lanzaba al suelo descargo el golpe definitivo, en su nuca, con la mano abierta.

Todo habia sido muy rapido.

Pero ellos eran tres.

Y Nicolas Mayoral tambien iba armado.

Joa estaba demasiado pendiente de la lucha y su fulgurante rapidez como para reaccionar. No se apercibio del gesto del juez. No fue consciente de nada hasta que al volverse David para entrar en la camioneta se encontro con la pistola al final de la mano extendida. La mirada del guardian fue lo que la hizo volver la cabeza y ver por primera vez el arma.

La cara de Nicolas Mayoral.

La presion del dedo indice sobre el gatillo.

David Escude nunca lograria apartarse, ni llegar hasta el.

Entonces la rabia de Joa se hizo potencia, energia pura. Sintio una luz en su corazon, o en su alma, o en ambos mundos a la vez. Fue como si una bateria escondida en algun lugar de si misma se activase de manera inesperada y realizara una especie de fision nuclear en su mente.

La energia paso a traves de sus ojos, silenciosa, inde-tectable.

Y en el momento de apretar el gatillo, la pistola de Nicolas Mayoral se movio hacia arriba.

La bala atraveso la parte superior de la camioneta esparciendo un eco doloroso a su alrededor.

– ?Pero que…! -gruno sorprendido el juez.

Volvio a bajar la mano armada.

Ya no pudo hacer nada mas.

La rabia de Joa paso de la pistola a su dueno.

Lo empujo a el, sin tocarlo.

Lo aplasto contra el lateral de la camioneta y luego lo derribo hacia atras, igual que si fuera un muneco de trapo bajo los efectos de un vendaval.

– ?Vamos! -David le tendio una mano para ayudarla a salir del vehiculo, superando su pasmo.

Joa le obedecio, pero no para correr junto a el hasta su coche.

– ?No puedo irme sin las cosas de mi padre! -grito.

Fue a la parte de atras de la camioneta. David no supo que hacer, si seguirla, por si el juez retomaba la iniciativa, o si dirigirse a su coche para ponerlo en marcha. Opto por lo primero. Joa ya habia abierto las dos puertas traseras.

Se encontro con la estupefacta mirada de Nicolas Mayoral, tendido en el suelo, inmovil.

– ?No vaya con el! -le suplico.

Ella cogio la cartera de su padre y su bolsa de viaje, aunque lo esencial era lo primero.

– ?Es el eslabon perdido, por Dios! -le grito el juez-. ?No lo entiende, Georgina? ?El eslabon perdido!

Joa paso de el. Cargando sus cosas emprendio la carrera hasta el coche de David. Metio la bolsa y la cartera por la ventanilla, casi salto sobre el asiento del copiloto y espero a que su companero lo pusiera en marcha.

Salieron zumbando sin necesidad de volver la vista

atras.

22

David Escude no hablo hasta que penetraron en la carretera general y se vieron abrigados por la presencia de otros coches. ?Como has hecho eso? -le pregunto. Joa seguia alucinada, por el rescate, por lo sucedido, por su accion.

– No lo se -fue sincera.

– ?Que no lo sabes? ?Anda ya!, ?como que no lo sabes?

– ?No lo se! -se lo grito exasperada.

– ?Has hecho que la pistola se apartara, y luego lo has movido a el, a un tipo de noventa kilos por lo menos!

Ella bajo la cabeza y se llevo una mano a la cara.

– ?Que sentias? -insistio David.

– Rabia.

– Es una fuerza poderosa -asintio sin perder la concentracion por adelantar a un autocar turistico-. Pero por mas rabia que siento yo a veces, no consigo mover ni una piedra.

– Callate -suspiro-. Estoy temblando.

– Supongo que si yo tuviera poderes tambien estaria temblando.

– ?Yo no tengo poderes, no seas cretino!

– ?Ah, no? ?Y lo que has hecho que es? ?Un ejercicio elemental de telequinesia?

– ??Quieres callarte?! -se crispo.

David le lanzo una mirada de soslayo. Fruncio el ceno y casi estuvo a punto de alargar su mano derecha para tocarle el brazo.

Se abstuvo.

Los ojos de Joa brillaban.

– Va, calmate -intento contemporizar.

– ?No me digas que me calme!

– ?Entonces que quieres? -golpeo el volante con el puno cerrado-. ?Estoy de tu parte!, ?vale? ?Y por lo menos espero que ahora entiendas que solo me tienes a mi!

Joa rehuyo sus ojos. Los suyos fueron mas alla de la ventanilla, para mirar sin ver el monotono paisaje yucateno. La noche ya estaba alli, placida. Una noche cargada con las primeras nubes negras de las ultimas horas.

– ?Que te pasa? -quiso saber David.

– Nada.

– ?Eres demasiado orgullosa para aceptarlo?

– ?Solo te tengo a ti, en serio? -lo desafio.

– Es evidente, ?no?

– ?Que diferencia hay entre ellos y tu?

– ?Que yo estoy de tu parte! ?Te parece poco?

– Eres un iluminado, y ellos son unos fanaticos -quiso pincharle Joa sin saber muy bien por que.

– Sabes que, en relacion a lo primero, eso no es cierto.

– Vosotros perseguis el sueno de la fusion estelar, el Gran Encuentro, como cuando los hippies se reunian en los desiertos llamando a los extraterrestres, o como cuando hay sospechas, indicios o extravagantes pistas que dicen que van a venir seres de otros planetas y se dan cita miles de locos de todas las condiciones bailando y colocandose para ser testigos del momento.

– Los que llaman a los extraterrestres si son unos iluminados, y los que se fian de indicios cogidos al vuelo tambien. Pero nosotros sabemos que existen, conocemos a las hijas de las tormentas, te conocemos a ti.

No siguio la conversacion. La rabia aun la conmocio-naba, y los efectos de lo que habia hecho la aturdian.

– ?Y si mi madre no fuese mas que una mujer vulgar y corriente?

– ?La hija de una mujer vulgar y corriente haria lo que acabas de hacer tu?

La nueva pausa fue mucho mas larga. El corazon de Joa todavia iba a cien.

– Por cierto, gracias por salvarme la vida -dijo David.

– Lo mismo digo.

– Ese hombre iba a dispararme, a ti en cambio no te iban a hacer nada. Es diferente -cambio de tono al inquirir-: ?Adonde te llevaban?

– No lo se. No me lo han dicho.

– ?Puedo preguntarte algo?

Вы читаете El Enigma Maya
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату