Joa busco la rabia. La deseo con todas sus fuerzas.
– Volvemos a encontrarnos -el juez unio sus manos, entrelazando todos los dedos menos los pulgares, que dejo apoyados por las yemas-. Apuesto a que ya no me esperaba, ?me equivoco?
?Donde estaba su ira? ?Por que, de pronto, no era mas que una nina asustada y temblorosa?
– ?Nadie le ha dicho que estamos dentro de una burbuja, Georgina? -Nicolas Mayoral expandio una sonrisa de suficiencia, de oreja a oreja-. Ya habran observado que los relojes se han parado. Este no es un huracan normal, por supuesto. Es… una antesala, la preparacion del gran momento, una exhibicion antes de que lleguen. Lo bloquean todo, posiblemente para no ser detectados. Y naturalmente aqui no hay niveles energeticos, asi que esta indefensa. Es como si ellos limpiaran el terreno antes de bajar, ?comprende? Su rabia no la salvara esta vez.
Joa llego al borde del colapso de tanto intentarlo. Hasta que sus piernas acabaron cediendo.
Cayo al suelo.
– ?Joa! -grito su padre.
David se inclino antes. La sujeto y la puso en pie.
– ?Julian Mir? -el juez paso de la chica y como si fuera un hombre de negocios se inclino levemente para saludar a su padre-. Es un placer conocerle, puedo asegurarselo. Siempre confiamos en usted.
– Nicolas -le advirtio el hombre alto y enjuto.
– Tranquilo, Sergio, tranquilo -se volvio hacia el con pomposos movimientos-. Ya no tiene sentido precipitarse. Saben que han perdido -miro a Julian Mir-: ?No es cierto?
El otro hombre, el obeso, hablo en frances. Nadie parecio entender sus palabras salvo su companero y Joa.
Nicolas Mayoral hizo un gesto de resignacion.
– No queremos hacerles dano -insistio-. Ustedes no son nuestro objetivo. Diganme donde estan ellas.
– ?Quienes? -pregunto uno de los hombres que lideraba el grupo de guardianes.
– ?Por Dios, Lester! ?Vamos, vamos! -se mostro como un padre comprensivo-. ?A estas alturas y con juegos dilatorios? ?Donde las teneis?
– No estan aqui -tomo ahora las riendas de la conversacion el hombre llamado Lester en un espanol marcado por su acento ingles.
– Eso ya lo veo. Por eso pregunto donde las teneis esperando.
– No hay rastro de ellas.
– ?Que? -fingio no haber escuchado bien.
– Han desaparecido, todas. Y vosotros deberiais saberlo igual.
– Desaparecieron de sus casas, si, en todo el mundo. Pero estan aqui.
– Buscalas.
Nicolas Mayoral hizo un gesto con el baston. Uno de los hombres armados se planto delante de Lester con solo tres pasos. El golpe con la pistola sobre su rostro le hizo crujir la mandibula. Fue el unico ruido, acompanado por el de la caida.
– ?Bestia! -el grito lo lanzo Joa.
– Senorita Mir -la apunto con el dedo indice de su mano derecha-. No tiente a la suerte -dio un paso mas y se detuvo a un metro escaso-. Usted me cae bien, se lo aseguro. Es el personaje mas inocente y puro de toda esta divina comedia. Lo malo, lo triste, es que todavia no sabe de que lado esta.
– Se de que lado estoy.
– ?Le gusta ser un monstruo? ?Adelante! Ha tenido y tiene la oportunidad de cambiar, de escoger vivir en libertad…
– ?Llama libertad a esto? -abarco a los jueces armados.
– Por supuesto que si.
– ?Por que todos los dictadores creen que su manera de entender la libertad es la correcta, la mejor?
Nicolas Mayoral la miro con lastima.
– Cuando hay una causa, un ideal, no importa nada. Nosotros sabemos a que vienen -apunto al cielo-. ?En son de paz? ?A vigilarnos? ?A tutelarnos? ?No sea ingenua, por Dios!
– Tal vez ellos ya estuvieron aqui y seamos como sus
hijos.
El rostro del hombre cambio de color. Tambien de expresion. Perdio su condescendiente ironia para dejarse atravesar por un rictus de desprecio y furia.
– No diga estupideces ni nos insulte, se lo ruego -repitio su gesto de apuntar al cielo, mas alla del ojo del huracan-. ?Sus hijos? -lo pronuncio con desprecio-. Aunque vinieran en son de paz, ya nada seria igual. El mundo cambiaria. Y no vamos a permitirlo. Les demostraremos como queremos vivir, y tambien de que manera estamos dispuestos a sacrificarnos y morir por aquello en lo que creemos.
– ?De que… esta hablando? -pregunto Julian Mir.
Nicolas Mayoral sostuvo su mirada brevemente. Despues el mismo mostro el cinturon de explosivos que envolvia su vientre. Sus companeros y otros jueces le imitaron.
– Todo esto va a volar. Incluidos nosotros, y ellos.
– Son unos fanaticos, integristas y locos -parecio hundirse animicamente el padre de Joa.
De pronto, todo era distinto.
Nicolas Mayoral se canso de la discusion.
– ?Donde estan las hijas de las tormentas?
No hubo ninguna respuesta. El silencio los envolvia con un sudario de calma. No se movia ni una hoja. Era como estar dentro de una camara aislada.
– Sebastian -dijo el juez.
Fue una orden.
Primero volvio a golpear a Lester. Despues a otros dos guardianes, los mayores, los principales responsables del grupo. El intento de reaccion de algunos de los jovenes acabo igual. Armas contra cuerpos. Ningun disparo. No era necesario.
Joa impidio que David fuera uno de ellos. -Espera -cuchicheo.
– ?A que? ?A que nos maten?
– Espera -repitio ella.
Sus ojos volvian a brillar. No tenia fuerzas, pero volvian a brillar.
– ?Que sientes? -pregunto el.
– Esperanza.
– ?Que?
– ?Callaos! -grito Nicolas Mayoral dirigiendose a ambos.
Lester no se rindio.
– No podeis… destruirlos con bombas, estupidos -consiguio hablar mientras escupia sangre por la boca-. ?No podeis! ?Estais locos?
– ?Son mas que bombas! -el juez se planto delante de el y quedo apoyado en su baston-. Tenemos virus, armas quimicas y nucleares. ?Volara medio Yucatan, pero te aseguro que ellos tambien, y entonces ya no volveran, porque sabran hasta donde podemos llegar! ?Solo desde la fuerza se consigue la victoria! El poder es fuerza y nosotros representamos el poder.
Nicolas Mayoral ya no dejo que Lester continuara hablando. El golpe de Sebastian lo dejo inconsciente boca abajo.
– ?Y ahora buscad a esas mujeres, ya! -grito arrogandose el mando del operativo y dando por zanjada la discusion con los guardianes.
59
Una hora despues, los jueces comprendieron que las hijas de las tormentas no estaban alli. Su desconcierto no tuvo limites. Aunque eso no altero sus planes para nada.
Ataron a los guardianes, los colocaron en mitad de la gran explanada, al lado del Castillo, y mientras unos