– ?Vas a acompanarlos? -pregunte-. ?Iras con los Jackson a Washington? Ya sabes, para brindarles tu apoyo moral.

– ?Me tomas el pelo? -Solto un bufido de irritacion-, ?No crees que ya tengo suficientes problemas para que ademas me tachen de rojo?

– Pero son tus amigos -proteste-. Deberias mostrarles un poco de solidaridad ante el Comite, aunque sea peligroso. Tienes una posicion de responsabilidad. Si sales a declarar y dices que son inocentes, entonces…

– Escucha, Matthieu -dijo con frialdad, poniendome una mano en el brazo y obviando el diminutivo por primera vez en toda la velada-. Nada en el mundo me hara coger un avion y volar a Washington en los tiempos que corren. Y por mucho que insistas, no voy a cambiar de opinion, asi que no pierdas el tiempo.

Me sentia decepcionado; si esa era la manera en que trataba a sus viejos amigos, a quienes conocia desde hacia tanto tiempo, ?que podia esperar yo de su lealtad? En ese momento acabo nuestra amistad.

– No esperes verme mucho estos dias -dije mientras me zafaba de su brazo-, porque, si tu no vas a Washington a apoyarlos, yo si pienso ir. -Y me aleje de el lo mas rapido que pude.

Dorothy y Lee ya estaban testificando cuando llegue a la Camara. La noche anterior habiamos cenado juntos y habiamos hecho enormes esfuerzos para no mencionar el interrogatorio del dia siguiente. Nadie hablo de Rusty - sospeche que habian tenido una discusion con el antes de abandonar California-, pero su espiritu se cernia sobre nosotros anunciando los problemas que nos esperaban. Stina intento aligerar la conversacion y conto lo duro que era cubrir los premios escolares para su cadena de television local, pero estabamos deprimidos y bebimos mucho para disimular los constantes silencios.

La manana siguiente me quede dormido -algo muy raro en mi- y no llegue a la Camara hasta pasadas las once, una hora y media despues de que hubiera empezado la sesion. Por fortuna solo hacia unos minutos que habian llamado a declarar a mis amigos, de modo que no me habia perdido mucho. Aun asi, me maldije entre dientes, pues estaban de espaldas y no podian ver que habia llegado para apoyarlos.

– Es una comedia de television -estaba diciendo Lee cuando me sente junto a una mujer gorda que comia caramelos de menta produciendo un molesto ruido-. Nada mas que una comedia. No hay doble sentido.

– ?Afirma ante este comite que no introdujo ningun aspecto de su personalidad ni de sus creencias en los personajes de… El show de Buddy Rickles?

El interrogador era senador por Nebraska, un hombre enjuto y palido que tenia que consultar un papel para asegurarse de que no se equivocaba con el titulo del programa. Sentados a una pesada mesa de roble habia doce hombres. Las secretarias iban y venian entregandoles notas o informes con datos relevantes. El senador McCarthy, un hombre gordo y abotagado, se hallaba sentado en el centro del grupo y sudaba copiosamente a causa de los focos y las camaras que lo rodeaban. Apenas era consciente de la presencia de Dorothy y Lee; estaba absorto en un ejemplar del Washington Post y de vez en cuando negaba con la cabeza como si mostrara su desacuerdo con algo que leia en el periodico.

– Es posible que de forma inconsciente, si -repuso Lee con cautela-. Lo que quiero decir es que cuando uno escribe…

– O sea, que usted admite estar difundiendo sus creencias personales en un programa de television que ven millones de personas todas las semanas. ?Lo admite?

– Yo no lo llamaria creencias -contesto Dorothy-. Estamos hablando de un programa de television donde el mayor dilema en que se encuentran los personajes es si cambiaran de coche o si contrataran a una mujer de la limpieza dos dias a la semana. Estamos hablando de una comedia, insisto, no del Manifiesto comunista.

Torci el gesto, y me parecio que Dorothy tambien hizo una mueca de contrariedad al darse cuenta de que habia escogido el peor ejemplo para defender su razonamiento. El senador de Nebraska le lanzo una mirada feroz, sin duda calibrando si debia esperar a que ella se retractara o si habia llegado el momento de lanzarse al ataque. Al final decidio atacar.

