Se sintio observada mientras se movia por la cocina preparando cafe. Su profundo mal humor estaba instalandose en su frente y la obligaba a fruncir el entrecejo. Procuro que no se notase. Aquella chica solo pretendia ser amable. Claro que nadie le habia pedido que se presentara en su casa trayendo aquel dulce horror. Aquella chica tambien pretendia charlar.

– ?Que tal te ambientas en Mexico despues de tu primer mes?

Una furia ciega empezo a devorarla. ?Por que debia participar de buen grado en una conversacion llena de topicos? ?Es que en Estados Unidos nadie anuncia sus visitas, nadie espera a ser invitado, todo el mundo entra al asalto ofreciendo y exigiendo amistad en las casas ajenas? Dejo la cafetera en el fuego y se sento frente a Susy. Puso los codos en la mesa, se sujeto la cabeza con las manos y la miro de modo desafiante:

– ?En Mexico, estas segura de que estamos en Mexico? Porque metidas en este gueto podriamos estar en cualquier otra parte.

La americana se quedo inmovil. No esperaba una descarga semejante. Luego enrojecio.

– Te parece aburrido, ?verdad? Cierto, llevas razon, lo es. Pero hay que tomarlo por el lado bueno: siempre podemos ir a San Miguel, pasear por el campo… lo unico que no nos permiten es alejarnos demasiado, ni viajar solas a otra ciudad. Cuestion de seguridad, temen secuestros.

Paula seguia mirandola fijamente sin denotar por su expresion si la habia siquiera entendido. La chica empezo a ponerse nerviosa y emitio un rio de palabras atropelladas.

– Claro que a veces hacemos algunas actividades culturales, tambien excursiones, fiestas… el consul espanol en Oaxaca ofrece fiestas a menudo a las que siempre estamos invitados, como el viaje hasta alli es tan breve… Tiene una casa preciosa, ya veras. Sus reuniones suelen ser divertidas.

– Si, seguro que lo son.

La cafetera emitio un pitido y Paula se levanto y fue hacia los fogones con una sonrisa. Pero para entonces ya habia conseguido aterrorizar a su amable vecina, que miraba en todas direcciones como buscando la salida. Puso el cafe en la mesa y corto el pastel. Lo probo. Era mucho mas sabroso de lo que parecia.

– Esta muy bueno.

– Es la unica receta de pastel con la que suelo acertar.

Comieron y bebieron en silencio. Entonces Susy levanto sus grandes ojos azules hacia ella y la miro con una especie de apuro:

– Ha sido una estupidez traerte un pastel, ?verdad?

– ?No, ?por que?!

– En algun momento he tenido la impresion de que ibas a lanzarmelo a la cara como en las peliculas antiguas.

Paula se echo a reir. Dejo su porcion de pastel a un lado y encendio un cigarrillo. No habia contado con la descarnada sinceridad de los norteamericanos.

– No me hagas caso, ultimamente estoy de un humor horrible. Puede que aun no me haya ambientado.

– ?Te arrepientes de haber venido con tu marido?

– No, tampoco puede afirmarse que haya dejado un monton de cosas interesantes en Espana. Nada me reclama alli, pero desde que llegue estoy pensando que es lo que me reclama aqui.

– ?Teneis hijos?

– No.

– Nosotros no hace mucho que estamos casados, y queremos tenerlos, pero sera cuando Henry acabe esta obra, de vuelta a Nueva York.

Paula asintio varias veces, pero no encontro nada que decir. Cambio de tema bruscamente, un poco harta ya de aquella conversacion.

– ?Que tal son las otras esposas?

– ?Ah, bien, muy amables! Lo malo es que no haya ninguna de mi edad.

– Entenderse con gente mayor no es nada facil.

– No he querido decir eso.

– No me ha molestado, es la verdad.

– Tu pareces distinta.

– Pues tengo algo mas de cuarenta anos.

– Si, pero se te ve como… indiferente, como si nada te importara demasiado.

– Si, puede ser -respondio con una carcajada seca.

