eramos los unicos amigos que le quedaban. A todos los que seguian trabajando en el cine y la television les aterrorizaba relacionarse con quienes figuraban en la lista negra y no se habian marchado a Europa en busca de sistemas de gobierno mas tolerantes.

Cuando al fin se suprimio la lista negra, Dorothy estaba alcoholizada y era una sombra de la que habia sido. Despues de abandonar Estados Unidos perdi el contacto con ella. Siempre que pensaba en mi antigua amiga la imaginaba en un hogar de ancianos, perfectamente maquillada, bebiendo y escribiendo todo el dia, y maldiciendo a McCarthy y Rusty Wilson por lo que le habian hecho. Poco despues de que El show de Buddy Rickles desapareciera de la programacion, Rusty se retiro de la NBC con una buena gratificacion y cayo en el olvido.

Stina y yo vivimos en California unos anos mas, incluso despues de que yo dejara la television. Viajabamos mucho, pero alli teniamos nuestra casa y eramos felices. Todo cambio al estallar la guerra de Vietnam. Stina volvio a obsesionarse con sus tres hermanos muertos y una vez mas se convirtio en una ferviente pacifista. Viajo por todo el pais haciendo campana contra la guerra y finalmente perdio la vida en una manifestacion en Berkeley, cuando salto temerariamente delante de un vehiculo del ejercito para detenerlo. Su muerte puso fin a dos decadas de dicha. Apesadumbrado, hice las maletas y abandone California.

Esta vez decidi volver a Inglaterra y disfrutar de una vida ociosa. En los anos setenta y ochenta vivi en la costa del sur, cerca de Dover, y pase muchos dias felices recorriendo sus calles y reviviendo mi juventud, aunque la ciudad habia cambiado mucho en los ultimos doscientos anos. Por curioso que parezca, me sentia en casa. Fue entonces cuando me entere de que mi sobrino Tommy, apenas un adolescente, habia alcanzado la fama como actor de telenovelas. A principios de los noventa empece a necesitar un cambio, como suele ocurrirme cada dos o tres decadas, y en 1992 me mude a Londres sin saber lo que me depararia el futuro. Por el momento alquilaria un pequeno apartamento en un sotano de Piccadilly, pues no queria atarme demasiado a la ciudad, y luego ya veria. Y, sin darme cuenta, un buen dia me encontre de nuevo metido en el mundo de la television y decidi fundar un canal via satelite.

Y esta ha sido mi vida durante los ultimos siete anos.

24

Digo adios a Dominique

Espere a que Tomas se fuera a la calle a jugar con sus amigos para poner al corriente a los Amberton. No me hacia mucha gracia tener esa conversacion, asi que entre en la casa con un nudo en el estomago. Nos sentamos a la mesa de la cocina; el fuego siseaba y crepitaba en la pequena chimenea atiborrada de lena como si coreara los carraspeos y expectoraciones del senor Amberton. Referi el incidente protagonizado por Jack Holby. Al principio no fui muy prodigo con la verdad, pues no queria que contemplaran al herido Nat Pepys con una luz benevola y, por otro lado, deseaba revestir la figura de Jack de un tenue halo heroico. Amberton no dijo nada, y parecio prestar mas atencion a su whisky que a mi, mientras que su mujer suspiraba una y otra vez, y cuando llegue al momento del derramamiento de sangre, se llevo una mano a la boca, asustada. Al final la expresion se le descompuso y nego con la cabeza, como si hubieramos atacado al mismo Dios.

– ?Que le pasara? -pregunto-. Es espantoso. ?A quien se le ocurre pegar a Nat Pepys? ?Al hijo de sir Alfred! - Para ella, Nat era tan importante como su padre, y el que un miembro de una clase inferior hubiera atacado a otro de una superior constituia un crimen horrendo-. De todos modos, nunca me he fiado de ese Jack Holby -anadio, y se sorbio la nariz antes de cruzar los brazos.

– No fue culpa suya -insisti, haciendo esfuerzos por no gritar pero consciente de que no habia presentado debidamente el argumento de la defensa-. Se lo estaba buscando, senora Amberton. Nat Pepys lo provoco. Es un maton, un libidinoso y…

– Hay algo que no entiendo -me interrumpio-. ?Como es que Jack defendio a Dominique? No sabia que la conociera tanto.

– Bueno, todos trabajamos juntos. En realidad no la defendio a ella, sino a mi.

