No habia ni rastro del camello, asi que el primer atisbo de frustracion asomaba ya en sus rostros cansados de mirar a todas partes, luchando contra los flashes de las luces estroboscopicas y el movimiento continuo de la discoteca, la musica y los gritos de los que intentaban hablar entre si.
Como ellos ahora.
– ?Yo creo que no esta! ?Lo veriamos! ?Un tio de mas de veinte aqui canta mucho!
– ?Puede que este fuera, apostado en alguna parte, y que no le hayamos visto, o que haya llegado mientras tanto!
– ?Y si preguntaramos a uno de estos donde poder comprar algo?
– ?Estas loco? ?Crees que todos hacen lo mismo o que?
Maximo los miro como si asi fuera.
– ?Salimos? -propuso Cinta.
– ?Si! -accedio Eloy.
Regresaron a la puerta del Popes. Tardaron cerca de tres o cuatro minutos en abrirse paso por entre los cuerpos juveniles que pululaban por el espacio ludico. Un portero con aires de gorila les puso el habitual sello invisible en la muneca, mirandolos imperterrito. Una vez fuera empezaron a moverse de nuevo por el aparcamiento y las proximidades de la discoteca, que ocupaba un lugar propio en la calle, abierta a los cuatro vientos. No tardaron en regresar a las inmediaciones del recinto, mas y mas desconcertados. De no haber sido por la determinacion de Eloy, Santi y Maximo ya habrian arrojado la toalla, convencidos de que el camello no estaba por alli ni tenia intencion de ir.
Pero les basto con ver la cara de su amigo.
– Volvamos dentro -ordeno el-. Y esta vez nos separaremos. Yo ire al lavabo, tu te pones entre la pecera del disc jockey y la barra del bar, y Cinta y Santi que se queden en la puerta, viendo a todo el que entra y sale.
– Bien -asintio ella.
Maximo y Santi no dijeron nada.
Volvieron a meterse en el Popes.
71
Loreto sentia el peso de una enorme conmocion sacudiendola de arriba abajo.
Ni siquiera lo entendia.
Creia que ver a Luciana alli, en aquel estado, seria tanto como renunciar a la salvacion final, porque si Luciana, tan fuerte, tan distinta, sucumbia, ?que esperanzas tenia ella? Y sin embargo…
La mano de Luciana entre las suyas, aun caliente. La vida que fluia de ese contacto a pesar de todo. El aliento de una lucha soterrada, silenciosa, como si pese al coma su amiga le hubiese hablado.
Habia creido oir aquella voz, su voz.
Muy dentro de si misma.
Un extrano efecto.
Y una consecuencia sorprendente, por su fuerza demoledora.
Queria vivir, vivir, vivir…
Como Luciana.
– ?Echo por el paseo o doy la vuelta?
El taxista no la arranco de su abstraccion.
– Da lo mismo -dijo.
El hombre se encogio de hombros. Le basto con volver a mirarla para que evitara hablarle de lo que iba a hacer y por que. Su pasajera parecia obnubilada.
Lo estaba.
Loreto penso en su pequena victoria de hacia un rato, cuando se vencio a si misma para no vomitar. Ese habia sido realmente el primer paso. Y lo hizo por Luciana.
Aunque eso fuese ya lo de menos.
Lo importante es que lo habia hecho.
– Luciana… -musito.
– ?Decia usted algo, senorita?
– No, no, nada.
Se sentia tan distinta…
Algo tan simple como no vomitar.
Tan y tan distinta.
72
Esther Salas se levanto como impelida por un resorte. Su marido la vio acercarse a la cama de Luciana, mirarla, mover una mano temblorosa hasta su frente, depositarla en ella.
– ?Que sucede? -pregunto.
– Creia que… se habia movido -desgrano la mujer.
No era cierto. El tambien la estaba mirando en esos momentos, bajo la perpetua sombra de aquella incredulidad que sin embargo era mas y mas certeza a medida que pasaban las horas. Pero no se lo dijo a su mujer.
Esther Salas acaricio la frente de su hija. En su gesto floto una desesperanzada esperanza.
– Manana habra que llamar a la familia -volvio a hablar en voz muy baja.
La familia.
Abuelos y abuelas que completarian el cuadro de la tragedia.
– Tu madre se morira -dijo el.
Habian preferido no hacerlo a lo largo del dia, esperar, confiar, pero ahora, al acercarse la noche, todo se convertia en amargura y realidad. Incluso ellos tendrian que descansar, despues de una primera noche en vela. Tendrian que descansar, por extrano que pareciera.
No hubieran querido dormir, sino estar despiertos, constantemente, para velar el sueno de Luciana.
Norma se levanto, se habia movido todo el dia de aqui para alla, como una zombi, respondiendo al telefono o haciendo cualquier cosa, incapaz de permanecer quieta mas alla de un minuto. Cada vez que una emocion le asaltaba, tenia que hacerlo, para no caer en el abismo abierto a su alrededor.
– Norma, ?adonde vas? -la detuvo su madre.
– Al bano -dijo por decir algo.
– Ah.
Se quedaron mirandose las dos, fijamente, con Luis Salas de mudo testigo. Luego la chica se encamino al lavabo.
73
Norma cerro la puerta del bano y se apoyo en el lavabo. El espejo le devolvio su imagen, a mitad de camino