vender.
Giro la cabeza.
El muchacho que estaba en el distribuidor habia salido tras el.
Parecia observarle.
Suspiro. Ya empezaba con las manias persecutorias.
– ?Mierda! -dejo escapar en voz baja.
Cuando antes acabase la mercancia, antes podria largarse. No le gustaba todo aquello, sentirse asi, acorralado, asustado. Castro no era mas que un cerdo. Incluso sabia que si a el le trincaban, nunca se atreveria a decir nada, porque seria hombre muerto. Castro podia dormir tranquilo.
El no.
Se abrio paso sin muchos miramientos. Las inmediaciones del bar estaban mas densamente pobladas de adolescentes, aunque a esa hora la huida, el regreso a casa, ya se habia iniciado. Tenia sed.
Hasta que se detuvo en seco.
Delante de el, a unos cinco metros, vio una cara. Una cara vagamente familiar.
Una cara expectante, y ademas gesticulante. Su dueno movia los brazos, daba la impresion de estar diciendole algo a alguien situado a sus espaldas, mientras lo senalaba a el.
Poli giro la cabeza por segunda vez.
El muchacho de los lavabos estaba ahi, mas cerca, como si pugnase por avanzar en su direccion. Y tenia las mandibulas apretadas.
El camello volvio a mirar al de los gestos.
Fue un flash, rapido, fugaz, pero contundente.
La noche pasada, un amigo de uno que se llamaba Raul, buen cliente, siete pastillas de golpe, un par de chicas…
Quiza fuera una casualidad, quiza no, pero tenia los nervios a flor de piel y no se detuvo a preguntar.
Poli enfilo la salida de la discoteca, abriendose paso a codazos y empujones. Y redoblo sus esfuerzos al ver que los otros dos, el de los gestos y el de los lavabos, echaban a correr tras el con la misma nerviosa celeridad.
77
Eloy no esperaba aquella reaccion de Maximo.
– ?Ya lo se, ya lo se! ?Pero no ves que le estoy siguiendo? -gruno para si mismo-. ?Vas a hacer que…!
Claro que, con sus gestos, Maximo le acababa de dar la certeza final. Era el.
El camello que le habia vendido a Luciana aquel caballo blanco y mortal.
El resto estallo alli mismo, entre sus manos, en su mente, en cuestion de un segundo.
El hombre girando la cabeza, reaccionando con miedo, echando a correr hacia la salida.
Si se escapaba, perderian su ultima oportunidad.
– ?Cinta, Santi! -grito aun sabiendo que era inutil-. ?Va hacia vosotros! ?Detenedle!
Empujo a cuantos encontro por delante, sin miramientos, derribo a una chica, hizo caer algunos vasos y mancho a otros muchos al salpicarles con el vaiven de sus propios vasos. Un murmullo de ira arropo sus movimientos junto a la musica que seguia machacando sus sentidos. Pero para el lo unico que contaba era cogerlo.
Cogerlo.
Solo que el camello parecia haber tomado ya una sustancial ventaja en su huida.
78
Esta anocheciendo.
?Por que me parece todo un simbolo?
No tengo por que tomar ninguna decision. Puedo estar aqui todo el tiempo que me apetezca. Estoy bien. Sin embargo…
Todas las partidas han de terminar, antes o despues. Y como buena jugadora, se que es mejor no prolongarlas indefinidamente.
?Cual es la situacion?
Ella, la muerte, ataca con
Jaque mate.
Ganar o perder.
Anochece y es el momento, si. Y manana sera otro dia.
Tengo dos opciones, y el valor de enfrentarme a ellas. Una es ir hacia la oscuridad, la paz eterna. El adios. Otra es regresar por donde he venido, volver, asumir el dolor y recuperar mi cuerpo, mis sensaciones. Oscuridad y luz.
Y en ambos casos, el camino es dificil.
Debo decidirme.
Muevo mi caballo blanco. La reina negra espera.
Mi turno, mi turno.
79
Cinta y Santi se apoyaban en la pared, cerca de la puerta. Hacia rato que habian dejado de mirar en direccion al interior de la discoteca. Su atencion se centraba mas en quienes entraban o salian, incluso en su aspecto, si llevaban algo en las manos, como si esperasen ver una pastilla recien comprada. No habia ni rastro de Maximo ni de Eloy.
– Ese tio no viene -dijo el.
– O ya se ha ido -arguyo ella.
Cinta giro la cabeza hacia el otro lado.
Y se encontro con el tumulto.
Tan proximo a ella que ya lo tenia encima.
Un hombre corriendo hacia la puerta, vagamente familiar, aunque la noche pasada apenas si le habia lanzado una ojeada. Y detras, a unos metros que eran como una enorme distancia, Eloy primero, y Maximo despues.
Reacciono demasiado tarde, barrida por el viento de la sorpresa.
– ?Santi!
Cuando su novio se movio, ya no pudo impedir que el camello lo atropellara, empujandole sin miramientos. Cayo hacia atras, y, al intentar sujetarse, arrastro a la desguarnecida Cinta con el.
– ?Se escapa! ?Se escapa! -chillo la muchacha.