estuviese disponible y, aunque fuese un matrimonio desigual, hemos de estarle agradecidos. En fin, el caso es que estuvimos juntos en la Torre de Beauchamp. Vino a verme el conde de Sussex. Lo recuerdo con toda claridad. Vos tambien lo recordariais, prima Lettice, si pensaseis que de alli a poco os cortarian la cabeza. Yo habia decidido que conmigo no utilizarian el hacha. Yo pediria una espada de Francia —puso de pronto los ojos en blanco y me di cuenta de que pensaba en su madre—. Pero en realidad, nunca pense en morir. Decidi que a mi no me pasaria eso. Me mantuve firme ante todo. Algo decia en mi interior: «Ten paciencia. De aqui a unos anos, todo esto cambiara». Si, lo juro. Sabia que pasaria esto.

—Eran las oraciones de vuestros subditos lo que oiais —dije yo.

Nunca identificaba los halagos, o quiza le gustasen tanto que los engullia como un gloton que sabe que es malo para el pero le resulta irresistible.

—Quizas, quizas, pero me llevaron a la Puerta de los Traidores y, por un momento, solo por un momento, mi corazon desfallecio. Cuando baje y me meti en el agua, porque los muy estupidos habian calculado mal la marea, grite: «Aqui llega, como prisionero, un subdito tan fiel como nunca haya pisado estos escalones. Ante ti, oh Dios, lo digo, pues no tengo ya mas valedor que tu.» •—Conozco muy bien vuestras palabras, Majestad —le dije—. No quedaron olvidadas. Unas palabras valerosas y sabias, pues el Senor, al ponerle vos por valedor vuestro, debia demostrar que El era tan buen aliado como todos vuestros enemigos juntos.

Me miro y se echo a reir.

—Me divertis mucho, prima —dijo—. Teneis que quedaros conmigo.

Luego siguio explicando:

—Fue todo tan romantico… pero en fin, todo lo que se relaciona con Rob lo es siempre. Se hizo amigo del chico del guardian, que le adoraba. Hasta los ninos perciben el encanto de Robin. El muchacho le llevaba flores y Robin me las mandaba a mi… con el chico… y en ellas me enviaba una nota. Supe asi que estaba en la Torre y donde. Siempre fue muy audaz. Podria habernos llevado directamente al patibulo, pero en fin, como dijo el cuando yo le torturaba con esto, ambos estabamos ya a medio camino, y siempre se nego a admitir la derrota. Y esa es una cualidad que compartimos. Cuando me permitieron salir a pasear para hacer ejercicio por el recinto de la Torre, pase por delante de la celda de Robert. Oh, si, aquellos carceleros no se atrevian a ser demasiado duros conmigo. ?Fueron sabios! Siempre existia la posibilidad de que yo pudiese recordar… algun dia. Y asi hubiese sido. Pero localice a Robin y le vi a traves de los barrotes de la ventana, y ese encuentro dulcifico la estancia en la prision para ambos.

Cuando empezaba a hablar de Robert le resultaba dificil parar.

—El fue el primero en venir a mi, Lettice —continuo—. Era natural y logico. La Reina, mi hermana, estaba enferma de muerte. Pobre Maria, cuanto dolor me causo esta noticia. Siempre fui una subdita buena y fiel como deben ser todos con su soberano. Pero el pueblo estaba harto por lo que habia sucedido durante su reinado. Querian que acabase la persecucion religiosa, querian una Reina protestante.

Sus ojos se velaron levemente. Si, pense, asi era, Reina mia. ?Y si hubiesen querido una Reina catolica, lo habriais aceptado vos? No me cabia duda alguna sobre su respuesta. Para ella la religion tenia poca importancia. Quiza fuese lo natural; la Reina difunta se habia visto tan oprimida por la suya que habia arruinado su buen nombre entre su pueblo y habia hecho que se alegraran de su muerte.

—Un soberano ha de reinar apoyandose en la voluntad del pueblo —dijo Isabel—. Bien sabe Dios que esta verdad es para mi muy clara. Cuando mi hermana estaba al borde de la muerte, el camino de Hatfield estaba lleno de los que venian a rendir homenaje a Isabel cuyo nombre, poco antes, pocos se atrevian a mencionar. Pero Robert siempre habia estado conmigo, y era natural que fuese el primero en venir a mi. Ante mi vino en cuanto llego de Francia. Habria estado conmigo antes, tal como me dijo, si el hacerlo no me hubiese puesto a mi en peligro. Y trajo consigo oro… una prueba de que si hubiese sido necesario combatir por mis derechos, habria estado a mi lado y habria recaudado dinero para apoyarme… si, lo habria hecho.

—Su lealtad le honro —dije, y anadi maliciosamente—: Y le hizo mucho bien. Le hizo caballerizo de Su Majestad, nada menos.

—Posee gran habilidad con los caballos, Lettice.

—Y con las mujeres, Majestad.

