El habia vuelto, y gozaba del favor de la Reina mas que nunca. Isabel quiso informarse sobre aquel bribon de Appleyard. Este habia aceptado regalos del conde de Leicester, al parecer, y no habia formulado por entonces ninguna queja. Por fin consiguieron que revelara que le habian ofrecido dinero por propagar aquellos rumores y la Reina dijo que un acto de tal naturaleza merecia ser castigado.
Fue esta una de las ocasiones en que Isabel mostro su sabiduria. John Appleyard habia sido culpable de mentir y de intentar incriminar al conde de Leicester. Pero ella no tenia ningun deseo de llevar la cuestion hasta el final. Habia que advertir a John Appleyard que la justicia seria muy dura con el si persistia en esa conducta. Ahora debia dar gracias a la Reina por su clemencia y a Dios por su buena suerte, pues se olvidaba el asunto y nadie volveria a oir hablar mas de la muerte de la esposa del conde.
Esto era sin duda alguna una gran muestra de favor. Robert estaba siempre a su lado. A mi me lanzaba alguna que otra mirada desvalida, como si dijese: Siento lo mismo hacia ti que siempre, pero ?que puedo hacer? La Reina no me deja apartarme de ella.
El hecho era que tenia tanto que perder ahora si se descubria nuestra relacion, que no estaba dispuesto a arriesgarse. Esa era la diferencia que existia entre su personalidad y la mia. Yo si estaba dispuesta a perderlo. Me volvi malhumorada y displicente y recibi varios sopapos de la Reina porque, como ya dije, no estaba dispuesta a soportar a su lado cenos ni malas caras.
Estaba preocupada. Las experiencias de Robert habian afectado su salud, y un catarro le obligo a guardar cama.
Que nerviosas estabamos… las dos. Y que frustrada me senti de que ella pudiese visitarle y yo no. Hacia planes constantemente, intentando dar con un medio de llegar hasta el. Pero era inutil.
Ella si iba a verle, sin embargo. Volvia quejandose de que sus aposentos eran humedos.
—Hemos de elegir otros —dijo; me parecio que habia algo como un lugubre presagio en el modo en que se dirigia a mi con estas observaciones.
Los que eligio quedaban al lado de los suyos. Se hizo evidente que habia advertido algo entre Robert y yo, porque cuando el se recupero un poco, ella me mando llamar.
—Voy a mandaros otra vez a Chartley —dijo.
Debi parecerle muy sorprendida y mostrar claramente mi disgusto.
—Os he mantenido demasiado tiempo alejada de tu esposo —continuo.
—Pero, Majestad —protesto—, el esta con frecuencia fuera de casa, a vuestro servicio.
—Cuando vuelva a Chartley debe encontrar un lecho calido esperandole. Estoy segura de que piensa que es el momento de que le des un hijo.
Sus ojos astutos me estudiaban detenidamente.
—No es bueno que los esposos esten separados demasiado tiempo —continuo—. Podria dar lugar a problemas que no deseo que existan en mi Corte. Vamos, animaos. Pensad en vuestro hogar y en vuestras hijas.
—Os echare de menos, Majestad.
—Vuestra familia os compensara por todo lo que podais echar de menos en la Corte.
Como mi madre tambien estaba en la Corte, fui a decirle que me iba.
—Si, la Reina me lo ha dicho —me explico—. Cree que por tu caracter necesitais de la vida matrimonial y que es poco prudente apartaros demasiado tiempo de Walter. Dice que ha advertido que algunas personas os miran lascivamente.
—?No dijo que personas?
Mi madre movio la cabeza.
—No, no menciono nombres.
Asi, pues, sabia algo. Algo habia visto, y me expulsaba porque no podia tolerar una rival.
Triste y furiosa, sali para Chartley. Robert no hizo ninguna tentativa de despedirme. Era evidente que estaba decidido a no poner en peligro el favor de la Reina que tan recientemente habia recuperado.
