taparon y la echaron al rio. Isis fue en su busca y cuando encontro la caja convertida en tallo de una planta regreso con ella. Set lo supo y despedazo el cuerpo de Osiris en catorce pedazos que disemino por el pais. Pero de nuevo Isis, ayudada por Neftis, los encontro. Todos menos uno: el falo. Ayudada por Anubis, embalsamo a Osiris, que fue asi la primera momia de Egipto, y se convirtio en pajaro para que el la fecundara. De esta fecundacion nacio Horus.
– Muy bien, conocemos la vida de los guardianes -reflexiono David-. Habra que utilizarlo de alguna manera, ?no?
– ?Como? -pregunto Amina.
– Con humildad… Y Joa bajo la cabeza. Humildemente.
Al hacerlo, a los pies de Nefertem, vio el ojo de Horus. Era la unica estatua con un signo a sus pies. Se agacho y toco con la mano su contorno. No sucedio nada. La rodeo y llego a la pared. El ojo reaparecia por detras, en el muro que iba de lado a lado, en una hermosa placa cincelada con esmero e incrustada en un friso en el que se veian decenas de lotos presididos por una figura humana.
– La humildad te hace inclinar la cabeza -dijo Joa reflexionando en voz alta, siguiendo el hilo de sus propios pensamientos-. Solo asi ves el suelo. El ojo de Horus que esta ahi, al pie de la estatua de Nefertem, se reproduce en este friso. El loto es sagrado para los dioses solares, ya que se orienta al Este y rinde homenaje al Sol que nace. El loto se cierra de noche y vuelve a abrirse de dia. Evoca la muerte y la resurreccion de Osiris…
Puso la mano izquierda sobre el ojo de Horus y la derecha sobre la figura humana que emergia del loto central.
Los presiono.
El ruido del muro desplazandose hacia un lado los sobrecogio un instante.
– Alucinante -exhalo David.
– Vamos.
Joa paso al otro lado. La siguieron. David se dio cuenta de lo mucho que resistia Amina, debilitada por los dias que llevaba sin ingerir alimento alguno. Lo unico que llevaba encima para mantenerse en pie eran aquellos sorbos de agua. De pronto ya no sentia animadversion hacia ella.
La cogio por un brazo.
La chica no dijo nada. Solo temblo un instante. Joa alumbro la nueva estancia, un pasadizo que moria, una vez mas, en una escalinata que descendia hasta el interior de la tierra.
– ?Es que esto no se terminara nunca? -se sintio agotado David.
Caminaron hacia la escalera y, con precauciones, sin precipitarse, bajaron por sus estrechos peldanos labrados en la roca. Doce. Pasaron entre dos columnas y se encontraron en una sala cuadrada, sin ninguna salida.
– ?Pero esto que es? -volvio a protestar David.
– Hay unas inscripciones -Joa senalo la pared frontal y el techo.
– La ultima pista es «La voz de los dioses debe fluir
de ti».
Joa se mordio el labio inferior. -?Que pasa?
– Reza Abu Nayet solo tradujo un fragmento que encontro… Hay un enorme vacio hasta «la voz de los dioses debe fluir de ti».
– Eso significa…
David no pudo terminar la frase.
Joa acababa de pisar una enorme baldosa, no muy distinta a las que formaban el suelo de la sala, pero en este caso se hundio levemente bajo su peso. Salto rapidamente. Demasiado tarde.
Entre las dos columnas por las que acababan de pasar se deslizo una enorme losa de piedra, cerrandoles el paso.
Y del techo, por una docena de huecos, empezo a caer arena.
52
Era una muerte lenta, muy lenta. Lo que tardara la arena en llenar todo aquel espacio.
– ?Es que a vuestros antepasados no se les ocurrio nada mejor para fastidiarnos? -grito David notando el amargo zumbido del panico.
– Ellos no hicieron esto, lo hicieron los egipcios, para proteger la cruz del Nilo -le recordo Joa.
Amina ya estaba en la pared, mirando las inscripciones. Joa llego a su lado.
Textos diversos, jeroglificos.
Una pared entera de ellos, de arriba abajo.
Y el tiempo apremiando.
– Aprendi algo acerca de los dioses, pero nada mas -se resigno la joven.
– Yo se algo mas, y creo que puedes ayudarme -dijo Joa.
Le paso la linterna a ella y saco del bolso el boligrafo y el bloc.
– ?Que vas a hacer?
– Hemos de interpretar esto -senalo la pared. -?Todo? -los ojos de David se dilataron-. ?No os va a dar tiempo!
La lluvia de arena ya habia formado monticulos en el suelo de la sala.
Joa escribio a toda prisa las letras equivalentes a las figuras mas usuales del alfabeto egipcio, a tamano grande. Lo hizo recuperando de su prodigiosa memoria un simple cuadro visto en uno de los libros que habia fotografiado mentalmente y siguiendo la estela de lo que ciento noventa anos antes habia hecho Jean-Francoise Champollion. Volvio a ponerse el bolso en bandolera, arranco la hoja de papel con el resultado final y la apoyo en la pared, para que Amina pudiera verla.
– Venga, que cada una intente interpretar una parte.
Los siguientes cinco minutos transcurrieron muy aprisa.
Y otros cinco mas.
La arena ya cubria casi un palmo del suelo. Era fina, muy fina. Una arena milenaria que habia aguardado cientos, miles de anos, el momento de atrapar a unos incautos como ellos. Si trataban de moverse por encima se hundian, asi que desistieron de ello.
– No son mas que rezos -lamento Amina.
– ?Mierda! -gruno David.
Joa no hablaba. Traducia a toda velocidad. Ya no tenia que mirar lo anotado. Amina lo hacia mas despacio una vez asimiladas las equivalencias.
La pared era hermetica, ningun agujero, ninguna fisura, ningun friso que activara un resorte oculto.
Cuando la arena llego hasta la altura de las rodillas les costo mas moverse.
– El techo -indico Joa.
– ?Como llegamos ahi?
– Tienes que subirme.
David lo acepto sin rechistar. Se agacho para que Joa subiera a su espalda. Sentada sobre sus hombros llegaba facilmente hasta la losa que cubria la superficie del lugar. La linterna menguo entonces su intensidad.
– No… -gimio ella.
– ?Y ahora que? -los ojos de David destilaron todo el miedo que sentia.
– Llevo cerillas en mi bolso.
– ?Que mas llevas en el? -se asombro.
– Soy una chica precavida.
– Subeme a mi tambien -le pidio Amina-. Una en cada hombro. Iremos mas rapido.
No tuvo mas remedio que hacerlo. Aplastado por el peso de las dos, con la arena subiendo lentamente por sus piernas, se convirtio en una columna humana hasta que les hizo notar el peor de los detalles.
– Ya me esta… llegando al pecho…
La linterna no daba mas luz desde hacia algunos minutos. Amina iluminaba cada porcion de techo con cerillas