Habia ido demasiado lejos. Me di cuenta de inmediato y un escalofrio me recorrio.

—Por que decis eso? —exigio.

—Un hombre de tan excelentes cualidades, de tanta apostura, ha de cautivar sin duda a todos los seres femeninos, Majestad, tengan dos o cuatro patas.

Esto no desvanecio sus recelos y, aunque dejo pasar mi comentario, me dio un bofeton no demasiado suave poco despues porque, dijo, manejaba descuidadamente su ropa. Pero yo sabia que no me habia pegado por su ropa sino por Robert Dudley. Aquellas manos tan bellamente torneadas, podian asestar golpes muy fuertes, sobre todo cuando se clavaba en la piel un anillo. Era un suave recordatorio de que no era prudente irritar a la Reina.

Me di cuenta de que en la siguiente ocasion en que Robert estuvo presente, le observo atentamente… y tambien a mi. No nos miramos y creo que se dio por satisfecha.

Robert no advertia siquiera mi existencia en aquella epoca. Estaba centrado en una ambicion de la que nadie podia apartarle. Por aquel entonces, la decision de casarse con la Reina le absorbia dia y noche.

Yo pensaba a menudo en su pobre mujer alla en el campo y en lo que pensaria de los rumores. El hecho de que nunca la llevase a la Corte debia haber despertado sus sospechas. Pensaba en lo divertido que seria traerla alli. Me imaginaba visitando a Lady Amy y sugiriendole que me acompanase a visitar la Corte. Me gustaba imaginarme presentandola. «Majestad, mi buena amiga Lady Dudley. Habeis favorecido tanto a Lord Dudley que al pasar por Cumnor Place (Berkshire) y conocerla, pense que os gustaria proporcionar a Lord Robert el placer de la compania de su esposa.» Traicionaba con esto esa veta malevola que hay en mi caracter y tambien mi enojo porque yo, Lettice Knollys, mucho mas atractiva que Isabel Tudor, era ignorada por el hombre mas atractivo de la Corte. Y todo porque ella poseia la corona y yo solo contaba conmigo misma.

Por supuesto, jamas me habria atrevido a llevar a la Corte a Lady Dudley. De haberlo hecho, habria recibido algo mas que un sopapo. Podia verme camino de Rotherfield Greys para no salir mas.

Me divirtio mucho el caso de aquella vieja a la que detuvieron por haber difamado a la Reina. Me sorprendio que una mujer sin residencia fija que pasaba la vida por los caminos haciendo trabajos extranos por comida y cobijo, creyese saber mas de lo que pasaba en la camara real que quienes estabamos al servicio de la Reina.

Sin embargo, al parecer la vieja Madre Dowe, mientras cosia para una dama, habia oido decir a esta que Lord Robert le habia regalado unas enaguas a la Reina. Luego, Madre Dowe brindo la informacion de que no eran unas enaguas lo que Lord Robert habia regalado a la Reina, sino un hijo.

Si tal historia hubiese sido claramente una conjetura y absolutamente increible, no habria habido necesidad alguna de hacer caso de una vieja loca; pero en vista de la actitud de la Reina hacia Robert y de la de este hacia ella, y del hecho de que era innegable que estaban juntos y solos a menudo, podria haberse dado credito a la historia. Se detuvo asi a la vieja y la noticia de la detencion se extendio rapidamente por todo el pais.

Isabel mostro su habilidad declarando loca a la mujer y dejandola libre, ganandose asi su gratitud eterna, pues la pobre mujer pensaba sin duda que le aguardaba una muerte cruel por propagar tales rumores; y muy pronto se olvido el caso de Madre Dowe.

Muchas veces me pregunto si lo que sucedio poco despues ejercio algun efecto en la actitud de la Reina.

Era inevitable que se especulase sobre su matrimonio, tanto en el pais como en el extranjero. Inglaterra necesitaba un heredero; los problemas y disensiones recientes que nos habian aquejado tenian por motivo la inseguridad respecto a la sucesion del trono. Los ministros de la Reina deseaban que esta eligiese un marido sin dilacion y diese al pais lo que querian. Isabel aun no habia alcanzado la edad madura, ni tampoco era ya demasiado joven, aunque nadie se atreveria a recordarselo.

Felipe de Espana hacia insinuaciones. Yo la oi reirse con Robert por esto, debido a que se entero de que el Rey habia dicho que si le propusiesen tal enlace insistiria en que Isabel se hiciese catolica y que ademas no podria permanecer con ella mucho tiempo, aunque su breve encuentro no la dejase embarazada. No podria haber calculado mejor sus palabras para provocar la indignacion de Isabel. ?Hacerse catolica!… cuando una de las principales razones de su popularidad era su declarado protestantismo y el haber puesto fin a las hogueras de Smithfield. Y que cualquier futuro marido mencionase el hecho de que queria huir de ella lo antes posible, era

Вы читаете Mi enemiga la reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×