Empece a preguntarme hasta que punto me habia utilizado para azuzar los celos de la Reina. Esto resultaba enloquecedor para una mujer de mi caracter. Me enfurecia el que, al utilizarme asi, el hubiese provocado mi expulsion de la Corte.
Debia odiarle por aquello. Habia sido para el solo un medio de satisfacer una pasion temporal.
Habia sido una estupida.
Un dia, me prometi, les hare comprender a los dos que no pueden tratarme de este modo.
Asi, pues, volvi a Chartley, y que deprimida me sentia en mi viaje hacia el norte. Como odiaba aquella fortaleza de piedra que iba a ser mi hogar durante quien sabia cuanto.
Mis padres habian hablado conmigo antes de mi salida de la Corte (y como les envidiaba por el hecho de que podian seguir alli, mi padre como tesorero de la Casa Real y mi madre como una de las ayudantes de camara de la Reina).
—Es hora de que volvais a Chartley, Lettice —dijo mi padre—. No es bueno que las jovenes se queden mucho tiempo en la Corte si estan casadas.
—Teneis que echar de menos a Walter y a las ninas —anadio mi madre.
Conteste que de todos modos no veia mucho a Walter en Chartley.
—Claro, pero el esta alli siempre que puede, y pensad en la alegria de poder estar con las ninas.
Sin duda deberia alegrarme el ver a las ninas, pero ellas no podian sustituir los alicientes de la Corte.
Los primeros dias estuve deprimida pensando en Robert y preguntandome que pasaria entre el y la Reina. Su ultima separacion no habia aplacado en modo alguno el amor de Isabel, y yo a veces me preguntaba si habrian sido correctas mis deducciones y si ese amor que sentia por el no acabaria superando todos los obstaculos.
Empece a preguntarme si ella habria mencionado a Robert mi caso. Podia imaginarme a este desmintiendo cualquier relacion entre ambos y, en caso de que ella aportase pruebas concretas, asegurandole que era solo una diversion temporal a la que se habia visto empujado por la constante negativa de ella a lo que le pedia su corazon. Jure que un dia le haria pagar la forma en que me trataba. Le haria comprender que a mi no podia cogerme y tirarme luego sin mas. Pero cuando mi colera se aplaco, hube de aceptar su inutilidad. Nada podia hacer… de momento… asi que busque solaz en mi familia y, aunque parezca extrano, lo encontre.
Penelope tenia seis anos. Era una nina guapa, inteligente y animosa. Me veia retratada en ella claramente. Dorothy, un ano mas joven, era mas tranquila, pero no menos decidida a salirse con la suya. Ellas, al menos, estaban encantadas de verme; y mis padres estaban en lo cierto al decirme que me proporcionarian consuelo.
Walter llego a Chartley. Habia servido con Ambrose Dudley, conde de Warwick, de quien se habia hecho muy amigo. Yo tenia interes en saber cosas de Warwick, dado que era el hermano mayor de Robert y habia estado condenado a muerte con el en la Torre de Londres por su participacion en la frustrada tentativa de deponer del trono a Juana Grey.
Walter se mostro tan carinoso como en los primeros anos de nuestro matrimonio, y en cuanto a mi, el ampliar mi experiencia no habia disminuido en modo alguno mi atractivo. Pero que diferente era el de Robert y como maldecia yo al destino por haberme casado con Walter Devereux existiendo en el mundo un hombre como Robert Dudley.
Sin embargo, siendo como era mi caracter, podia obtener cierto placer de mi relacion con Walter, y al menos el me adoraba.
No tarde en quedar embarazada.
—Esta vez —dijo Walter—, sera un nino.
Fuimos a una de las mansiones rurales de Walter (Netherwood, en Hertfordshire) que el consideraba mas saludable para mi, y alli, en un oscuro dia de noviembre, nacio mi hijo. He de confesar que me emocione mucho al enterarme de que era un nino. Walter estaba radiante y dispuesto a satisfacer todos mis deseos por haberle dado