– ?Sois una pareja feliz?

Todos los peligros que intuyo en Susy se habian concretado por fin. Si la dejaba continuar por el camino de lo privado, podian acabar en algun laberinto.

– En fin, el matrimonio es una institucion complicada.

– Si, si lo es. No puedo hablar por mi, Henry y yo estamos muy unidos; pero lo se a causa de mi madre. Nunca le perdonare sus fracasos matrimoniales.

Hizo como si no la hubiera oido, como si tuviera la mente en otra parte. Debia abortar aquel dialogo cuanto antes, y de un modo en que la chica no se molestara. Tampoco debia excitar su curiosidad, ni resultar demasiado brusca.

– Querida Susy, de verdad que me quedaria aqui todo el dia, charlando contigo; pero por desgracia tengo que trabajar.

– Eres la traductora de Tolstoi al espanol, ?verdad? El matrimonio de Tolstoi fue muy movido. Se querian y se odiaban a la vez, o primero una cosa y despues la otra.

– Algo por el estilo.

Se puso en pie, aun a riesgo de parecer poco hospitalaria. Era obvio que Susy esperaba algo mas de aquella visita, y se pregunto que. Habia aprendido que en toda relacion humana, hasta las mas esporadicas y superficiales, siempre existia un deseo de gratificacion propia. Aquella chica rubia y desinhibida buscaba algo en ella, quiza solo una interlocutora para lo que no fueran temas irrelevantes, quiza una confidente con quien airear sus problemas personales en aquel desierto. Pero no llegaba en buen momento. La despidio en la puerta y contesto con evasivas cuando la americana le propuso que fueran un dia juntas a San Miguel.

– Conozco a un artesano que hace unas pulseras de plata diferentes de las demas. Son preciosas, en serio, cuando te apetezca comprar una llamame y te acompanare.

– Lo hare, desde luego que lo hare.

Cerro la puerta tras de si y suspiro profundamente. ?Es posible vivir cerca de la gente sin ser vista, sin que nadie te dirija la palabra, sin responder a preguntas o sonreir? Una pretension absurda, por supuesto. No habia conseguido todavia prescindir por completo de la presencia humana, aun necesitaba notar su contacto lejano pero asequible. Se conformaba con algun que otro saludo minimo, oir risas a lo lejos, un comentario casual al comprar el periodico, al pedir en un bar.

Volvio a la cocina y vio los restos de pastel, las tazas vacias, el cenicero con su cigarrillo a medio apagar. Habia cometido una estupidez dejando que aquella chica entrara en la casa, pero echarla hubiera sido una estupidez aun mayor. Tal y como se habia presentado, no tuvo eleccion: o mandarla al infierno o invitarla a pasar. Aunque daba igual, en el fondo daba igual. Abrio uno de los armarios y saco una botella de whisky. Se sirvio un dedo. Bebio.

Victoria vio salir a Susy de casa de Paula desde su ventana. La visita no habia sido muy larga. Cuando momentos antes habia advertido por casualidad a la joven americana cargada con un pastel yendo hacia casa de los nuevos residentes temio lo peor: que la despidieran con estrepito. No podria haber dicho por que habia tenido esa impresion tan extrema. Posiblemente se debia a la personalidad de Paula, a lo que en realidad habia podido atisbar de su personalidad. «Todo un caracter», dijo alguien de la colonia nada mas conocerla. ?Era todo un caracter? Quiza, aunque el modo de comportarse de las personas siempre esta deformado por sus deseos sobre como ser advertidos por los demas, y Paula no parecia muy interesada en resultar agradable.

Habia llegado un mes atras, protestando por el cansancio del viaje, y habia procurado relacionarse lo menos posible con el resto. Su esposo era amable y apuesto, pero tan impenetrable como ella. La curiosidad le habia hecho preguntarle a Ramon como se comportaba el en la obra con los otros ingenieros, y el le habia respondido que demostraba un espiritu abierto y colaborador, una gran profesionalidad.

– De modo que el si se relaciona con todo el mundo.

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