daban para libros enteros por su singularidad, la de los hombres puros e impuros era sin duda la mas curiosa, un rasgo que se adquiria ya en el momento de nacer, por herencia, o sea que no se merecia en vida. Los primeros, los puros, los innenomo, «hombres que viven», tenian prohibidas las actividades rituales asociadas con la muerte. Los segundos, los impuros, los innepuru, «hombres muertos», eran los que realizaban todos esos rituales, la preparacion y el entierro del cadaver y el sacrificio y consumo de animales sagrados. Para ser Olaburu habia que ser impuro.

Los tres hombres se inclinaron ante ellos.

– Bienvenidos -les dijo inclinandose el mas adelantado en el idioma oficial de Mali, el frances, aunque con el mismo peculiar acento de Bassekou Toure.

– Gracias -asintio Joa.

El hombre se alzo y la miro. Joa solo veia sus ojos, pequenos, por detras de la mascara, muy grande, hasta el pecho. Eran unos ojos llenos de admiracion. La expectacion exterior se correspondia con un halito de paz alli dentro. Ella misma se sintio embriagada por la calma.

No asi David.

– Preguntale que hacemos aqui. -Espera. Esta gente no conoce el termino prisa. Dales tiempo.

– ?Tienes idea de que pueda estar pasando?

– Creo que si.

– ?En serio? -se asombro el.

El hombre que habia hablado y la observaba con tanta atencion fue tambien el que tomo la iniciativa. Volvio a inclinarse y enfilo la puerta de la casa. Bassekou Toure se estaba poniendo otra mascara. Les indico que siguieran al que parecia el jefe y le obedecieron. Cerraron la comitiva los otros dos. Su aparicion en el exterior causo el mismo impacto que a la llegada. Un pueblo entero en silencio, todos observandolos con asombro, devocion y respeto, sin miedo, como si fueran un milagro.

Y tal vez lo fueran.

David cogio a Joa de la mano.

– No es por ti -le susurro-. Es por mi. Necesito tocar algo real.

Joa no dijo nada. Sentia algo en su interior. Sabia que estaba cerca de resolver un misterio.

La construccion de barro en la que acababan de ser recibidos se encontraba al pie de una inmensa pared. No tuvieron que caminar mucho para alejarse del pueblo. Estaban solos. Nadie los habia seguido. Bordearon las rocas por la parte inferior, subiendo y bajando segun la orografia del terreno y acabaron escalando un desnivel de una decena de metros. En la parte superior vieron la entrada de una cueva. No daba la impresion de ser una de las mortuorias, situadas mas arriba e inaccesibles. Esta tenia una angosta entrada pero luego se abria formando una gran camara de la que partian unos escalones descendentes hacia las sombras inferiores.

Los cuatro dogones encendieron antorchas.

El camino hacia las entranas de la tierra tampoco fue largo, ni muy pronunciado. Los mismos diez metros que habian subido en el exterior los descendieron mas o menos por el interior. Despues se encontraron en una especie de pasadizo que serpenteaba bajo las rocas. La escena tenia algo de aventura romantica, cuando Africa era un misterio y los occidentales se encontraban atrapados por su magia. Cuatro hombres tocados con mascaras y ellos dos, mientras todo un pueblo aguardaba en el exterior.

El pasadizo acabo desembocando en una inmensa gruta interior. Era tan alta que la luz de las antorchas no conseguia iluminar el techo. Las rocas alli eran distintas, redondeadas. No procedian de derrumbes sino que daban la impresion de haber sido talladas, moldeadas. En el centro de la gruta se alzaba un tumulo. Una construccion de madera rematada por una vasija bellamente labrada.

Joa recordo los rasgos de los cuatro cultos principales de los dogones. El culto Wagem, relacionado con los ancestros y con Ginna Bana de lider; el culto Lebe, encabezado por Hogon y asociado al ciclo agricola; el culto Binu, el totemico, comandado por Binukedine; y el culto Awa, con el Olaburu como dirigente. Los cuatro formaban un unico sistema religioso pero tenian sus peculiaridades. Ginna Bana y el Olaburu eran impuros. Hogon y Binukedine, puros. De su enfrentamiento constante nacian todas las normas de la vida Dogon, una manera de ver el mundo absolutamente propia.

Lo que no sabia era en que lado estaba ella.

Tal vez en ninguno.

Los cuatro hombres se inclinaron ante el tumulo.

– Ven -el de la mascara principal le tendio la mano a Joa.

Se acercaron al tumulo. David lo hizo por su cuenta, sin esperar que nadie le invitara. No le detuvieron. Al llegar frente a la vasija el hombre tomo la tapa. De sus labios fluyo una letania.

Luego la levanto.

Lo que menos se podia imaginar Joa era aquello. Esperaba algo, y algo importante, revelador, pero no… Un cristal.

Un cristal exactamente igual al suyo, y de color blanco.

– Dios… -exhalo esforzandose por comprender.

– Es el unico legado de nuestros antepasados -hablo el hombre con enorme serenidad y devocion-. Nommo nos lo dejo en el origen.

Habian estado alli antes.

Como en Yucatan, o Egipto…

Ellos.

– Vosotras sois sus enviadas -se inclino una vez mas con reverencia.

– Y sois la prueba de que todo esta bien y se cumplira, puesto que habeis vuelto -escucharon la voz de Bassekou Toure detras de ellos.

?Por que hablaban en plural?

– ?Que es lo que se cumplira? -Joa logro recuperarse de la sorpresa.

– La profecia. Dijeron que un dia volverian los hijos de las estrellas, en la Decima Luna, y que ese seria el comienzo del nuevo futuro.

Los hijos de las estrellas.

Ahora si hizo la pregunta.

– ?Por que hablais en plural?

El hombre senalo a su izquierda. Habian aparecido otros miembros del pueblo, todos con sus mascaras y sus pinturas. En medio del grupo, iluminada de forma casi dantesca por el danzante movimiento de las antorchas, vio a una chica blanca vestida con una tunica Dogon.

– Porque estais aqui, las dos, como Nommo en su infinita dualidad -anuncio Bassekou Toure.

Joa se quedo sin aliento.

Era la primera vez que veia a Amina Anwar.

34

No sabia lo que los dogones esperaban de ella, pero no pudo quedarse quieta ni un segundo mas, aguardando lo que fuera a suceder. Bajo del tumulo y se acerco a la persona que habia estado buscando por media Jordania.

– ?Amina! -exhalo.

La chica le respondio en su idioma, por puro instinto.

– No entiendo el arabe -dijo Joa-. ?Espanol? ?Ingles? ?Frances?

La enfermera del manicomio le dijo que era muy inteligente, coeficiente intelectual extraordinario, y que hablaba varios idiomas sin haber estudiado nunca…

– Ingles -acepto-. Asi ellos no nos entenderan. ?Como sabes mi nombre?

– Porque te conozco. Llevo buscandote mucho tiempo.

– Yo a ti no te conozco de nada.

Su tono era adusto, su mirada desconfiada. Tenia los ojos duros y el corazon lleno de cicatrices. Su expresion era como un grito.

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