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El comisario condujo el auto por el camino de afuera, paralelo a las vias del tren, y bordeo el pueblo hasta dejar atras las calles y las casas y salir a la ruta. La noche era fresca, tranquila. Le gustaba manejar, podia dejarse ir, ver el campo al costado, las vacas pastando quietas, oir el rumor parejo del motor. Por el espejo veia la noche que se cerraba tras el, algunas luces en los ranchos lejanos. En el trayecto por la carretera vacia no habia visto a nadie salvo un camion de hacienda que volvia de Venado Tuerto y que lo cruzo tocando bocina. Croce le hizo un guino con las luces altas y penso que seguramente el camionero lo habia reconocido; por eso salio del asfalto y entro en un camino de tierra que desembocaba en la laguna. Cruzo despacio entre los sauces y estaciono cerca de la orilla; apago el motor y dejo que las sombras y el rumor del agua lo tranquilizaran.
A lo lejos, en la linea del horizonte, como una sombra en la llanura, estaba el alto edificio de la fabrica con su faro intermitente que barria la noche; desde los techos una rafaga de luz giraba alumbrando la pampa. Los cuatreros se guiaban por ese resplandor blanco cuando alzaban una tropilla antes del alba. Habia habido quejas y demandas de los ganaderos de la zona. «No sera por nosotros que los paisanos les roban los animales a estos mandrias», contestaba Luca Belladona, y el asunto no prosperaba.
Tal vez habian matado a Tony para cobrarse una deuda de juego. Pero nadie mataba por eso en esta region, de lo contrario la poblacion del campo se habria extinguido hace anos. A lo mas que se habia llegado era a incendiar los trigales, como hicieron los Dollans con el aleman Schultz, que habia comprometido una cosecha al pase ingles y se nego a pagar y al final terminaron todos presos. Y no esta bien visto que uno mate a alguien porque le debe plata. Esto no es Sicilia. ?No era Sicilia? Se parecia a Sicilia porque todo se arreglaba en silencio, pueblos callados, caminos de tierra, capataces armados, gente peligrosa. Todo muy primitivo. La peonada por un lado, los patrones por el otro. ?O no le habia escuchado decir al presidente de la Sociedad Rural, anoche mismo, en el bar del hotel, que si venian otra vez las elecciones no habria problema?
Fumaba a oscuras en el auto detenido, miraba la claridad que iluminaba a ratos el agua. La luz del faro parecia titilar, pero en realidad se movia en circulos; Croce vio de pronto una lechuza salir de su letargo y volar con un aleteo suave siguiendo esa blancura como si fuera el anuncio de la aurora.
Estaba cansado pero su cansancio se le habia convertido en una especie de lucidez insomne. Tenia que reconstruir una secuencia; pasar del orden cronologico de los hechos al orden logico de los acontecimientos. Su memoria era un archivo y los recuerdos ardian como destellos en la noche cerrada. No podia olvidar nada que tuviera que ver con un caso hasta que lo resolvia. Luego todo se borraba pero, mientras, vivia obsesionado con los detalles que entraban y salian de su conciencia.
El instinto -o, mejor, cierta percepcion intima que no llegaba a aflorar a la conciencia- le decia que estaba a punto de encontrar una salida. En todo caso decidio moverse; prendio el motor del auto y encendio los faros; unos sapos saltaron al agua y un bicho -?un peludo, un cuis embarrado?- se quedo quieto en un claro, cerca de los sauces. Croce hizo retroceder el auto unos metros y luego tomo por una huella y salio a campo abierto. Bordeo la estancia de los Reynal y anduvo varias leguas al costado del alambrado, con los chimangos quietos sobre los postes y los animales pastando en la noche, hasta llegar al asfalto.
Se guiaba por la luz de la fabrica, rafagas blancas en el cielo, y por la mole oscura del edificio en lo alto del cerro; el camino llevaba a la entrada de camiones y a los depositos; los hermanos Belladona lo habian hecho asfaltar para agilizar el movimiento de los transportes que iban y venian desde la empresa a la ruta que llevaba a Cordoba y a la central de IKA-Renault. Pero la empresa se habia venido abajo de la noche a la manana, los hermanos habian arreglado la indemnizacion de los obreros de la planta despues de turbulentas negociaciones con el sindicato de SMATA, y habian disminuido la produccion casi a cero, acosados por las deudas, los pedidos de quiebra y las hipotecas. Hacia un ano, despues de la disolucion de la sociedad y de la muerte de su hermano, que Luca se habia encerrado en la fabrica, decidido a salir adelante, trabajando en sus inventos y en sus maquinas.
Croce desemboco en el parque industrial, una hilera de galpones y galerias sobre la playa de estacionamiento. La cerca de alambre tejido estaba caida en varios lugares y Croce cruzo con el auto por uno de los portones vencidos. El playon de cemento parecia abandonado; dos o tres faroles aislados iluminaban pobremente el lugar. Croce dejo el auto estacionado frente a unas vias, entre dos gruas; una pluma altisima se perfilaba en la penumbra como un animal prehistorico. Preferia entrar por los fondos, sabia que era dificil que le abrieran si iba por la puerta principal. Habia luz en las ventanas de los pisos altos de la fabrica. Se acerco a una de las cortinas metalicas medio abiertas y la cruzo; salio a un pasillo que daba al taller central. Las grandes maquinas estaban quietas, varios autos a medio hacer seguian sobre los fosos en la linea de montaje; una alta piramide de acero estriado, pintada de un rojo ladrillo, se alzaba en medio del galpon; al costado habia un engranaje y una gran rueda dentada, con cadenas y poleas que llevaban pequenos vagones de carga al interior de la construccion de metal.
– Ave Maria Purisima -grito Croce hacia los techos.
– Que dice, comisario, ?trae orden de allanamiento?
La voz alegre y tranquila venia desde lo alto. En la galeria superior se asomo un hombre pesado, de casi dos