– ?Por que?
Me encogi de hombros.
– Conciencia -dije de forma vaga.
– ?Cuando llamaras a la policia?
– No lo se.
Eche a andar por segunda vez. A mitad del pasillo volvi la cabeza. Julia me observaba, con los brazos cruzados sobe el pecho. Era un contraluz perfecto.
– ?Encontraste la heroina? -fue mi ultima pregunta.
– No.
Me lleve su imagen en ese contraluz morbido cuando sali de su casa.
XVIII
Lo de la heroina era nuevo para mi, pero no fue esa la unica razon que me decidio a regresar por tercera vez al piso de Laura. En las dos primeras no habia podido terminar mi inspeccion, y aunque no me seducia nada la idea de volver a lo mismo, a enfrentarme a su cuerpo y el zumbido de las moscas, sabia que era inevitable. Paco me decia siempre que un examen minucioso de la escena del crimen es a veces lo mas importante en una investigacion. Los asesinos dejaban firmas invisibles.
Subi por el interior de la Gran Via de Carlos III hasta mi calle. Tampoco deje el coche en el aparcamiento. Esperaba irme enseguida. No creia ya que fuera a encontrarme a Francisco, pero me tope con el en el vestibulo de la escalera. Le di unas palmaditas conspiradoras en los hombros. Dado mi trabajo de periodista, que a el le parecia fascinante, le encantaba colaborar, aunque nunca supiese para que.
– Francisco, ?recuerda si entra o sale mucho de la casa un hombre alto, joven, guaperas, piel bronceada y de cabello largo?
– Si, mucho. -Supo al momento de quien le hablaba-. Va y viene del piso de la senorita Torras.
– ?Se queda muchas noches?
– Bueno… -hizo un gesto impreciso-, yo me voy ahora, pero si, creo que si, porque algunas mananas le veo salir cuando yo ya estoy trabajando. Su coche tampoco pasa desapercibido. Es un deportivo de color rojo que aparca por la calle.
– ?Le vio ayer?
– Si, llegaron los dos juntos. Y, cuando yo me marche, el coche seguia ahi. -Senalo la otra acera, frente a la sucursal de La Caixa.
– ?Estaba todavia esta manana?
– No me he fijado, aunque diria que no, porque ha venido un camion de mudanzas y han estado descargando muebles.
– ?Ha visto hoy a ese hombre por aqui?
– No, aunque ya sabe que, con dos escaleras y dos entradas, siempre me pierdo la mitad. Es posible que haya subido o bajado media docena de veces. He estado ocupado en el garaje casi una hora. El que si ha venido hoy es el otro.
– ?El otro? ?Que otro?
– Uno que venia mucho antes, hace tiempo. Luego deje de verlo y ya casi ni le recordaba. El tambien tenia llave. Me ha sorprendido un poco, eso es todo.
– ?Como es ese hombre?
– Pues… mayor, alto, bien plantado, elegante y con el cabello blanco.
– ?Caminaba con normalidad?
– Si. -Me miro extranado.
– ?Y tenia llave? -Si.
– ?Venian mas hombres a verla?
No supo que decirme. Eso violaba la intimidad de Laura, por muy amigos que fuesemos Francisco y yo.
– Venian, de acuerdo -asenti.
– Cada cual tiene su vida -la defendio con algo parecido a la tristeza.
– Ese hombre, ?ha estado mucho arriba?
– Dos minutos.
Abri la puerta del ascensor.
– Senor Ros -me detuvo el conserje-, ?le ha pasado algo a la senorita Torras?
– No lo se, Francisco -menti-. No lo se. Pero no comente nada de esto y confie en mi, ?de acuerdo? Manana se lo cuento todo.
Lo de contarlo «manana» era muy relativo. Subi al rellano que compartiamos Laura y yo, y respire a fondo antes de abrir la puerta. Despues de un dia de calor, la peste a carne descompuesta era ya mucho mas evidente. Me golpeo el rostro mientras el lejano rumor de las moscas me heria los timpanos. Encendi la luz para no pisar la sangre, aunque ya conocia los senderos que la rodeaban, y entonces vi la nota a mis pies.
Agata Garrigos no era la unica que dejaba notas bajo la puerta.
Me agache y la recogi. La unica duda que pudiera tener acerca del visitante de Laura quedo despejada. «?Estas bien? Llamame. Andres.»
Me la guarde. La pregunta era obvia: dado que, como acababa de decir Francisco, tenia llaves, ya que las habia utilizado para entrar en el portal, ?por que no habia entrado con ellas tambien en el piso?
Me cole en el interior. La policia iba a creer que quien vivia alli era yo. Seguro que estaba dejando mil rastros. El olor era cada vez mas dificil de soportar. A los danos ocasionados en aquel cuerpo excelso uni la descomposicion, asi que me puse filosofico y llegue a la conclusion de que la vida es una mierda y relativa. Veinticuatro horas antes, mi vecina debia de oler como una diosa.
Una mosca se me poso en la mano. La senti como una intermediaria entre Laura y yo. La aparte y busque el cuarto de bano principal, que estaba al lado de la habitacion de Laura. Moje mi panuelo con agua y me lo lleve a la nariz. Fue un filtro eficaz. Regrese al lado del cadaver y le inspeccione los brazos. Tenia huellas de pinchazos, en efecto. Julia no me habia mentido en lo de su enganche.
Tal vez Julia dijese mas verdades de las que parecia o callaba.
Todavia era demasiado joven.
– Quieres creerla, gilipollas -me dije.
Cerre puertas, para aislar el olor y para que no se vieran las luces que iba encendiendo. Tambien baje persianas. Volvi a la habitacion de Laura e inicie un registro sistematico. Lo continue en el bano y en la habitacion contigua a la de ella. Estaba cerrada con llave. Saque el llavero y fui probando hasta que di con la que encajaba en la cerradura. Al abrir la puerta y la luz me encontre con algo que no esperaba.
Aquello, mas que una habitacion, era un zulo.
Se trataba de un lugar pequeno, angosto, con muchas estanterias llenas de cajas y archivos. Pero lo mas importante no era eso. Lo mas importante eran las camaras.
Dos de fotos y una de video.
Instaladas en tripodes frente a un cristal tras el cual se veia la habitacion de Laura. Y su cama.
Sali del cuartito para hacer la ultima comprobacion, aunque estaba fuera de lugar. El espejo de la habitacion, de casi dos metros de largo por uno de alto, servia de ventana. Por un lado, espejo; por el otro, cristal. Desde aquel zulo, alguien fotografiaba a Laura con sus amantes de pago, y los filmaba en video.
Al fin y al cabo, si era una buena actriz.
Me senti bastante mal.
Segun Francisco, Alex entraba y salia como Pedro por su casa. El era el camara. El maldito cabron hijo de la grandisima puta era el camara.
El negocio era el chantaje.
Mire el retrato de Laura y me pregunte cuanto de angel debia quedar detras de su nueva imagen de demonio. Senti dolor por el silencio y volvi otra vez a la habitacion de las camaras. Aquellas carpetas y archivos debian de contener material de alto voltaje. Podia pasarme horas alli registrandolo todo, pero no disponia de tanto tiempo.
