– Que haces, Junior, soy Emilio, dame con Luna. Estoy aqui, un pueblo de mierda, ?que tal por ahi? ?Alguna mina pregunto por mi? ?Algun suicidio nuevo en la redaccion?

– ?Recien llegaste?

– Te iba a llamar al bar, pero no sabes lo que es hablar por telefono desde las provincias… Pero dame con Luna.

Despues de una pausa y de una serie de crujidos y ruidos del viento contra el tejido de un gallinero, aparecio la voz pesada del viejo Luna, el director del diario.

– Dale, pibe, mira que estamos adelantados al resto. Salio algo en el Canal 7, pero podemos ganarle de mano a todo el mundo. La noticia no es el pueblo, la noticia es que mataron a un norteamericano.

– Puertorriqueno.

– Es la misma mierda. -Hizo una pausa y Renzi adivino que estaba prendiendo un cigarrillo-. Parece que la embajada va a actuar, o el consul. Mira si lo mato la guerrilla…

– No joda, don Luna.

– Fijate si podes inventar algo que sirva, esta todo bajo el agua por aqui. Manda una foto del muerto.

– Nadie sabe muy bien que vino a hacer a este pueblo.

– Segui esa pista -dijo Luna, pero como era su costumbre ya estaba en otra cosa, atendia diez asuntos al mismo tiempo y a todos les decia mas o menos lo mismo-. Apurate, pibe, que se nos viene el cierre -grito, y enseguida hubo un silencio raro, como un hueco, y Renzi se dio cuenta de que Luna habia tapado la bocina del telefono con el cuerpo y hablaba con alguien en la redaccion. Por si lo estaba escuchando, se atajo.

– ?Y de donde quiere que saque una foto? -Pero Luna ya le habia colgado el telefono.

En El Pregon todos estaban mirando un televisor instalado en una mesa rodante en un costado de la sala. El Canal 7 de la Capital habia pedido conexion coaxial con el canal del pueblo y la informacion local iba a ser trasmitida a todo el pais. En la pantalla cruzada de franjas grises que bajaban y subian circularmente se veia el frente del Hotel Plaza y al fiscal Cueto que entraba y salia, muy activo y sonriente. Explicaba y daba sus versiones. La camara lo seguia hasta la esquina y desde ahi, luego de mirar a la pantalla de frente con una sonrisita de suficiencia, el fiscal habia dado por cerrado el caso.

– Todo ha sido aclarado -dijo-. Pero hay una diferencia con la vieja policia encargada de la investigacion. Se trata de una diferencia procesal que sera resuelta en los tribunales. He pedido al juez de Olavarria que dicte la prision preventiva del acusado y lo traslade al penal de Dolores.

El canal local retomo su programacion y paso a informar sobre los preparativos del partido de pato entre Civiles y Militares en la remonta de Pringles. Gregorius apago el televisor y acompano a Renzi hasta la puerta del diario.

El cronista del El Mundo se instalo en el Hotel Plaza, descanso un rato, y despues se dedico a recorrer el pueblo y a entrevistar a los vecinos. Nadie le contaba lo que todos sabian o lo que para todos era tan conocido que no necesitaba explicaciones. Lo miraban con sorna, como si fuera el unico que no entendia lo que estaba pasando. Era una historia verdaderamente extrana, con aristas variadas y versiones multiples. Igual que todas, penso Renzi.

Al final de la tarde habia recogido toda la informacion disponible y se preparo para escribir la cronica. Se instalo en su pieza del hotel y consulto sus notas, hizo una serie de diagramas y subrayo varias frases en su libreta negra. Despues bajo al comedor y pidio una cerveza y un plato de papas fritas.

Eran mas de las doce de la noche cuando volvio al local del diario del pueblo, golpeo con la mano abierta la persiana de hierro y se hizo abrir por don Moya, el sereno, que andaba siempre rengueando con un bamboleo medio ridiculo porque lo tiro un caballo en el 52 y quedo chueco. Moya le fue prendiendo las luces de la redaccion vacia y Renzi se sento ante el escritorio de Gregorius y redacto la nota en una Remington que se saltaba la a.

