Descolgue el auricular envolviendolo con mi panuelo. No sabia que voz poner ni que decir. Yo no era Laura. Claro que si quien llamaba se extranaba, con mencionar que se habian equivocado, listo.
– ?Si? -anuncie lo mas neutro posible.
– ?Es usted? -pregunto una voz de hombre en un tono de lo mas seco y misterioso.
– Si, soy yo -no le menti.
– De acuerdo entonces -parecio rendirse la voz-. Usted gana. Ya lo tengo todo.
– Bien.
– ?Donde quiere que nos veamos? Quiero acabar con esto cuanto antes.
– Me da lo mismo. Escoja.
– Esta muy seguro de todo, ?verdad?
– Depende.
Al otro lado, mi interlocutor paso de la rendicion a la ira. Fue como si masticara cada palabra para no dejarse llevar por ella y estallar.
– Escuche…, no quiero ninguna sorpresa, ?entiende? Yo cumplire mi parte y usted la suya. Ha de quedar todo zanjado de una vez. No jueguen conmigo.
– Asi sera, por supuesto.
– No se deje ninguno. Los quiero todos.
– Los tendra -segui aventurando.
Eso parecio calmarle un poco. Escuche un suspiro. Aun asi, la voz siguio siendo dura.
– A las doce de la noche en la plaza de John F. Kennedy, de bajada a la derecha. Estare en un coche blanco, un Audi.
– A las doce -repeti.
Colgo.
Me quede mirando el auricular sin saber exactamente que clase de tonteria habia hecho. Si era una equivocacion, alguien se iba a llevar un hermoso planton en su cita nocturna. Pero las llamadas del contestador no dejaban mucho lugar a dudas, aunque no tuviera ni idea de que iba la ultima ni la de la mujer pidiendo por el tal Alex.
Laura Torras tenia algo mas que su vida de modelo.
Y aunque vivia sola, la persona con la que acababa de hablar no se habia extranado por que respondiera un hombre.
?Alex?
Yo nunca habia visto a mi vecina con nadie. Claro que yo no tenia muchos tratos con mis vecinos, y mis horarios no eran como los de los demas.
Guarde todos los objetos del bolso de nuevo en su interior salvo la agenda que ya estaba en mi bolsillo, y lo deje donde lo acababa de encontrar. Mire la cama, el retrato, y se me ocurrio decirle en voz alta:
– Nadie es lo que parece, ?verdad, carino?
Acababa de decirlo cuando sono el timbre de la puerta.
XI
No era el de la calle, sino el del rellano. Quien fuera, estaba ya arriba.
?Otra Julia, con llaves y todo?
No, no habria llamado al timbre.
Camine lo mas rapido que pude y sin hacer ruido hasta el recibidor, pasando de nuevo junto al cuerpo de Laura, las moscas y las manchas de sangre que eludia una y otra vez. Aplicaba el ojo a la mirilla optica cuando el que llamaba volvio a presionar el timbre. Por suerte habia luz en el rellano.
Vi a una mujer de mediana edad, cuarenta y pocos. Se movia inquieta, mirando sin cesar en direccion a la escalera en los dos sentidos, arriba y abajo, como si temiera ser vista. Acabo acercandose a la puerta y desaparecio de mi vision. Imagine que estaria tratando de escuchar algo a traves del tapizado. El zumbido de las moscas era tan escandaloso que ya llegaba hasta alli.
Insistio, y pulso el timbre por tercera vez. Las campanitas esparcieron su eco por el aire.
Se rindio despues de ese tercer intento. Abrio un bolso para buscar algo, saco una libretita o un bloc de notas, y un boligrafo. Antes de que pudiera escribir algo se apago la luz. Dio un par de pasos atras, la conecto de nuevo y se puso a escribir en el cuadernito. Arranco la hoja y desaparecio otra vez de mi vista. Comprendi que estaba agachada cuando, por debajo de la puerta, aparecio su nota.
Tras eso se marcho. Entro en el ascensor y desaparecio de mi vista.
Recogi la nota. El mensaje, escrito con nervio, era simple aunque incomprensible para mi: «He cambiado de idea. Estoy dispuesta a negociar con usted. Es urgente. Pongase en contacto conmigo hoy mismo». Y firmaba con dos iniciales: «A. G.».
Guarde el papel en mi bolsillo y me mordi el labio inferior. Por segunda vez, mi registro del piso de Laura se veia interrumpido. Habria deseado seguir la inspeccion, por si acaso, y mas pensando que si tenia que volver mas tarde en una tercera oportunidad el olor, las moscas, el cadaver mas descompuesto… Pero una posible pista se marchaba. Si ya estaba metido en todo aquello hasta las cejas, podia darme un margen, unas horas mas.
Lo del tal Alex, la llamada para la cita nocturna, ahora aquella nota.
Alargue la mano, atrape las llaves del piso de Laura y sali con mucho cuidado. No queria que ningun vecino me viese huyendo de la escena del crimen. Baje por la escalera a pie, saltando los escalones de dos en dos. De momento, tampoco iba a poder hablar con Francisco acerca de ella.
Mi perseguida entraba en ese momento en un Peugeot 406 aparcado delante de Pleyade, la libreria que ponia una nota cultural en una calle repleta de tiendas
Era una buena conductora, sobre todo si se tenian en cuenta sus prisas. La habria perdido de vista de no ser por los semaforos y su respeto hacia ellos. Bajo Calvet, tomo Maestro Nicolau hasta llegar al lateral de la Diagonal, y luego doblo por Ganduxer. Obviamente no era del barrio y no conocia los atajos alternativos, como el de Ferran Agullo que rodea el Turo Park. Subio por Ganduxer recto pero no hasta el final, el paseo de la Bonanova, sino que doblo por Emancipacion a la derecha y salimos a Mandri. Alli tomo el sentido ascendente muy despacio y se detuvo frente a una sucursal bancaria. Mire la hora. Ya habian cerrado. Pero o bien la esperaban o bien le abrieron desde dentro al verla. Detuve el coche detras del suyo, en doble fila, y aproveche el momento para bajarme y acercarme a el. Tuve aun mas suerte. En el asiento contiguo vi su monedero abierto con una tarjeta asomando que me esforce en leer. Era suya: Agata Garrigos Ferrer. Las iniciales A. G. encajaban. La direccion era la calle San Juan de la Salle.
Regrese a mi calurosa bombonera blanca y negra. Otra vez estaba al sol. Mi chaqueta arrugada aun lo estaba mas, tirada a un lado. Abri la ventanilla y puse la radio. Tenia mucha hambre, pero ningun tiempo para la comida. Un locutor daba la lista de bajas de la ultima guerra de la carretera: setenta muertos y doscientos cincuenta heridos a causa de la Operacion Retorno. Vacaciones 0 – Locura 70. Derrota en campo propio. Mi humor negro se acrecento con un toque de desesperanza extra.
Mal dia para la esperanza.
Agata Garrigos salio al cabo de unos siete minutos. Demasiados para segun que. Agradeci el suplicio y volvi a seguirla, primero Mandri arriba hasta el paseo de la Bonanova, y luego hasta la plaza de la Bonanova y San Juan de la Salle.
Agata Garrigos se metio en el aparcamiento de su casa sin avisarmelo con el intermitente. Yo tenia otros dos coches detras, asi que tuve que pasar de largo. El edificio era lujoso. Fue lo unico que pude ver. Subi hasta que pude detenerme y busque una cabina telefonica. Maldije mi despiste con el movil por enesima vez. Y menos mal que funcionaba. Aparcado a la sombra saque la agenda electronica de Laura, la puse en marcha y empece a revisarla desde la A.