enamorada.
Sin embargo se resistia, y entonces la gente empezo a preguntarse si habria alguna otra razon por la que se negase a casarse.
Se murmuraba que habia algo en ella distinto a las otras mujeres. Se decia que no podia tener hijos y, sabiendolo, le parecia inutil y absurdo casarse con un hombre solo para dejarle compartir el trono. Se murmuraba que sus lavanderas habian revelado el secreto de que tenia tan pocos periodos mensuales que parecia natural que no pudiese tener hijos. Yo opinaba, sin embargo, que ninguna de sus lavanderas se habria atrevido nunca a revelar un secreto como aquel. Era un misterio, pues si alguna mujer ha estado enamorada alguna vez, Isabel estaba enamorada por aquel entonces de Robert Dudley. Y lo extrano era que no hacia esfuerzo alguno por ocultarlo.
Me pregunte muchas veces si su educacion no habria ejercido sobre ella algun efecto. Cuando contaba tres anos, habia muerto su madre, por lo que era lo bastante mayor (siendo ademas como era excepcionalmente precoz) para haberla echado de menos. Parecia muy poco probable que su alegre e inteligente madre pasase mucho tiempo con su hija, pero yo suponia que las visitas que le hacia debian ser para ella recuerdos imborrables. Ana Bolena habia destacado por su gusto elegante y yo habia oido decir que le gustaba mucho engalanar a su hija con hermosos vestidos. Y luego, de pronto, habia desaparecido. Era facil imaginar a aquella ninita de agudo ingenio haciendo preguntas sin que le satisficiesen las respuestas. Los hermosos vestidos dejaron de llegar y en su lugar su tutora habia tenido que hacer llegar peticiones especiales al Rey para que la proveyese de algunas ropas de las que su hija tenia necesidad urgente. Un padre sobrecogedor, que habia decapitado a dos esposas. Una madrastra que habia muerto de parto. Otra que habia sido desechada y de la que se habia divorciado; y por ultimo Catalina Parr, la amable y afectuosa Reina viuda con cuyo marido habia coqueteado hasta el punto de que la expulsaran de la casa. Luego habia seguido una vida en la que se habian alternado la libertad y la carcel, con el hacha del verdugo siempre sobre su cabeza, y por fin habia subido al trono. No era extrano que estuviese tan decidida a conservarlo. No era extrano, con un padre tal, que desconfiase de las pasiones de los hombres. ?Podria ser esta la razon de que no estuviese dispuesta a entregar ni una pequena porcion de su poder… ni siquiera a su amado Robert?
Pero, con el paso de los meses, el se mostraba cada vez mas inquieto y les oiamos discutir muchas veces. En una ocasion, oimos como le recordaba que ella era la Reina y que el debia tener mas cuidado. Tras esto, el se fue hosco y cabizbajo y ella le hizo llamar y el volvio e hicieron las paces.
Se hablaba mucho de lo que estaba pasando en Escocia.
Maria se habia casado con Darnley, para secreta satisfaccion de Isabel, aunque se fingiese irritada por ello. Solia reirse de Maria con Robert.
—No sabe lo que le espera —dijo—, y pensar que podria haberte tenido a ti, Robert.
A mi me parecia que ella queria castigar a Maria por no aceptar a Robert, aunque no tuviese la menor intencion de cederselo.
Por otra parte, estaba ganandose el sincero respeto de los astutos politicos que la rodeaban. Hombres como William Cecil, el canciller Nicolas Bacon y el conde de Sussex, empezaron a ver en ella una astuta politica. Al principio, su posicion habia sido un tanto insegura. Como iba a poder sentirse segura cuando podian tacharla en cualquier momento de ilegitima. No podia haber gobernante en posicion mas vulnerable que Isabel. Tenia por entonces unos treinta y tres anos, y habia conseguido ocupar un lugar en el corazon de su pueblo que rivalizaba con el que habia ocupado su padre. A pesar de todo lo que habia hecho, Enrique VIII jamas habia perdido el apoyo del pueblo. Podia derrochar las riquezas del pais en aventuras como la del Campo de la Tela de Oro. Podia tener seis mujeres y asesinar a dos de ellas; pero aun asi era su heroe y su Rey y no habia habido ningun intento serio de deponerle. Isabel era su hija por su aspecto y por sus actitudes y modales. Su voz recordaba la de el. Maldecia y juraba como su padre; adonde quiera que fuese, decian: «Ahi va la hija del gran Harry», y ella sabia que esta era una de las mayores ventajas con que contaba. Nadie podia negar el hecho de que era hija de Enrique y de que habia habido un tiempo en que este la habia aceptado como legitima.
