«Ya sabeis que el Oso ama sobre todo su barriga…», lei, y adverti enseguida que el Oso era Robert.
Seguia un resumen de su relacion con la Reina. Me pregunte que diria ella si lo leia alguna vez. Y luego… sus crimenes. Naturalmente, uno de los puntos mas destacados era la muerte de Amy Robsart. Segun el folleto, Robert habia contratado a un tal Sir Richard Verney para asesinarla, y despejar el camino para que el y la Reina pudiesen casarse.
Se mencionaba tambien al marido de Douglass Sheffield, diciendo que Leicester le habia envenenado, aunque se hubiese dicho que habia muerto de un catarro que le habia bloqueado la respiracion. Yo sabia que vendria despues, pues no podia esperar verme al margen del libelo: alli estaba. Leicester habia tenido relaciones conmigo cuando mi esposo aun vivia, y al quedar yo embarazada habiamos destruido al hijo y despues el habia asesinado a mi marido. Daba la sensacion de que todo el que habia muerto misteriosamente habia sido envenenado por el. Hasta el cardenal de Chatillon se decia que habia sido victima suya, porque amenazo con revelar que Leicester habia impedido el matrimonio de Isabel con el duque de Anjou.
Se mencionaba tambien al doctor Julio, el medico de Robert, como el individuo que, por su amplio conocimiento de los venenos, habia ayudado a Leicester a llevar a cabo sus malvados designios.
Me quede atonita. Lo lei una y otra vez. Gran parte de aquel librito podia ser cierto, pero quedaba invalidado por las acusaciones y exageraciones absurdas. Era un golpe contra Leicester, y la forma en que su nombre se ligaba al de la Reina creaba una situacion desagradabilisima.
Al cabo de unos dias, el panfleto, que habia sido impreso en Amberes, circulaba por todo Londres y por todo el pais. Todo el mundo hablaba de lo que paso a llamarse la
Philip Sidney llego a Leicester House a caballo. Estaba furioso y declaro que iba a escribir una respuesta en defensa de su tio. La Reina hizo que el Consejo decretara la prohibicion del folleto, y declaro que por lo que ella sabia, el contenido del libro era totalmente falso; pero no era tan facil hacer desaparecer el libro. La gente estaba dispuesta a arriesgarse para hacerse con el. Era mas interesante, de cualquier modo, que la respuesta, maravillosamente escrita, de Philip, en la que este pedia al individuo que habia escrito aquel ignominioso ataque al conde de Leicester, que diese la cara, aunque anadia que estaba seguro de que nunca se atreveria a hablar en su propio nombre por tratarse de un falsario y un calumniador. Anadia que por la rama de su padre pertenecia a una familia noble y distinguida, pero que su principal honor era ser un Dudley.
Fue inutil. El panfleto tuvo gran difusion; y todas las murmuraciones que en el pasado se habian difundido subrepticiamente, se difundian ahora en letra impresa… con el anadido de algunas calumnias mas.
No podia haber duda alguna de que al finalizar aquel tragico ano, Robert era el hombre de quien mas se hablaba en Inglaterra.
La aventura ultramarina
La delegacion llego a la Gran Camara y «me hicieron una propuesta… venian a ofrecerme, con muy buenas palabras, con las que querian honrar a Su Majestad, el gobierno absoluto de todas las provincias»…
Tan descontenta esta la Reina de que hayais aceptado gobernar ahi, antes de solicitar consejo y de recabar la opinion de Su Majestad que, pese a que yo, por mi parte, juzgue esta accion a la vez honorable y provechosa, Su Majestad no querra siquiera oir lo que yo pueda decir en su defensa.
Con grandes juramentos y aludiendo a la condesa de Leicester como «La Loba», la Reina declaro que no habria «mas Cortes bajo su obediencia que la suya propia y que debiais renunciar inmediatamente».
La circulacion del libelo calumnioso no podia dejar de producir sus efectos, incluso en mi. Empece a preguntarme hasta que punto seria cierto y a mirar a mi esposo con nuevos ojos. Evidentemente era una extrana coincidencia que la gente que se habia interpuesto en su camino hubiese quedado eliminada en momentos tan notablemente oportunos. El estaba muy pocas veces en el escenario del crimen, pero, claro, tenia espias y servidores suyos por todas partes. Yo esto siempre lo habia sabido.
La inquietud y el desasosiego me dominaban. ?Cuanto sabia yo en realidad sobre mi esposo? Si habia, aunque solo fuese algo de verdad en lo que estaba leyendo, debia admitir que mi posicion resultaba bastante precaria. ?Y si la Reina decidia, despues de todo, casarse con el? ?Que haria entonces? ?Le resultaria irresistible la posibilidad? ?Me encontrarian tambien desnucada al pie de una escalera? Parecia el desenlace logico.
Pense en nosotros tres, en los tres que formabamos aquel trio impio. Los tres eramos personas complicadas y ninguno era excesivamente escrupuloso. Tanto Robert como Isabel habian vivido peligrosamente toda la vida. La madre de Isabel y el padre de Robert habian muerto de muerte violenta, en el patibulo, y ellos mismos habian estado solo a unos pasos de un destino similar. En cuanto a mi, la Reina habia exigido que viviese mas en la sombra. Pero estaba casada con un hombre que, segun aquel panfleto, manejaba sin contemplaciones la copa de veneno y otras armas mortiferas. El misterio de Amy Robsart jamas se aclararia. Solo se sabia que habia muerto en un momento en que su muerte podria haber elevado a Robert al trono de Inglaterra. Pense en Douglass Sheffield, que en determinado momento habia sido un obstaculo para el. Habian empezado a desintegrarsele las unas, habia empezado a caersele el pelo. No habia muerto, pero habia estado muy cerca de la muerte. ?Que sabiamos de los peligros por los que habia pasado? Al menos ahora era la mas satisfecha de las esposas, pues Edward Stafford la adoraba.
Iba sintiendome cada vez mas insatisfecha. Me parecia que la actitud de la Reina respecto a mi nunca cambiaria. Si ella hubiese repudiado igualmente a Robert, no hubiese sido tan terrible para mi. El era rico, y aunque no hubiese disfrutado mas del favor de la Reina, podria haber vivido senorialmente en Kenilworth, Wanstead, Cornbury, Leicester House (o en una de sus mansiones campestres) y yo habria sido romanticamente considerada la mujer por la que el daba por bien perdido el favor de la Reina.
Pero no fue asi y, decidida a castigarme, experimentaba ella un malevolo placer apartandole de mi lado. ?Por que? ?Para que el la prefiriese a ella! Deseaba demostrarme (y demostrar al mundo) que el estaba dispuesto a abandonarme en cualquier momento por ella. Y el lo hacia.
En sus breves visitas haciamos el amor apasionadamente, pero me preguntaba si se daria cuenta de que para mi hasta la vieja pasion estaba cambiando. Me preguntaba si Isabel advertiria en
Yo procuraba cuidarme mucho, decidida a parecer joven el mayor tiempo posible. Repudiada de la Corte, tenia tiempo para experimentar con hierbas y pociones que mantenian bella mi piel. Me banaba en leche; trataba mi pelo con lociones especiales que ayudaban a conservar su brillante color. Utilizaba polvos y afeites con una