alto de lo que era en realidad, y de ojos azules un poco saltones aunque era un guapo mozo de piel suave y tan delicada como la de un melocoton. Resultaba bastante atractivo para cualquiera a quien le gustasen los muchachos guapos. Tenia ademas unos modales agradables, pero habia algo malevolo e incluso cruel en aquellos labios finos. Tocaba bien el laud y bailaba maravillosamente y tenia, por supuesto, vagos derechos de sucesion al trono por ser su madre hermana de Margarita Tudor, esposa de Enrique VIII.

Compararle con Robert era llamar la atencion sobre su debilidad. Me daba cuenta de que la Reina gozaba comparandolos y estaba tan decidida como Melville a que, secretamente, nada se interpusiese en el camino de Darnley hacia Escocia, aunque en apariencia parecia oponerse.

Despues de la ceremonia, cuando se retiro a sus aposentos privados, Robert (ya conde de Leicester y en vias de convertirse en el hombre mas poderoso del reino), la visito alli.

Yo me sente en la camara de las damas de honor mientras todos hablaban de la ceremonia y de lo guapo que estaba el conde de Leicester y lo orgullosa que la Reina estaba de el. ?Nos habiamos dado cuenta de como le hacia cosquillas en el cuello? Le adoraba tanto que no podia ocultar su amor en una ceremonia publica ante dignatarios y embajadores. ?Que haria, pues, en privado?

Intercambiamos comentarios v risas.

—Ya no tardara —dijo alguien.

Eran muchas las que estaban dispuestas a admitir que aquello era un medio de preparar el camino. Siempre resultaria mas facil para la Reina casarse con el conde de Leicester de lo que habria sido un enlace con Lord Robert Dudley. Cuando Isabel habia sugerido que se trataba de un esposo adecuado para una Reina, no habia querido aludir a Maria de Escocia sino a Isabel de Inglaterra.

Estuve a solas con ella mas tarde. Me pregunto que me habia parecido la ceremonia y le conteste que me habia impresionado mucho.

—El conde de Leicester estaba muy guapo, ?verdad?

—Mucho, Majestad.

—Jamas en mi vida he visto hombre tan apuesto, ?y vos? No, no me contesteis. Como esposa virtuosa que sois, no podeis compararle con Walter Devereux.

Me miraba con recelo y me pregunte si de algun modo habria mostrado yo mi interes por Robert.

—Los dos son hombres admirables, Majestad.

Ella se echo a reir y me dio un pellizco carinoso.

—A decir verdad —dijo—, no hay hombre en la Corte que pueda compararse con el conde de Leicester. Pero vos colocais a Walter a la misma altura, y eso me complace. No me gustan las mujeres infieles.

Senti un cosquilleo de inquietud. Pero, ?como podia saber ella la impresion que me produciria Robert? Yo nunca habia revelado mi interes y el, desde luego, jamas me habia mirado. Quizas ella pensase que todas las mujeres tenian que desearle.

Luego, continuo:

—Se lo ofreci a la Reina de Escocia. No lo considero digno de ella. Nunca le habia visto, si no, habria cambiado de opinion. Le hice el maximo honor que podia hacerle a alguien. Le ofreci al conde de Leicester, y, os dire una cosa, si yo no hubiese decidido morir soltera y virgen, el unico hombre con el que me hubiese casado habria sido Robert Dudley.

—Conozco el afecto que sentis por el, Majestad, y el que el siente por vos.

—Eso le dije yo al embajador escoces, ?y sabeis lo que me contesto, Lettice?

Espere respetuosamente a oirlo, y ella siguio:

—Pues me dijo: «Majestad, no necesitais decirmelo. Conozco vuestro temple. Pensais que si os casaseis seriais solo Reina de Inglaterra. Y ahora sois Rey y Reina al mismo tiempo. Vos jamas podriais sufrir un amo.»— ?Y coincidia vuestro parecer con el suyo, Majestad?

Ella me dio un empujoncito afectuoso.

—Creo que lo sabeis perfectamente.

—Se —dije— que me considero afortunada por estar emparentada con vuestra Majestad y por servir a una dama tan noble como vos.

