– ?Callese!

Crei que iba a saltar sobre mi.

Me equivoque.

Yo estalla en tension, a la defensiva, asi que no hice nada por evitar que abriera el cajon central de su mesa y que de el sacara una pistola con la que me apunto.

– Ya esta bien, senor Ros -jadeo-. Ya esta bien.

Todos mis argumentos se vinieron abajo.

Y supe que solo a un idiota se le ocurriria ir a casa del asesino sin haber llamado antes a la policia. Por muy periodista que fuese.

Aun asi, si me hubiera querido matar, ya habria disparado. Mantuve cierta sangre fria calculando todas mis posibilidades.

– ?Otro recuerdo de los buenos tiempos? -pregunte sin alegria.

Laureano Malla me estudio con detenimiento. El silencio que nos envolvia era ahora un estruendoso clamor de sensaciones. ?No decia la publicidad de Alien algo asi como «En el espacio nadie puede oir tus gritos»? Mi cabeza trabajaba rapido. La suya se adentraba por momentos en un Mas Alla luminoso.

Sonrio por segunda vez.

– Veo que es como todos, senor Ros. No entiende.

– ?Que se supone que no entiendo?

– Dios no puede hacerlo todo.

– Y usted esta comisionado para echarle una mano.

– No sea ironico ni emplee ese mal gusto conmigo, se lo ruego. La ironia siempre me ha parecido el despecho de los inferiores ante aquello que esta por encima de ellos.

– Buena frase.

– ?Es usted catolico?

– No.

– Entonces… ?como pretende…? -Su rostro reflejo el dolor que mi ateismo le producia.

– Hablemos de usted. ?Por que se escuda tanto en Dios? ?Que tiene que ver Dios con el hecho de que su mujer se fuera con otro, cansada de aguantarle, y de que su hija se le echara a perder, tal vez por culpa de usted mismo y de todo esto? -Abarque su mundo con las dos manos.

– ?Me esta poniendo a prueba?

El canon de la pistola subio un par de centimetros. Paso de apuntarme al pecho a hacerlo entre las dos cejas. Yo ya tengo las cosas bastante claras, no era necesario que me abriera un tercer ojo. Volvi a callarme para no provocarle todavia mas.

– ?Por que se ha metido en esto? -pregunto inesperadamente.

– No lo se.

Era la verdad. No me creyo.

– ?Estaba enamorado de Laura Torras? ?Es eso? ?O se trata del reportaje de su vida? ?Que es, senor Ros? Las personas se mueven por amor o por dinero. ?Cual es su caso?

– Siempre hay una tercera via.

– Digamela.

– Esa voz interior que nos guia, el instinto, la justicia…

La mano volvio a bajar levemente. Necesitaba tiempo. Y solo hablando iba a conseguirlo.

– Fue por vengar a Elena, ?verdad? -dije suavemente.

– Elena. -Suspiro con un deje de tristeza que le envolvio de nuevo en sus recuerdos-. Mi nina…

– Ella se marcho de su lado, tal vez porque se parecia demasiado a su madre. No pudo retenerla. Era guapa, guapisima. Sin embargo, lo peor fue que conociera a Alex. ?Me equivoco?

– No, no se equivoca -reconocio. -Alex la embrutecio, la hizo prostituirse, la inicio en el consumo de drogas y la redujo a nada. Y ella, lejos de reaccionar, de acudir a usted, se dejo arrastrar hasta el fondo. Estaba enamorada de ese hombre.

– Eso no era amor, senor Ros. Alex era el diablo.

– El diablo se apodero de Elena, lo mismo que hizo con su esposa.

La luz de su prepotencia celestial se apago un poco. La realidad volvio a acorralarle. Se hundio despacio.

Llegaba mi tiempo.

– Al morir Elena, ya no pudo mas.