– Asi que admite haber leido el Manifiesto comunista, senora Jackson.

Mientras ella cavilaba una respuesta centellearon los flashes de las camaras.

– Tambien he leido la Biblia -repuso, midiendo sus palabras-. Y la Constitucion de Estados Unidos. ?Y usted? ?Lo ha leido?

– Por supuesto.

– Leo mucho -prosiguio Dorothy-. Soy escritora. Me encantan los libros.

– ?Diria que le encanta el Manifiesto comunista en particular?

– Claro que no, solo queria decir…

– ?Senora Jackson! -trono de repente la voz del senador McCarthy, y todas las miradas se volvieron hacia el. Era sabido que mostraba muy poca paciencia con sus testigos y ultimamente, desde que los procesos se retransmitian por television, estaba perdiendo el poco prestigio que le quedaba-. Por favor, no haga perder el tiempo a este comite repasando sus sin duda bien provistas estanterias. ?Es cierto que trataba a Julius y Ethel Rosenberg y que conspiro con ellos a fin de derrocar el gobierno legitimo de Estados Unidos, y que si no fuera por la falta de pruebas, usted y su marido habrian corrido la misma suerte que ese par de traidores?

– En los ultimos tiempos no parece que la falta de pruebas constituya un motivo de exculpacion, senador - replico Dorothy con aspereza.

– ?Senora Jackson! -rugio McCarthy, haciendome dar un respingo-. ?Tenia amistad con Julius y Ethel Rosenberg? Conteste. ?Es verdad que asistieron a su fiesta para hablar del modo en que se podria…?

– ?No hablamos! -grito ella para hacerse oir-. Estaban alli, pero no eramos amigos intimos. Apenas los conocia. Aunque, dicho esto, no hay pruebas concluyentes de que…

– ?Es usted miembro del Partido Comunista? -contraataco McCarthy; habia llegado el momento en que entraba a matar.

– No -repuso ella con actitud desafiante.

– ?Ha sido alguna vez miembro del Partido Comunista? -pregunto el senador en el mismo tono.

Esta vez Dorothy titubeo.

– Nunca he sido miembro del Partido Comunista -dijo con cautela.

– Pero ?admite haber asistido a sus reuniones, haber leido sus libros? Y ha difundido sus terribles ideas para corromper a los jovenes de Estados Unidos en un mome…

– No fue asi -gimio ella, empezando a desmoronarse, pues se habia metido en un callejon sin salida y todos los presentes lo sabiamos. Nunca habia sido miembro del partido, eso era cierto, pero conocia su organizacion al dedillo y habia leido su manifiesto.

– ?Si que ha sido miembro del Partido Comunista! -grito el senador McCarthy como si ella acabara de admitirlo. Golpeo la mesa y por unos instantes el intercambio de palabras entre ambos fue ininteligible, porque gritaban al mismo tiempo y cada vez mas fuerte.

– Nunca he dicho que…

– Actuo de forma cruel y despiadada…

– Es mas, cuestiono todo…

– Es indudable su vinculacion a…

– No creo que este obligada a…

– Usted representa todo lo que…

La sesion concluyo de forma caotica. Al final unos guardias se llevaron a los Jackson de la sala por una puerta trasera. El senador de Nebraska llamo al siguiente testigo y la turbulenta sesion prosiguio.

Despues de ese dia los acontecimientos se precipitaron. Lee y Dorothy pasaron a formar parte de la lista negra y se les prohibio trabajar en el mundo del espectaculo. Tuvimos que contratar a dos guionistas nuevos, pero de todas maneras el programa habia perdido fuelle y cuando empezaron a investigar a Buddy Riggles no tuvimos mas remedio que retirarlo de la programacion.

A los dos meses, Lee y Dorothy se habian separado. Lee empezo a salir con la hija de un magnate de la industria del papel y, tras divorciarse y casarse de nuevo, acabo consagrando su vida a este negocio. Dorothy nunca supero los traumaticos anos de la caza de brujas. A tal punto se habia acostumbrado a ser el centro de atencion, que su exilio forzado de la sociedad le supuso un duro golpe. Stina y yo la veiamos a menudo, pero

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