baobabs.
– Lo llaman la puerta del tridente.
Dejaron de hablar un momento. A su alrededor todos las contemplaban expectantes bajo la crepitante luz de las antorchas.
– Nos miran como si fueramos diosas -suspiro Joa.
– Somos diosas.
Su tono era orgulloso.
Una nina perdida, siempre solitaria, de vida conflictiva, con poderes utilizados como arma.
Joa quiso abrazarla, decirle que ya no estaria sola. Necesitaba quererla… y que la quisiera.
– ?Vives con ellos?
– Si.
– ?Que te han dicho?
– Esperan que yo les cuente cosas, que les hable de la profecia, de Nommo. Lo unico que se me ocurria era decirles que todavia no era el momento. Pero son pacientes. Hubiera podido quedarme aqui el tiempo que quisiera, ser una especie de reina -se miro las manos.
Joa recordo que habia curado con ellas.
– Vamos a esperar, ?de acuerdo? -le propuso-. Veremos en que acaba todo esto, que nos dicen hoy o manana. Luego encontraremos la forma de marcharnos de aqui.
– Este sitio es tabu -dijo Amina-. No lo han mostrado a nadie en generaciones. Y nuestros cristales se volvieron blancos al entrar bajo su influjo. Eso significara algo, es evidente.
Sus ojos volvian a ser duros. Firmes como rocas.
Joa sintio un retortijon en el estomago, pero contuvo el inevitable rictus de dolor.
Busco la mano de David y cuando la encontro se la apreto con fuerza.
35
La ceremonia en el poblado, bajo las estrellas y al amor de las fogatas tenia visos de sueno hipnotico, detenido en la noche de los tiempos. Habia comida, ofrenda de animales, danzas… Otros hombres de pueblos vecinos participaban de la fiesta. Todos fueron presentados a las dos diosas. Porque para ellos eran diosas.
Y David, su escudero.
El hombre de la mascara que parecia el principal jefe se llamaba Baba Kouyate. Bassekou Toure actuaba a veces como segundo. Las conversaciones eran placidas. No anidaba en ellos ningun nerviosismo o miedo. Las diosas estaban alli. Punto. Que las esperasen desde hacia siglos no importaba nada. Su naturalidad contrastaba con el deseo de ellas dos por hablar, especialmente Joa. Los dogones se sentian felices y el resto no contaba.
Y mucho menos el tiempo.
Las danzas eran hermosas. Los rituales, esplendidos, primitivos. Las miradas de los presentes rezumaban expectacion, amor, respeto, serenidad y un punto de festiva locura. Joa y Amina presidian las ceremonias desde dos pequenos monticulos hechos con corteza de baobab, el arbol sagrado. La comida era sin duda lo mas inquietante, sobre todo para David.
– Realmente eres una diosa -le susurro al oido.
– ?Tienes miedo?
– Inquietud -reconocio el-. No tengo ni idea de como terminara esto.
– Tranquilo.
– ?Como la ves? Se referia a Amina.
– Sigue a la defensiva. Es cuestion de tiempo -le susurro Joa.
– A mi a veces su mirada me hiela la sangre.
– Es muy guapa, ?verdad?
– Increible -asintio rendido a la evidencia.
En la medianoche la danza ceso y tomaron la palabra algunos de los hombres, los jefes de los distintos pueblos que estaban alli. No hablaron en frances, sino en su propia lengua. Joa no se atrevio a preguntar a Bassekou Toure. Amina estaba ausente. Lo miraba todo pero no veia nada. Unas enormes fuerzas interiores convertian en volcan su cuerpo aunque nada trascendiera mas alla de su aparente calma.
Cuando terminaron los parlamentos y retornaron las danzas, volvio a hablar, superada la catarsis.
– ?Puedo preguntarte cosas? -le dijo a Joa.
– No es que puedas, es que quiero contartelas.
– ?Es cierto que vino una nave a buscar a esas mujeres y que por ello el cristal se puso de color verde?
– Si.
– ?Donde estabas tu?
– Alli, en Chichon Itza, en Mexico. Lo vi con mis ojos.
– ?Como sabias que la nave volveria en ese lugar y ese dia?
Le conto todo desde el principio. La desaparicion de su padre, las pistas del enigma maya, la forma en que aparecio David en su vida, el papel de los jueces, la busqueda de sus raices que la llevo hasta las tierras de los huicholes, el interes de la NASA, hasta llegar a los dias previstos en las profecias mayas para que la nave regresara. Despues le hablo de las ultimas dos semanas, la llamada de Gonzalo Nieto desde Egipto, su asesinato a manos de los Defensores de los Dioses, la cruz del Nilo y la posibilidad de que en alguna parte de Egipto existiera esa puerta.
Amina la escucho con atencion. A veces Joa sentia como si ella rebuscara en su propia mente.
Como si leyera sus pensamientos.
Podia bloquearlos. Y lo hizo.
– ?Como es esa cruz? -fue la unica pregunta de Amina.
Se la dibujo en la arena, entre sus pies, utilizando una ramita seca.
Amina permanecio inmovil.
– En cada esquina hay un dios egipcio -le amplio la informacion Joa.
– ?Marca el lugar en el que esta la puerta?
– He visto la cruz dos veces, ya te lo he dicho, y en ningun caso aparece sobre un mapa o guarda relacion con un lugar concreto. Sin embargo por ella murio el arqueologo amigo de mi padre. Esa secta defiende un secreto, los lugares que marcan el contacto en Egipto de sus antepasados con los extraterrestres.
La cruz seguia alli. Fue la propia Amina la que la borro, con el pie.
– ?Que te pasa? -quiso saber Joa.
– Nada.
– Pareces…
– No me pasa nada -fue contundente, y cambio de tono para agregar-: Tu unico interes en todo esto reside en hablar con tus padres.
No era una pregunta, sino una aseveracion.
– Si.
– ?No te interesa quienes son, de donde vienen, como es su vida, que clase de seres somos nosotras…?
– Si, tambien, pero es relativo -quiso justificarselo-. Tu no conociste a tus padres, y lo siento. De verdad lo siento, Amina. Yo en cambio recuerdo a mi madre, mucho, muchisimo. Perderla fue el mas duro golpe de mi vida. Asi que cuando mi padre tambien desaparecio…
Amina miro a David.
– Yo nunca he amado a nadie.
– No digas eso.
– No he tenido tiempo, ni tampoco a quien. Y me da igual.
– ?Y Hussein Maravi?
– No era nadie. Solo fue un amigo.
– Tu vida va a cambiar desde ahora, te lo juro.