Pero debia tener cuidado, y lo tenia. Maria, Reina de Escocia, pretendia el trono. Que mejor, en consecuencia, que casarla con un joven debil y disoluto que ayudaria a hundir a Escocia y a decepcionar a quienes pudiesen inclinarse a su favor. Catalina y Maria Grey (hermanas de Juana Grey) estaban ambas en la Torre, por haberse casado sin consentimiento de la Reina. Habia dispuesto pues las cosas de modo que quienes, en Inglaterra, pudiesen considerarse con mas derechos al trono que ella, estuviesen bien encerrados bajo llave.
Llegaron noticias de que la Reina de Escocia estaba embarazada. Esto resultaba desconcertante. Si Maria demostraba ser fertil y tenia un hijo, la gente empezaria a compararla con la Reina de Inglaterra. Su pesimismo se alivio al llegar la noticia de la fatidica cena de Holyrood House, Edimburgo, en que, ante los ojos de la Reina, en avanzado estado de gestacion, habia sido asesinado su secretario italiano Rizzio. Isabel se fingio conmovida e irritada ante la sugerencia de que Rizzio fuese amante de Maria, pero en el fondo le complacia mucho el rumor. ?Oh!, aquella Reina nuestra era un enigma.
La Corte estaba en Greenwich, lugar favorito de la Reina porque habia nacido alli. El salon de audiencias era majestuoso, lleno de ricos tapices y a ella le gustaba mucho mostrar a los visitantes la habitacion en que habia nacido. Se plantaba en aquella puerta, con una extrana expresion, y yo me preguntaba si estaria pensando en su madre alli tendida, exhausta, con su hermoso pelo negro tendido sobre la cama. ?Estaria pensando en el dolor de Ana Bolena cuando le dijeron «es una nina», sabiendo que un muchacho habria significado para ella un futuro distinto? Habia en su rostro a veces una feroz decision, como si estuviese diciendose a si misma que demostraria ser mucho mejor que un muchacho.
En fin, alli estabamos en esta ocasion, ella con uno de los majestuosos vestidos de su soberbio guardarropa, de saten blanco y purpura, tachonado todo de perlas del tamano de huevos de pajaro y una gorguera en la que resplandecian como gotas de rocio pequenos diamantes.
La Reina bailaba con Thomas Heneage, un hombre muy apuesto por el que empezaba a mostrar gran inclinacion, cuando entro William Cecil. Habia algo en su actitud que indicaba que tenia que comunicar noticias importantes, y la Reina le indico que se acercara inmediatamente. Le comunico algo en voz baja y vi que ella palidecia. Yo estaba cerca, bailando con Christopher Hatton, uno de los mejores bailarines de la Corte.
—?Os sentis mal, Majestad? —cuchichee.
Varias de sus damas se acercaron, y ella nos miro a todas lugubremente y dijo:
—La Reina de Escocia acaba de tener un hermoso hijo y yo soy una esteril inutil. —Apreto los labios triste y palida. Cecil le cuchicheo algo y ella asintio.
—Que venga Melville a verme —dijo— para que pueda comunicarle mi satisfaccion.
Cuando trajeron a su presencia al embajador escoces, habia desaparecido de ella todo vestigio de tristeza. Le dijo alegremente que le habian comunicado la noticia y que la satisfacia mucho.
—Mi hermana de Escocia puede considerarse dichosa —dijo.
—Es un milagro divino que el nino haya nacido bien —replico Melville.
—Oh, si. Ha habido tantos problemas en Escocia, pero este bonito nino la consolara.
Cuando Melville le pregunto si queria ser madrina del principe, contesto:
—Claro, con mucho gusto.
Luego, vi que sus ojos seguian a Robert y pense: «No puede seguir asi». Al tener un hijo la Reina de Escocia tiene que entender claramente que necesita darle un heredero a Inglaterra. Ahora aceptara a Robert Dudley, pues sin duda se ha propuesto siempre casarse con el al final.
Tanto me estimaba la Reina que aquel Ano Nuevo me regalo tres metros de terciopelo negro para que me hiciese un vestido, lo cual constituia un costoso presente. Para la festividad de Reyes fuimos a Greenwich. Yo estaba muy animada porque tenia la sensacion de que, en las ultimas semanas, Robert Dudley habia empezado a advertir mi existencia. Muchas veces, en una estancia llena de gente, yo alzaba de pronto la vista y el tenia los ojos fijos en mi. Nos mirabamos y sonreiamos.
No habia duda de que Robert no solo era el hombre mas apuesto de la Corte sino tambien el mas rico y el mas poderoso. Rezumaba una virilidad que se identificaba de inmediato. Yo no estaba del todo segura de si me atraia con tanta fuerza por esas cualidades o porque estuviese enamorada de el la Reina y cualquier aproximacion significase incurrir en su colera. Un encuentro entre nosotros tendria que llevarse en el mayor secreto, y si llegaba