Ella asintio con un gesto.

—Hay cargas que he de aceptar —dijo—. Cuando hoy le vi alli de pie ante mi, tuve que sacar fuerzas de flaqueza para poder mantener mi resolucion.

Nuestras miradas se encontraron. Aquellas grandes pupilas parecian intentar leer en el interior de mi mente. Me hicieron sentir la misma aprension que tantas veces habria de sentir en el futuro.

—He de dejarme guiar siempre por mi destino —dijo—. Es necesario que lo aceptemos… Robert y yo.

Me di cuenta de que, en cierto modo, estaba advirtiendome y me pregunte que habrian dicho de mi. Mi atractivo no habia sufrido menoscabo con los partos. De hecho, creo que se habia realzado. Me daba cuenta de que las miradas de los hombres me seguian, y habia oido decir que era una mujer muy deseable.

—Voy a ensenaros una cosa —dijo, y se levanto y se acerco al tocador.

Saco de alli un pequeno paquete envuelto en un papel sobre el que habia, escrito con su letra: «Retrato de mi senor».

Desenvolvio el paquete. Y miro el rostro de Robert.

—Un parecido extraordinario —dijo—. ?No os parece?

—Nadie podria decir que es otro que el conde de Leicester.

—?e lo ensene a Melville y tambien me dijo que el parecido era extraordinario. Queria llevarselo a su soberana pues pensaba que en cuanto viese este rostro no seria capaz de rechazarlo.

Luego se echo a reir maliciosamente.

—Pero no quise darselo —continuo—. Es el unico que tengo suyo, le dije, asi que no puedo desprenderme de el. Creo que lo entendio.

Me lo habia entregado y de pronto me lo arrebato con cierta brusquedad. Lo envolvio otra vez cuidadosamente. Era un simbolo de sus sentimientos hacia el. Jamas permitiria que se apartase de ella.

Sin duda Robert habia creido que, tras honrarle tanto la Reina, el siguiente paso seria el matrimonio. Tambien yo creia que en realidad eso era lo que pretendia ella, pese a insistir en su decision de mantenerse virgen. El era ahora muy rico (uno de los hombres mas ricos de Inglaterra), e inmediatamente se dedico a reforzar y embellecer el castillo de Kenilworth. Era logico esperar que se diese importancia, y mantenia, desde luego, relaciones muy familiares con la Reina. La alcoba de esta era en muchos sentidos una camara de Estado y, siguiendo una costumbre secular, Isabel habia recibido en ella a ministros y dignatarios, pero Robert seguia entrando sin anunciarse y sin que le llamase. En una ocasion, le habia quitado la muda a la dama encargada de entregarsela a la Reina y se la habia entregado el mismo. Le habian visto besarla estando ella en la cama.

Me acorde de lo que habia oido sobre el pasado de Isabel con Thomas Seymour cuando el entraba libremente en su dormitorio. Pero cada vez me convencia mas de que entre ellos no habia una relacion amorosa fisica. A Isabel siempre le atraia la excitacion de los sentidos (los suyos y los de sus admiradores) y segun algunos era asi como pretendia que continuasen siendo sus relaciones.

Habia infinidad de rumores sobre ella y naturalmente se apartaban mucho de la verdad. Pero sus rechazos matrimoniales eran el asombro del mundo. No podia haber habido Reina tan cortejada sin resultado, y aunque esto constituyese una diversion gozosa para Isabel, era sin duda algo molesto y muy poco halagador para sus pretendientes.

Robert, que era el primero de ellos, empezaba a exasperarse. Tenian la misma edad, y ya no podian considerarse jovenes, y si la Reina queria tener un heredero sano era hora de que se casaran.

Ella conocia como Reina la importancia de esto, y, sin embargo, no se decidia. Cuando sus pretendientes habian sido principes extranjeros, la gente habia creido que los rechazaba porque queria a Robert Dudley, pero ahora que pasaba el tiempo irremisiblemente y ella no mostraba ninguna inclinacion al matrimonio, todos, salvo los enemigos mas encarnizados de Robert, hubiesen preferido verla casada con el, dado que parecia sin duda

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