– Depende.
– ?Por que te fuiste de Palenque?
– Soy individualista. -No me creiste, ?verdad?
– Aparece un hombre que me cuenta una historia alucinante, luego otro que me dice lo mismo con variantes, ?y se supone que he de creeros a los dos y tomar partido por ti?
– ?Me crees ahora?
– ?Como me has encontrado?
– ?Me crees?
– ?Si! ?Como me has encontrado?
– ?Eso es lo que te irrita, que tengas que creerme?
– ?Quieres responder a mi pregunta!
– Dejas un rastro. Pero suerte de el. Por poco llego tarde. Cinco minutos mas y habrias desaparecido tu tambien.
– ?El heroe! -bufo Joa.
– ?Aun sientes rabia? -forzo una sonrisa amistosa.
– No -reconocio.
– Menos mal. No quiero salir por la ventanilla.
– Puedo practicar.
Se arrepintio de haberlo dicho.
Apoyo la cabeza en el respaldo del asiento y dejo que el silencio la arropara unos segundos. Hubiera preferido que su salvador no volviera a hablar en un rato pero escucho de nuevo su voz.
– ?Tienen a tu padre?
– No. Tambien lo estan buscando. Creen que yo, consciente o inconscientemente, se algo.
– Tambien yo lo creo.
– He mirado sus papeles, sus dibujos, y a falta de mayor informacion sobre los mayas, no he visto nada revelador. Ni siquiera se que he de buscar, si es que hay algo en ellos.
– Si los jueces no lo tienen, ?quien lo tiene?
La gran pregunta.
– ?A que fuiste a Chichen Itza?
– Mi padre estuvo alli, y le dijo a alguien que iba a regresar. Sus palabras fueron: «Por fin el camino. Tengo la clave. He de volver a Chichen Itza».
– ?Dijo eso? -abrio los ojos David.
– Eso parece.
– ?Que has encontrado tu?
– Nada -admitio-. Pero la conexion esta en Palenque. Primero alli. Algo se me escapo el otro dia, tal vez en una de esas tumbas, la que estaba cerrada.
– ?Asi que regresamos a Palenque?
Llegaban a un cruce. La pregunta de David coincidio con su nueva realidad. Por un lado tenian la vuelta en direccion a Merida, por el otro podian dirigirse a Valladolid, y por el tercero…, Cancon.
– No -fue categorica Joa.
– ?Por que? -su companero detuvo el coche en el
La voz de la muchacha fue dulce esta vez.
– Antes de meterme mas en todo este lio, he de ver a una persona, saber quien soy, por que he hecho lo de hace un rato, y comprender la dimension de lo que esta en juego.
– No te entiendo.
Por detras les hicieron senales luminosas.
– El aeropuerto mas cercano es el de Cancun -senalo su derecha ella.
– ?Segura?
– Cancun.
Giro el volante y enfilo la 180 rumbo a la riviera maya.
– ?No iras a volver a Barcelona?
– No, ?por que?
– ?Confias en mi?
– Me temo que si -suspiro tras meditarlo un largo segundo.
– ?Temes que si?
– Confio en ti. Pero si vas a venir conmigo para protegerme, ahora mando yo.
– ?Como…?
– Si o no. 0 no hay trato.
– ?Adonde vamos?
– A las tierras de los huicholes, en la Sierra Madre, al oeste de Mexico.
– ?Vas a ver a tu abuela?
– Tiene las respuestas de mi pasado, David -musito rendida-. Si he de seguir con esto, necesito hablar con ella… y con mi madre.
– ?Con… tu madre?
– ?Te importa que descanse diez minutos? -volvio a apoyar la cabeza en el respaldo de su asiento y cerro los ojos-. Te lo contare todo esta noche, mientras cenamos, porque dudo que podamos coger ningun vuelo que nos lleve a Guadalajara a estas horas.
David callo.
La miro en silencio, largamente, mientras conducia.
Su perfil, su belleza exquisita, la dimension de su pequeno gran universo atrapado en las contradicciones de su presente.
Sonrio.
Se concentro en la carretera pero ya no dejo de mirarla una y otra vez, mientras los faros de los otros coches arrancaban destellos flamigeros de su rostro al pasar a toda velocidad por el lado opuesto de la senda asfaltada.
Estaban al menos a dos horas de Cancun.
SEGUNDA PARTE
23
El espinazo de la Sierra Madre occidental, en el estado mexicano de Jalisco, era un territorio abrupto de extraordinaria belleza, con elevaciones de hasta dos mil quinientos metros, estrechas mesetas, profundos canones serpenteados por rios salvajes, escasas sendas de comunicacion y una vida propia, aislada, un mundo dentro de otro mundo.
Tierras de los huicholes.
Anclados en el pasado con un presente del que parecian no formar parte.
En las zonas altas de las sierras, el frio era tan brutal como el calor en las zonas bajas. La dificultad de los
