– Vas a devolverlo.
– Si.
– Estas loco.
– Soy precavido, nada mas. Y honrado.
– Ya.
– Me duele que no lo entiendas.
– Y a mi me cabrea que no lo entiendas tu. Eso es dinero negro, limpio y negro. Al imbecil ese no le importa.
– ?Estaras aqui?
– ?Donde quieres que este?
– Te llamare. O volvere mas tarde, dependiendo de como vaya todo.
Esperaba un «No lo hagas» o un «Vete a la mierda», o cualquier frase de las suyas, pero no dijo nada. Busque su bolso con la mirada y al localizarlo deje el maletin y camine hacia el. Fue al cogerlo cuando ella cambio. Toda su calma, su fria serenidad, su enfado y su comedia se vinieron abajo.
Se traiciono a si misma por primera y unica vez.
– ?Eh, eh! ?Que haces?
– Nada. -Mire en el interior de aquella inmensidad-. ?Por que?
– Deja eso. No me gusta que hurguen en mis cosas.
Estaba palida.
– Solo iba a buscar las llaves del coche de Poncela. Las metiste ahi dentro.
– ?Vas a llevartelo? -quiso despistar demasiado tarde.
– Si.
Volvi a meter la mano y atisbar dentro. Julia se me echo encima.
– ?Deja eso!, ?quieres? ?Ya las buscare yo!
No me gusto la forma de empujarme, ni su nerviosismo, ni el modo en que quiso recuperar su bolsa. Pase de la sospecha a la certeza. Algo acababa de romperse en nuestro fragil equilibrio impuesto por el intercambio sexual. No le di el objeto de su deseo; al contrario, lo retuve tirando de el. Eso hizo que acabase de volverse loca.
– ?Damelo!
– Si te hubieras estado quieta no habria hecho mas que coger esas malditas llaves -le dije-. Pero sigues sin creer en mi, sospechando de todo, asi que ahora pienso que aqui dentro hay algo que no quieres que vea. Y voy a comprobar que es.
Se convirtio en una furia. La bofetada fue mucho mas fuerte que la de la noche anterior. Me habria asesinado con la mirada. No tuve mas remedio que defenderme. Arroje el bolso a mi espalda y utilice los brazos para frenar su segundo ataque. La empuje y no sirvio de nada. Se me lanzo a la cara. Aquellas manos que por la noche habian sido un sueno ahora eran armas capaces de arrancarme los ojos. Logre atraparle una. La otra, por desgracia, me alcanzo. Menos mal que tenia reflejos. Un segundo empujon, mas fuerte, hizo que cayera de espaldas sobre el sofa. Me parecio salvaje y hermosa, pero peligrosa. De haber tenido un arma creo que la habria utilizado. Y, por supuesto, no basto tampoco ese empujon. Volvio a la carga.
Y yo me canse de ser una buena persona.
Nunca he pegado a nadie, y menos a una mujer, pero tuve que hacerlo, en defensa propia, a la manera en que Glenn Ford pegaba a Rita Hayworth en
Creo que por eso capte la escena, de pronto, a camara lenta. Una pelicula mas. Llevaba el dia recordando mas y mas peliculas. Ahora era una de Sam Peckimpah. La segunda bofetada, por el otro lado, la obligo a doblar el cuerpo y las rodillas. Eso me dio ventaja. Salte sobre ella y la arrincone en el sofa, con mi peso aplastandola. Aun asi lucho, pataleo, e intento defenderse con rebeldia. Le di la tercera bofetada.
Y una cuarta.
No, no era como hacer el amor.
Se rindio a la quinta.
Dejo de luchar, de resistirse. Un hilito de sangre le caia por la comisura de su labio. Tenia los brazos abiertos y respiraba con fatiga. Los pezones duros, como cada vez que se excitaba para lo bueno o lo malo. Su energia estaba concentrada en los ojos y en la mirada asesina. No recuerdo que nadie me haya mirado con tanto odio.
– Estas loca -jadee.
Deje transcurrir unos segundos, para hacerle comprender que podia ser peor. Tuvo que aceptarlo. Me levante de encima de ella despacio, acalorado, y cerre el puno derecho para mostrarselo. No se movio. Recule hacia atras sin darle la espalda y llegue de nuevo hasta el bolso.
– Veamos que hay aqui que te preocupa tanto.
– Daniel, no lo hagas.
Ahora empleo la suplica.
Tome el bolso dispuesto a echar su contenido sobre una butaca, lo mas alejado de ella.
– Daniel, esto puede ser maravilloso, por favor. Lo de esta noche… Puede repetirse, ?entiendes? Todas las noches, si quieres.
Desparrame todo aquello en la butaca.
Es curioso, lo primero que vi fueron las llaves del coche de Poncela. Me las meti en el bolsillo, junto a las del piso de Laura, las del Mini y las de mi casa. Parecia un cerrajero. Pero a continuacion, por entre aquella amalgama de peines, cepillos, el
Unas eran grandes y estaban dobladas; otras, pequenas. Tambien habia dos sobres de color marron claro. Lo saque todo para examinarlo mejor sin perder de vista a Julia. La vi hundirse en el sofa y apoyar la cabeza en el respaldo con los ojos cerrados.
Las fotografias, grandes y pequenas, eran de Laura y de Alex. Habia un par de el, las mas destacadas, tan guapo y macizo como le viera en las del piso de Elena Malla, en plan modelo. En el resto, Laura y su novio mostraban diversas poses triviales, familiares, como las de cualquier pareja. En el campo, en una boda, en cualquier parte.
– Fuiste otra vez al piso de Laura a por estas fotos -comprendi-. Tu te las llevaste despues de todo.
Julia no dijo nada.
– Esto solo tiene una logica, querida -continue a medida que la luz se hacia en mi mente-: Querias borrar toda huella de Alex en ese piso, toda relacion entre Laura y Alex.
Nuevo silencio. Mas luz.
– Pero no te llevaste las fotos para proteger a Laura, sino para… protegerle a el.
Julia apreto las mandibulas.
– Dios -exclame-, ?que cono tiene ese Alex?
Deje las fotos y abri los sobres de color marron. Si la sorpresa inicial habia sido fuerte, ahora la que siguio fue aun mas contundente. Me basto descubrir la primera de aquellas imagenes para verlo, por fin, todo claro.
Laura y Constantino Poncela.
Aquello era algo mas que hacer el amor. Era una suerte de posiciones, detalles, hechos, coyunturas y situaciones. Todo un espectaculo digno de la mas porno de las revistas. Y con profusion de primeros planos. Estaban en la cama de Laura, en la habitacion del espejo. No habia ninguna duda al respecto. Me pregunte que clase de tipo es capaz de tomar todo aquello viendo como su propia chica es la protagonista.
Las fotos no eran muy buenas, pero si muy claras.
El otro sobre contenia los negativos. Cien o mas.
Julia volvia a mirarme.
– Pudiste haberte ido de aqui feliz y satisfecho, y regresar -me dijo-. Pero has tenido que estropearlo lodo.
– Fin del romance. -Titulo de otra pelicula. Ralph Fiennes y Julianne Moore.