La escribio de un saque, mirando los apuntes, tratando de que fuera lo que Luna llamaba una nota de color con gancho. Empezo con la descripcion del pueblo porque se dio cuenta de que ese era el tema que iba a interesar en Buenos Aires, donde casi todos los lectores eran como el y pensaban que el campo era un lugar pacifico y aburrido, con paisanos con gorra de vasco, que sonrien como tarados y le dicen a todos que si. Un mundo de gente campechana que se dedicaba a trabajar la tierra y eran leales a las tradiciones gauchas y a la amistad argentina. Ya se habia dado cuenta de que todo eso era una farsa, en una tarde habia escuchado mezquindades y violencias peores a las que podia imaginar. Circulaba la version de que Duran era lo que llamaban un valijero, alguien que trae plata bajo cuerda para negociar las cosechas con empresas ficticias [15] y no pagar los impuestos. Todos le habian hablado del bolso con dolares que Croce habia encontrado en el deposito de objetos perdidos del hotel y que seguramente era la pista para descifrar el crimen. Lo mas interesante, desde luego, como pasa siempre en estos casos, era el muerto. Investigar a la victima es la clave de toda investigacion criminal, habia escrito Renzi, y para eso tenian que interrogar a todos los que tenian trato o negocios con el finado. Renzi mantuvo el suspenso y centro el asunto en el extranjero que habia llegado a ese lugar sin que nadie supiera del todo por que. Aludio vagamente al romance con una de las hermanas de una de las familias principales del pueblo.

Las pesquisas empezaban por quienes podian tener motivo para matarlo. Y al rato se habia dado cuenta de que todos en el pueblo tenian motivos y razones para matarlo. Las hermanas antes que nada, aunque segun Renzi era raro pensar que ellas quisieran matarlo. Lo hubieran matado ellas mismas, segun le declararon a este cronista varios vecinos del lugar. Y tienen razon porque aca, la verdad, dijo uno de los gerentes del hotel, las mujeres no encargan a nadie que les haga el trabajo, van y lo limpian. Al menos eso era lo que ha pasado siempre por aqui con los crimenes pasionales, le dijeron orgullosos, como quien defiende una gran tradicion local.

Escribio que, segun trascendidos, el principal sospechoso, un empleado del hotel de origen japones, estaba detenido y que el comisario Croce habia descubierto, en los sotanos del hotel, un bolso de cuero, color marron, con casi cien mil dolares en billetes de cincuenta y de cien. Segun parece, agrego Renzi, el sospechoso habia bajado el bolson con la plata desde la pieza en un montacargas usado en el pasado para subir la comida en los room service. Nada de esto habia trascendido oficialmente, pero varias fuentes en el pueblo comentaban esos hechos. Hay que consignar, concluyo, que las versiones oficiales no aceptan ni rechazan esos dichos. El director del diario local (y aprovecho para citar a El Pregon) ha criticado el modo en que la investigacion esta siendo llevada adelante por las autoridades. Para quien era la plata y por que no se la habian llevado del hotel y la habian dejado en un deposito de objetos perdidos eran las preguntas con las que se cerraba la nota.

Despues corrigio las paginas con una birome roja que encontro en el escritorio y le dicto la nota por telefono a la mecanografa del diario, repitiendo como un lorito todos los signos de puntuacion, coma, punto, punto y seguido, dos puntos, punto y coma. La descripcion del pueblo visto desde lo alto al llegar por la ruta abria la cronica, como si fuera la version de un viajero que entraba en un territorio misterioso, y eso gusto porque le daba al pueblo una existencia concreta y por una vez el poblado dejaba de ser un apendice de Rauch.

Al cruzar la sierra alta se ve abajo el pueblo en toda su extension, desde la laguna que le da nombre hasta las residencias situadas sobre las lomas y las barrancas.

Fue una cronica breve, con el titulo de un spaghetti-western (que no era el que Renzi le habia puesto a la nota), Asesinan a un yanqui en un pueblo del oeste, y que leyeron en el lugar al dia siguiente, con los principales acontecimientos sintetizados en un orden ridiculo (el hotel, el cadaver, la valija con la plata), como si despues de una tarde de dar vueltas y hacer preguntas el periodista de Buenos Aires se hubiera dejado enganar por todos sus informantes.

Parecia nervioso o medio boleado, dijo Moya, y conto que despues de escucharlo dictar la nota lo habia acompanado hasta la puerta y vio que se iba al Club Social a tomar una copa, acompanado por Bravo, el cronista de Sociales, que aparecio de golpe como si hubiera despertado al escuchar el ruido de la cortina metalica.

Sofia estuvo un rato silenciosa, mirando la luz de la tarde que decrecia en el jardin, y despues retomo el ritmo un poco enloquecido de esa historia que habia escuchado y repetido o imaginado muchas veces.

– Mi padre se hacia el aristocrata y por eso la busco a mi madre, que es una Ibarguren… -dijo Sofia-. Mi padre se caso por amor con su primera mujer, Regina O’Connor, pero ella ya te dije que lo dejo y se fue con otro y mi padre nunca se recupero, porque no podia concebir que lo abandonaran o que lo trataran con

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