perfil.

Un dogon autentico.

Quedaron sorprendidos, pero sin tiempo para hacer otra cosa que esperar. Sobre todo cuando su visitante se inclino de manera ceremonial al aparecer ellos ante su persona.

Con absoluto respeto y devocion.

– ?Queria vernos? -se dirigio Joa a el en frances.

La respuesta tardo unos segundos en producirse. El hombre recupero la vertical al terminar la reverencia y hundio en ella unos ojos cargados de edad y vida, ojos viejos, de experiencia, pero tambien impregnados de la luz de la esperanza. Los hundio en ella y sus labios esbozaron una timida sonrisa de serenidad.

– Bienvenida -le dijo con un acento poco habitual, como si el frances no fuera su lengua.

– ?Quien es usted?

– Me llamo Bassekou Toure. Y creo que esto es suyo.

En su mano aparecio el camafeo.

Joa se quedo sin aliento.

– Por favor… -se lo tendio el dogon.

Al tocarlo, al sentirlo entre sus dedos, recupero toda su energia robada. Una descarga de adrenalina inyectada directamente en su cerebro que se expandio al momento por sus terminaciones nerviosas y sus musculos.

Lo abrio.

El cristal seguia en su interior. Blanco, puro, cegador.

– Gracias -suspiro.

– Preguntale como lo ha conseguido y por que nos lo ha devuelto -dijo David.

– El nino intentaria venderlo, o el es su padre y se lo descubrio…

– Preguntaselo, Joa.

Bassekou Toure levanto la mano.

– Han de acompanarme -se inclino por segunda vez aunque solo como acto de apoyo a su suplica.

– ?Adonde?

– Confie en mi.

Su sonrisa era pacifica, pero sus ojos mas. No hizo falta que ella se lo tradujera a David.

– No -dijo el captando su intencion-. Ni hablar.

– Esta bien -asintio Joa.

El anciano camino hacia la puerta. David intento sujetar a Joa. Ella ya se estaba colocando el camafeo al cuello, haciendo un nudo por la nuca con los dos extremos de la cinta rota por el ladron.

– ?Estas loca? -le susurro-. ?No sabemos quien es!

– Nos lo ha devuelto -guardo el camafeo con el cristal bajo la blusa.

– ?Puede volver a quitartelo!

– David, ahora todo esta bien. Lo se.

No hubo mas discusion. Alcanzaron a Bassekou Toure en el aparcamiento. David llevaba las llaves del coche encima. El mismo se sento al volante. Joa lo hizo en el asiento del copiloto y su invitado atras. Al arrancar el vehiculo no tuvo que preguntar nada.

– Doble por la derecha -le indico el dogon-. Al llegar a la avenida tome la izquierda. Saldremos de Bandiagara y nos dirigiremos a Djiguibombo.

Ya no hablaron durante los siguientes minutos. Joa sonreia con aire ausente. De vez en cuando David miraba a su pasajero por el espejo retrovisor interior. El hombre se limitaba a mantener una secular dignidad, sereno y distante. Solo la cambiaba cuando sus ojos se depositaban en ella. Entonces su expresion se dulcificaba.

Como un abuelo contemplando a un nieto dormido en una cuna.

La carretera cambio su perfil a los pocos kilometros, quince minutos despues, y se convirtio en una pista de tierra polvorienta y rojiza. El paisaje se hizo agreste, con paredes cortadas a pico, baobabs salpicando el horizonte y distantes montanas encajonando la falla de Bandiagara. A un lado, fuera de su vista, se abria el universo de los dogo-nes, con su misterio y sus leyendas. Sabian que se dirigian hacia el corazon de sus tierras. No hacia falta preguntarlo.

La unica duda era por que. Y hasta David se rindio agotando su ansiedad. Alargo su mano derecha, tomo la de Joa y se la presiono.

Un gesto que no paso inadvertido para Bassekou Toure.

– Gracias por estar aqui -rompio el silencio inesperadamente.

– Gracias por devolverme esto -se llevo una mano al pecho.

– Maali sera castigado. Su ignorancia no es excusa.

– ?Maali es el nino que me lo quito?

– Si.

– Hable con el, pero no lo castigue.

El hombre alzo las cejas. No era la respuesta que esperaba. Pero se contento con seguir mirandola con ojos cargados de devocion.

No rodaron muchos kilometros mas.

– Mas adelante el camino se ensancha. Vera tres baobabs muy juntos, a la derecha. Detenga el coche bajo ellos, a su amparo.

Los tres baobabs, enormes, tan peculiares como todos, con sus gruesos troncos y sus ramas esparcidas como secos racimos de uva al aire, se recortaron en la distancia al cabo de un par de minutos. David hizo la maniobra, rodando despacio hasta detenerse en un punto intermedio de ellos. Los ocupantes del cuatro por cuatro descendieron del vehiculo y entonces el dogon tomo el mando.

– Siganme, por favor.

El camino se iniciaba a los pocos metros, oculto por una masa de vegetacion imposible de vislumbrar desde la pista de tierra. Descendia en una pronunciada pendiente en zigzag hacia las profundidades del escarpado. Desde alli no se veia el fondo.

Bassekou Toure no volvio a hablar hasta doscientos metros despues.

Al pasar junto a una mascara ritual colgada de un palo hundido en la senda.

– Bienvenida a casa de nuevo, Nommo -le dijo a Joa inclinandose antes de reemprender la marcha.

33

Estaban empapados en sudor cuando llegaron al fondo del escarpado. Frente a ellos se abria un valle verde y exuberante. Altas paredes con inaccesibles agujeros de cuevas visibles se extendian a ambos lados de un canon que desembocaba en un lago y unas primeras construcciones, exactamente como las habian visto en los libros turisticos, de barro, rojizas, con algunas fachadas pintadas siguiendo el ritual artistico de los dogones. Su presencia alli estaba advertida de antemano. Poco a poco fueron viendo a los hombres, mujeres y ninos de la tribu. Ante su presencia, todos bajaban los ojos, o se inclinaban con respeto.

– Aqui esta sucediendo algo y no tenemos ni idea de que -reflexiono David.

– Pero tiene que ver con el cristal, eso seguro -dijo Joa.

– Te ha llamado Nommo.

– Lo se.

– ?No era ese el nombre del que me hablaste…?

No caminaron mucho mas. Se detuvieron delante de una construccion con una alta pared vertical y su guia se aparto para que entraran primero.

En el interior esperaban tres hombres, los tres tocados con mascaras rituales. Joa interpreto su esencia. Eran Awa. 0 pertenecian a la Awa, la sociedad secreta Dogon. Habia leido que los Awa controlaban el culto de las mascaras y que eran los oficiantes de las grandes ceremonias del pueblo, especialmente el Sigui, el Culto a la Gran Mascara. Solo los hombres adultos podian ser Awa. Su lider era el Olaburu, el maestro del lenguaje de la maleza y de los hombres impuros. Entre las muchas normas de conducta, religiosas, de usos y costumbres, que

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