Me miro a los ojos, desconcertada, y me vi obligado a aclarar:

– La verdad -trague saliva antes de admitir ante aquellas buenas personas que habia estado mintiendoles durante un ano- es que Dominique y yo no somos hermanos. De hecho, no nos une ningun parentesco.

– ?Lo ves? Ya te lo decia yo -salto Amberton en tono triunfal, y dio un golpe a la mesa de la cocina antes de esbozar una amplia sonrisa.

Su mujer lo mando callar y me insto a que continuara.

– Pensamos que tendriamos mas posibilidades de encontrar un trabajo juntos si deciamos que eramos hermanos. Cuando tuvimos la suerte de que nos acogieran en su casa el engano ya habia llegado demasiado lejos, y despues de un tiempo pensamos que era mejor seguir asi. Todo el mundo nos creia hermanos, de modo que no valia la pena desdecirse.

– ?Y Tomas? -pregunto la mujer con un hilo de voz-. ?Quien es? Ahora me diras que lo recogiste en las calles de Paris, claro. Los tres teneis el mismo acento. Los pobres inocentes como nosotros somos faciles de enganar. - Estaba ofendida; en su tono se traslucia el orgullo herido.

– No. -Rehui su mirada, muerto de verguenza-. Es mi hermano… Bueno, en realidad medio hermano. Somos de la misma madre, pero de padres distintos.

– ?Ja! -resoplo-. ?Y donde esta vuestra madre, si se me permite la pregunta? ?Vive en el pueblo? ?Trabaja en la mansion?

Tenia los ojos velados por las lagrimas, imagine que mas por Tomas que por mi. De pronto se me ocurrio que en todo el tiempo que llevabamos en Cageley apenas habiamos contado nada alos Amberton de nuestra vida, aparte de la mentira de los tres hermanos que viajaban juntos. Aunque, en honor a la verdad, tampoco los Amberton habian preguntado mucho mas y habian acabado por aceptar nuestra version.

Pero la verdad habia acabado por salir a la luz. Sin apartar la vista del fuego, referi mis primeros anos en Paris; les hable de mi madre, Marie, y de la absurda muerte de mi padre, Jean; recorde al autor dramatico que nos ayudaba dandonos un poco de dinero todos los meses; les hable de como un nino habia robado el bolso de mi madre un dia que salia del teatro, y como a raiz de ese incidente habia conocido al que seria su segundo marido y padre de Tomas, Philippe. Referi las pretensiones de creatividad que resulto tener Philippe, tanto en el escenario como fuera de el, y para concluir relate la tarde fatal en que mato a mi madre de una brutal paliza y como yo habia corrido en busca de ayuda. Despues de describirles la ejecucion de mi padrastro y nuestra partida de Paris, les conte mi encuentro con Dominique Sauvet en el barco de Calais y como habiamos vivido robando durante un ano en Dover hasta que decidimos trasladarnos a Londres para probar fortuna. Por el camino los habiamos conocido a ellos, de modo que ya sabian el resto de la historia. Les ahorre el episodio de nuestro horrible encontronazo con Furlong, cuyo cadaver habiamos dejado pudriendose entre la maleza; no tenia sentido anadir detalles escabrosos a una historia ya traumatica. Tarde bastante en concluir mi relato, pero los Amberton me escucharon sin interrumpirme y, al final, guardaron unos minutos de respetuoso silencio.

– Vaya, pues no entiendo por que tenias que mentirnos -dijo al cabo la senora Amberton, reacia a abandonar su posicion de autoridad moral. Aunque su tono de justa indignacion habia desaparecido, seguia decepcionada-. Pero supongo que al final todo se arreglara.

– ?Que se arreglara, dice? -inquiri asombrado-. ?Como podria arreglarse? Piense que por culpa de ese incidente Jack Holby esta preso y todo su porvenir se ha malogrado. ?Tenia tantos planes para el futuro, senora Amberton! Pensaba dejar Cageley pronto.

– Pues ahora no podra ir a ninguna parte durante una buena temporada -replico, y se removio con un dedo el cartilago que tenia entre sus dos incisivos, los unicos dientes que conservaba en la mandibula superior-. Le echaran cinco anos, y cuando salga de la carcel no encontrara trabajo. Pero ya puede considerarse afortunado por no haber matado a Nat, pues en ese caso habria ido directo a la horca.

– ?A eso me refiero! -proteste. Su falta de compasion por la triste suerte de mi amigo me descorazonaba y

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