ganas de volver a la cuadra-, cuando la senora Amberton me pidio que la acompanara de compras a la aldea.

– Quiero llenar la despensa -dijo mientras trajinaba por la cocina mascando tabaco; al pasar por delante de la escupidera arrojo un salivazo amarillento-. Y sola no puedo. El senor Amberton vuelve a estar acatarrado, de modo que sera mejor que vengas a echarme una mano.

Acepte. Acabe la partida y me prepare para salir. No me importaba; los Amberton casi nunca me pedian ayuda, y se habian portado maravillosamente con Thomas y conmigo. Trataban a mi hermano como si fuera su propio hijo; Thomas habia resultado un buen estudiante en la escuela, y yo parecia caerles en gracia. Durante los meses posteriores a la caceria y la muerte de la yegua, habian cambiado pocas cosas en Cageley, salvo el liecho de que Nat Pepys pasaba cada vez mas fines de semana en la casa, a tal punto que no habia viernes que no vieramos su figura menuda y encorvada galopando por el camino de entrada al anochecer.

– Algo trama -dijo Jack en una ocasion-. Seguramente cree que el viejo esta a punto de palmarla y quiera asegurarse de que le toca una buena tajada del pastel.

Yo no estaba tan seguro; desde el percance del caballo apenas nos habiamos dirigido la palabra. Creo que se dio cuenta de que su cobardia no me habia pasado inadvertida y le creaba inseguridad sentirse humillado ante un simple subordinado. Cuando nos encontrabamos ni siquiera nos mirabamos. Yo me ocupaba de sus caballos y el de sus asuntos, y de ese modo coexistiamos tranquilamente.

Ese sabado en particular, cuando al fin habia pasado la ultima ola de frio, el pueblo amanecio iluminado por una luz calida y dorada que saco a todos los vecinos de sus escondrijos, parpadeando al sol. Revoloteaban por las pocas tiendas que habia en el lugar charlando animadamente. La senora Amberton saludaba a todo el mundo por su apellido. De pronto pense que todas esas gentes, que se conocian tan bien entre ellas, jamas utilizaban su nombre de pila, sino que preferian tratarse de «senor» o «senora». Nos deteniamos a hablar con algunos vecinos, ya fuera del tiempo o de lo que vestia cada cual. De repente me senti como si fuera hijo de la senora Amberton, andando a su paso y deteniendome a su lado cuando se ponia a charlar con alguien, ocasiones en que debia esperar pacientemente y en silencio a que terminara la conversacion. Al cabo de un rato empece a hartarme y desee que se diera prisa y acabasemos las compras de una vez. La vida de aldea empezaba a perder su atractivo.

Mientras estabamos en una esquina hablando con la senora Henchley, que habia perdido a su marido el duro invierno anterior a causa de una pleuresia, vi algo que me encendio la sangre. Mientras la senora Amberton y la

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