Antes de dormir dejame que entre en ti.

Antes de despertar dejame que entre en ti.

Antes de morir dejame vivir en ti.

Dejame, dejame, dejame que lo intente hasta el fin.

Dejame ser tu amante esta noche.

Dejame ser tu amante esta noche.

Dejame ser tu amante esta noche.

Dejame ser tuyo el resto de tus vidas.

Me alimento de ternuras y esos besos, que se rompen y nos lavan las heridas, como imagenes de amor en los espejos.

Dejame ser tu amante esta noche.

Dejame ser tu amante esta noche.

Y dormir en el silencio de esos gritos.

Dejar en tus quebradas estas huellas, para amarte con mis dedos ya marchitos, y sonarte mientras tocas las estrellas.

Dejame ser tu amante esta noche.

Dejame ser tu amante esta noche.

Como fuimos en mil vidas ya pasadas.

Geografia del amor que vivo y canto, en tu cuerpo mil pasiones no gastadas, al hurtarle a la muerte tanto espanto.

Nada mas terminar de leerlo cerro la libreta sintiendose culpable y la guardo en su lugar. Tenia un nudo en la garganta y los ojos humedos. Tambien una oleada de calor arrebolandole las mejillas. Las personas nunca terminan de saber como es el ser amado. Siempre queda el misterio. ?Que pensara? ?Que sentira? Alli tenia un retazo oculto de David.

Y ella sin pretenderlo habia violado algo de su intimidad, su universo privado, a pesar de ser la protagonista de aquellos versos.

Tan hermosos.

Se sento en la cama y los siguientes cinco o diez minutos, quiza mas, tal vez menos, los paso viendo como el dia iluminaba mas y mas el cuerpo de David, robandole a las sombras su perfil, borrando de sus rasgos la oscuridad hasta convertirse en un rostro placido. Un rostro banado por la luz del nuevo amanecer.

De pronto, el la miro.

Fue un apacible despertar.

– Buenos dias.

– Buenos dias, cielo.

– Ven.

– No, dejame mirarte.

– Yo quiero abrazarte.

Joa se tumbo a su lado. Hacia calor. El brazo de David la rodeo. Primero rozaron sus labios, sin llegar a la plena entrega. Despues ella se puso de espaldas y ambos apretaron sus cuerpos el uno contra el otro.

No hubo ninguna urgencia.

– He oido una voz.

– ?Donde?

– En mi cabeza.

– ?Que clase de voz?

– Era ella.

– ?Amina? -lo capto David.

– Si. Me llamaba.

– ?Crees que podeis estar conectadas de alguna forma?

– No lo se.

Joa alargo la mano y atrapo el camafeo que contenia el cristal y que habia dejado sobre la mesita de noche de su lado al acostarse. Contemplo el legado de su madre. La piedra mantenia aquel color rojo eterno que solo habia cambiado a verde el dia que llego la nave. Su inexistente peso, la sensacion de que era una materia desconocida en la Tierra, hacia que una y otra vez lo contemplara como si ese cristal pudiera darle las respuestas que buscaba.

– Me pregunto si esto es algo mas de lo que parece -lo sostuvo en el aire igual que si fuera un pendulo.

– Fue el avisador de las hijas de las tormentas.

– ?Y si se trata de una especie de identificador, como un chip?

– ?Como el documento nacional de identidad de los alienigenas? -se burlo el.

– ?Por que no?

– Yo pienso que ahi esta su conocimiento, y si, creo que esos cristales sirven para muchas cosas. Son energia, un intercomunicador…

– Buscamos una puerta, un medio para hablar con ellos, y tal vez lo haya tenido siempre conmigo, desde que mi abuela me lo entrego.

Guardaron silencio unos segundos.

– ?Que te decia la voz?

– Mi nombre. Solo eso.

David le acaricio el brazo. Le beso el hombro.

El dia ya avanzaba indicandoles el nuevo camino que debian seguir. Pero continuaron en la cama, inmoviles, viviendo su particular carpe diem.

31

El pais Dogon tenia su propia magia. La falla de Bandiagara, en las montanas Hambori, al este de Mopti, se extendia a traves de unos ciento cuarenta kilometros de tierra que dificilmente podian recorrerse en coche. Los turistas se veian obligados a hacer trekking. Uno de los mas habituales y hermosos, segun las guias, comenzaba en Sangha, desde donde se descendia por Banani y se recorria poco a poco Ireli, Yaye, Amani, Tireli, Nombori, Ende, Teli Kani y Kombole, pueble-ritos y aldeas protegidos del mundo exterior. En Kombole se escalaba una falla en cuyo remate se encontraba Djiguibombo, localidad en la que los todoterrenos recogian a los senderistas, y el circulo se cerraba donde se habia iniciado, en Bandiagara.

La principal dificultad residia en las elevadas temperaturas, de hasta cincuenta grados, que obligaban a madrugar mucho, suspender las actividades en las horas de mas calor, y reemprenderlas al atardecer. De todas formas los turistas tenian muy poco contacto con la cultura Dogon. Sangha era la capital real del pais. Para alojarse en un pueblo Dogon era necesario contar con el consentimiento de los cabecillas locales. Ellos designaban en que lugar exacto era factible emplazar las tiendas de campana. Curiosamente, esos «lugares exactos» eran los tejados de las casas, para beneficiarse de la brisa nocturna. Muchos sitios estaban prohibidos y otros eran tabu, por habitar espiritus malignos o por ser espacios para la celebracion de ceremonias rituales.

El conjunto estaba aislado, hecho de construcciones singulares, pueblos levantados unicamente con barro, graneros con tejado conico de paja y cuevas suspendidas en mitad de las paredes de roca en las que antiguamente vivieron los pigmeos y que ahora eran utilizadas como sepulturas. El muerto se ataba a un feretro de madera y los hombres lo transportaban en hombros hasta la base de la pared. Alli lo subian con ayuda de cuerdas fabricadas con la corteza del baobab, el arbol sagrado que no puede talarse pero si utilizarse. La configuracion de los pueblos obedecia tambien a un sistema relacionado con el cielo y las estrellas, porque las casas se distribuian formando figuras que solo podian ser vistas desde el aire o la cima de un escarpado.

Llegaba la hora de la verdad.

– ?Por donde empezamos? -pregunto David.

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