– No pude mas -repitio mas para si que para mi-. Mi hija y yo ya no… teniamos relacion alguna, pero… la fe me mantenia. La fe y la esperanza. Yo rezaba muchisimo, ?sabe? Dios tenia que escucharme. Sin embargo…

– Su muerte fue una revelacion.

– ?Que otra cosa podia hacer? Yo sabia la verdad, y en el entierro de Elena, al ver a esa mujer, y a ese hombre… Lo habian pagado todo con el sucio dinero de sus vicios. Ellos. Los dos. Pero sobre todo… Comprendi cual era mi deber.

– Matarles. -Puse la palabra en la punta de la lengua y la impulse de forma suave hacia el.

– Si, matarles.

– ?Como lo hizo?

Yo ya lo sabia, pero el tiempo era mi aliado. Mientras la cuerda siguiese floja, tendria una posibilidad. Tensarla era dar un paso directo al adios. Laureano Malla no se descuido, aunque tanto su intensidad como su mirada perdieron fuerza. Se encerro un poco en si mismo. Por detras de el, el poster de Los diez mandamientos mostraba a un Moises grave que sostenia las Tablas de la Ley.

– No tuve mas que… seguirles -dijo-. Les vi entrar en esa casa de la calle Compositor Johann Sebastian Bach. -Pronuncio el nombre correctamente-. Crei que vivian alli los dos, aunque un dia, mientras seguia tambien a Elena, les vi en esa otra casa, la de la calle Pomaret. Por eso sabia que el hombre tambien tenia…

– Espero a que se hiciera de noche. -Mantuve su atencion.

– Si. Primero le pregunte por el piso a un conserje. Me vine aqui a por el cuchillo. No podia emplear esta pistola. -La movio un poco-. De noche habria hecho mucho ruido, aunque no es un revolver que produzca un gran estampido. Regrese a esa calle y deje pasar las horas. Oscurecio y, a eso de medianoche, cuando estuve seguro de que no habia un conserje nocturno como en las restantes casas de la calle, me cole dentro aprovechando la entrada de una mujer. Ni siquiera me miro. Nadie presta atencion a las personas discretas.

– Esa noche el conserje nocturno no pudo ir. Fue una casualidad.

– Dios lo aparto de mi camino. -Habia encontrado otra explicacion mas logica para si mismo.

– ?A que hora lo hizo?

– Me oculte en la escalera. El edificio entero parecia vacio. No habia ni un alma. Ningun ruido. Aun asi espere. Mas o menos una hora despues llame a la puerta.

– Y tuvo otro golpe de suerte: le abrio Alex.

– Si.

– Dos personas jovenes y fuertes. Si hubiera abierto Laura, a lo peor no habria sido tan facil cargarse a Alex. Pero al ser el…

– Le hundi el cuchillo en el pecho. Una, dos, tres veces, no recuerdo. Cayo al suelo y no se movio. Pense que estaba muerto. Ni lo toque. Entre y me tope con la mujer, que estaba desnuda. ?Se da cuenta? Desnuda. Salia del bano o… que se yo. A ella le corte la garganta para que no gritara. Y mientras se estremecia en el suelo y vi esa desnudez, su imagen de deseo y provocacion, el mismisimo pecado hecho carne, comprendi el mensaje divino.

– ?Que mensaje?

– ?Su Palabra! -Le brillo la mirada-. ?No lo comprende? Yo solo queria matarles. Pero ella estaba alli, desnuda, y entonces… -Mantuvo la pistola firme, pero elevo sus ojos al cielo, iluminado-. Entonces le hice el signo de la cruz.

No se como pude decirlo, pero lo hice.

– La abrio de arriba abajo, y de lado a lado. Y no contento con eso, cuando empezo a destruir su ropa, encontro el vibrador, las fotografias…

– Hollywood ha dado al mundo lo mejor del Septimo Arte, pero tambien el pecado de su lujuria, senor Ros. - Asintio con un movimiento de la cabeza, despacio-. Tantos mitos caidos por la estupidez, tantas estrellas captadas

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