que se consumian vertiginosamente.

– Tiene que haber alguna frase clave. Una fisura, un resorte en alguno de los simbolos jeroglificos.

Faltaba medio techo, y David no podia ya moverse a causa de la arena que lo inmovilizaba.

Joa cerro los ojos.

– Amina, concentrate -le pidio.

– ?Que…?

– No podemos buscar mas. Debemos sentirlo. Juntas lo conseguiremos.

La chica la imito. No raspo la cabeza de la siguiente cerilla.

Todo quedo a oscuras.

Un minuto, dos…

Sus manos recorrieron el techo por separado, abarcando el maximo de superficie, hasta que se encontraron en un punto, a la izquierda de ambas.

– Enciende una cerilla -ordeno Joa.

La debil llamita arranco nuevas sombras del trabajado techo. Por abajo, la arena superaba ya el pecho de David.

Pudo mover la cabeza lo justo para mirarla.

– Joa.

– ?Que?

– Te quiero.

– Aun no te despidas de mi, carino. Sus manos se habian detenido en un jeroglifico muy simple, encerrado en un cartucho horizontal.

Y Joa leyo en voz alta:

– Oh… dios…, llevame… al cielo…

Joa presiono el contorno del jeroglifico. Justo al lado de la ultima figura, dentro del mismo cartucho, estaba localizado uno de los grifos de arena.

Dejo de manar en ese momento.

Miro el resto de fuentes que escupian arena.

– Amina… -musito con el corazon encogido.

La chica acababa de comprenderlo. Su mano era la que estaba mas cerca del primer cartucho. La desplazo hasta el e introdujo dos dedos por su interior.

– Hay algo…

Lo presiono.

Y esperaron conteniendo la respiracion. Los demas agujeros dejaron de verter arena.

De golpe, tras otra breve pero enloquecedora pausa, el techo entero fue deslizandose hacia el frente, pasando por encima de la pared ilustrada.

– ?Y ahora que?

David se esforzo en mirar hacia arriba. Amina prendio una cerilla mas. El techo solo se habia movido hasta la mitad. Justo encima de sus cabezas. Joa podia aferrarse a su borde y subir hasta la parte superior. Una vez en ella, con medio cuerpo fuera, coger a Amina.

Ahora estaban a oscuras.

– Tened cuidado -suplico David.

La chica repitio los gestos de Joa. Ya a salvo, prendio una cerilla. Por debajo de ambas David intentaba luchar contra la presion ejercida por la tierra que lo rodeaba.

Con medio cuerpo fuera, Joa y Amina alargaron los brazos con las manos extendidas hacia el, al limite.

– Intenta cogerte a nosotras y dejanos el resto.

– De acuerdo.

– ?Ya? -le susurro Amina en la oscuridad.

– Si, rapido. Esto es demasiado inestable.

– ?Ahora!

No podian verle. Escuchar sus jadeos, si. Verle no. Notaban la fuerza. De un momento a otro temian oir una maldicion, el sordo ruido del cuerpo volviendo a la arena.

Joa sintio un roce.

Alargo mas los brazos, estiro los dedos.

La mano de David choco con la suya y se agarro

a ella.

– ?Le tengo!

– ?Yo tambien! -grito Amina.

– ?Estoy colgando de vosotras! -les advirtio el.

Joa utilizo las dos manos. Sabia que Amina estaba haciendo lo mismo.

Procedente de alguna parte de aquel diabolico mecanismo escucharon un sonido grave, prolongado, como si la tierra estuviese gimiendo.

– ?La arena esta descendiendo!

– ?David, cuidado!

El techo inicio el camino de regreso a su posicion original.

Disponian de apenas diez, quince segundos.

Joa busco la complicidad de su companera en la oscuridad.

– ?Amina, ahora!

La descarga energetica fue mutua. Fuerza mezclada con rabia. Mas que subir a David a pulso, algo dificil dada su posicion, lo que hicieron fue proyectarlo hacia arriba con sus mentes.

Los tres quedaron sobre la losa, hasta que esta se detuvo de nuevo sellando la camara inferior.

– ?Santo cielo…! -temblo el rescatado.

En la oscuridad Joa le abrazo echandose casi encima de el y busco sus labios, temblando.

El fulgor de una cerilla les arrebato la intimidad final.

Se encontraron con los ojos de Amina.

– Hemos de ir hacia la luz -les dijo antes de incorporarse mientras senalaba un resplandor a lo lejos.

53

Reiniciaron la marcha una vez que se hubieron quitado la arena que los impregnaba por dentro, golpeandose el cuerpo y vaciando sus zapatos. El sudor los empapaba y la tierra se les pegaba con sana.

El suelo, ligeramente ascendente, era liso pero estaba muy pegajoso, con zonas en las que sus pies se hundian dos y tres centimetros. Caminaron con cuidado, para evitar malgastar las pocas cerillas que les quedaban. Un fuerte olor se apodero del ambiente hasta hacerlo casi irrespirable. Comprendieron su origen cuando llegaron a la zona tenuemente brillante. Se trataba de una camara abovedada, con un agujero cenital que quiza comunicaba con el exterior, aunque este se hallase muy por encima de sus cabezas. Miles de murcielagos colgaban de su techo.

– Tened calma -aconsejo David.

– Vamos a morir asfixiados -Joa se llevo las manos al rostro.

La blandura del suelo se debia a sus excrementos. Habia formado diversas capas, endurecidas las ultimas, aun blandas las superiores. Su tamano era sin duda lo peor, porque no se trataba de una especie diminuta. Cada una de aquellas bestias debia de medir al menos treinta o cuarenta centimetros. Apretados, colgando boca abajo, no dejaban el menor resquicio en la piedra.

Se movieron despacio. Al otro lado de la camara nada un corredor. Era de techo bajo. Alli no habia luz, pero el olor fue menguando a medida que se internaron por el.

– ?Cuantas cerillas quedan? -pregunto David.

No tuvo respuesta.

Amina se habia quedado atras y estaba arrodillada en el suelo, exhausta.

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