– Somos… como hermanas, Amina.
– Yo no tengo ninguna hermana.
La adolescente jordana llevaba su cristal colgado del cuello, dentro de una bolsita hecha con el mismo cordon de cuero que le servia de soporte. La blancura de la piedra era visible a traves de los nudos que daban forma a la bolsa. Joa abrio su camafeo. Logro impactarla.
– ?Por que tienes tu esto? -quiso saber.
– Te lo he dicho. Somos como hermanas. Tu madre y la mia fueron enviadas a la Tierra junto a otras cincuenta mujeres para recoger informacion. Tres de esas mujeres tuvieron hijas, algo que quiza no estaba previsto, y el 15 de septiembre de 1999 desaparecieron. Las demas lo hicieron hace unos meses, cuando una nave regreso a por ellas. Todas llevaban un cristal como el nuestro. Eso es lo que nos identifica. Tu madre se llamaba Munha. Tu escapaste de Al Sawwan Urdun con un chico llamado Hussein Maravi hace unas semanas…
Hablaba demasiado. Se lo estaba soltando todo de golpe, alli, en medio de la insolita reunion frente al tumulo del cristal, en el corazon del pueblo Dogon.
Amina ni parpadeaba.
Era extraordinariamente hermosa. Si, se parecian, pero la belleza de Amina rozaba la perfeccion. Tan alta como ella, esbelta, muy delgada, no parecia tener quince anos. El cabello era negro con reflejos rojizos, esplendido, formaba un marco que envolvia su rostro exuberante, ojos profundos y de un estremecedor color gris, transparentes. Los labios eran carnosos, una mancha dulce, con el inferior suave y redondo. La nariz era el equilibrio sobre el cual armonizaba el conjunto, la frente ancha, los pomulos redondeados, la barbilla puntiaguda. Las manos tampoco semejaban las de una persona sometida a una vida dura. Dedos largos, unas cortas, manos de princesa. Aparentaba mas edad, diecisiete o dieciocho anos. Solo el desafio detras del cual escudaba el miedo era el de una joven adolescente.
– ?De que estas hablando? -su rostro se contrajo en una mueca de incomprension.
– ?No sabias nada de tu origen?
– ?Que origen?
– ?De donde procedia tu madre?
– Si lo sabes todo de mi como dices, sabras que yo era una cria cuando ella desaparecio. Lo unico que se me lo dijo mi tia: que la encontraron despues de una gran tormenta.
– Procedian del espacio, Amina.
– ?Estas loca?
– Nunca estamos enfermas, aprendemos rapido, tenemos una memoria privilegiada. ?No te dice nada todo eso? Y esta el parecido. Ellas tambien se parecian entre si. Toda tu vida te has estado haciendo preguntas, y yo te doy las respuestas. Has venido hasta estas tierras buscando algo, tu identidad, y saber mas. Bien, yo puedo contartelo todo, porque yo tambien busco mis propias respuestas.
Hablaban en un rincon del santuario. Nadie las molestaba. David asistia en silencio al encuentro de las dos jovenes. Los dogones permanecian quietos, mirandolas bajo el efecto de su impresion. Nadie las atosigaba.
Siguieron hablando.
– ?Por que viniste hasta Mali? -pregunto Joa.
– Lo unico que tenia mi madre cuando desaparecio era este cristal. De alguna forma pense que aqui encontraria informacion sobre el. Solo investigue por casualidad esta cultura…
– ?Por que ahora?
– En diciembre mi cristal cambio de color. Lo interprete como una senal. Me dije que ya era hora de acabar con mi maldicion. Por eso me escape de Al Sawwan Urdun. Era un infierno.
– Estuve en el.
Los ojos de Amina se endurecieron todavia mas.
– ?Y tu amigo?
– ?Hussein? -ahora la mirada se entristecio, una descarga de dolor-. Murio en el camino, en la frontera de Chad con Niger. Nos dispararon, una guerrilla o unos bandidos, no estoy segura. El cayo antes de que yo pudiera detener el ataque.
– ?Lo detuviste?
– Si.
Comprendio el sentido de sus palabras.
– Yo tambien tengo poderes, pero son aterradores -manifesto con pesar.
– Sirven -fue su laconica consideracion.
– Amina -la toco por primera vez, puso su mano en el brazo de la chica-. Quiero ayudarte.
– Nunca he necesitado ayuda.
– Entonces quiero que me ayudes tu a mi. No tengo todas las respuestas que quisiera pero juntas podemos encontrarlas.
– Dices que tres mujeres de las enviadas tuvieron hijas. ?Donde esta la otra?
– En la India.
– ?Y quieres dar con ella?
– Si, aunque antes tenemos que ir a Egipto.
– ?Que hay alli?
– Una puerta, una forma de comunicarnos con ellos.
– ?Sabes donde esta?
– Aun no, pero juntas seremos mas fuertes.
– Mas poderosas.
– No digas eso -le presiono el brazo-. El poder no es bueno.
– Ha sido lo que me ha mantenido a mi con vida, y libre -le recordo ella con contundencia.
– Hemos de hablar tanto…
Amina miro a David por primera vez, fijamente. A los ojos. Sabia que estaba alli, pero deliberadamente lo habia ignorado.
– ?Es tu marido?
– No, pero estamos juntos en esto.
No hubo ningun formulismo, no le tendio la mano, no se acerco para besarle en la mejilla. Nada. Ni era el momento ni era el lugar. Tampoco era la costumbre. Solo sostuvo esa mirada durante tres largos segundos.
– ?Tienes un nombre? -volvio a dirigirse a Joa.
– Yo soy Georgina, pero todos me llaman Joa. El es David.
Amina miro el cristal. Luego a la mujer que acababa de contarle la historia mas extraordinaria que jamas hubiera escuchado. Finalmente sus ojos se dirigieron al tumulo, en cuyo cenit los dogones guardaban el cristal de Nommo.
– Ellos tambien me dijeron que Nommo vino del espacio -suspiro.
– Y no les creiste.
– No. Es decir… no se. Algo en mi interior…
– ?Cuando llegaste aqui?
– Hace una semana.
– ?Y como diste con este lugar? -abarco la cueva.
– Mi cristal se puso de color blanco al llegar a estas tierras. Lo interprete como otra senal. Lo unico que hice fue llevarlo a pecho descubierto, como una especie de identificacion. No tardaron en venir a por mi.
– ?Ibas a quedarte con ellos?
– No, pero tampoco sabia muy bien que hacer. Sus respuestas no eran las que buscaba. Las tuyas, si. ?Como supiste que estaba en Mali?
– Fui a Jordania a por ti. Llegue al lugar en que te encerraron y una enfermera me conto que te habias escapado con Hussein y que el queria ensenarte Petra, que alli tenia a un amigo, un conductor de burros. El conductor me hablo de Hamid, en Aqaba. En casa de Hamid encontre la informacion del pais Dogon e interprete que estabas aqui.
– ?Has venido a pie?
– No -Joa sonrio-. Llegue en avion y alquile un coche. Lo tengo arriba, en la carretera, debajo de tres