su jardin, lo tenia en un estado lamentable.
La mujer del jefe dirigiendose con una botellita en la mano a la casa de enfrente.
?No podian estarse quietas nunca, cada una en su sitio, ocupandose de sus cosas, enfrascadas en la lectura o haciendo macrame? Pues no, se pasaban el dia danzando y tocando las pelotas. Cuando empezaba a verlas circular por los jardines, transitando de un lado a otro, se echaba a temblar. Eso significaba que se aburrian, y que se aburrieran era una mala senal. En ultima instancia, el aburrimiento se traducia en trabajo para el, posibles complicaciones, recados, incordios. Llevar las cuentas y la organizacion de la colonia no le resultaba demasiado dificil, otra cosa era tratar con las senoras, ver que les hacia falta, con que problemas se encontraban, que soluciones podia proponerles. A veces tenia miedo de meter la pata, aunque no era frecuente que le pasara, tras casi dos anos ya habia cogido el tranquillo. Todo consistia en sonreir y no llevar la contraria en exceso. Cuando lo que se esperaba de el era demasiado engorroso, o demasiado exigente, o pesado, o absurdo, el sistema mas eficaz pasaba por ponerse serio de repente, como si se encontrara profundamente reconcentrado, dar varios golpes afirmativos con la cabeza y soltar: «Veremos que puedo hacer.» Con un poco de suerte se olvidaban. Por lo demas, era un trabajo agradable, y sobre todo bien pagado. Guardaba casi todo el dinero que ganaba para su regreso a Espana. El y Yolanda comprarian un piso y se casarian o se irian a vivir juntos, se enrollarian bien. Mientras tanto tenian que vivir separados, cada uno en un pais. Yolanda le habia prometido que lo visitaria para las Navidades del segundo ano, y ya no faltaba tanto. Releyo parrafos de su ultima carta, que guardaba en el cajon de la mesa. «Mi querido unico hombre entre mujeres:…» Encima, cachondeo. Sonrio. Sin duda su novia era una tia estupenda, guapa a rabiar. Pero estaba lejos, y el necesitaba follar. ?Tres anos o mas sin follar? Ni se lo habia planteado cuando acepto el puesto en Mexico. Nadie se plantea ese tipo de cosas en frio, quiza porque no son cosas para pensar hasta que no se sienten. ?Y vaya si se sentian!, a los dos meses ya no podia aguantar el deseo, solo pensaba en follar, en follar todo el tiempo. Se retorcia en la cama, incluso durante el sueno. Se masturbaba como un salvaje, pero daba igual, la obsesion no desaparecia, no lo dejaba descansar ni un minuto. Llego a ser tan fuerte la ofuscacion que sentia que se pasaba el dia atisbando a las esposas de los ingenieros, a las de los tecnicos de grado medio, todas casadas, muchas con hijos, justamente aquellas mujeres a las que se suponia que debia atender y, en cierto modo, proteger. Un dia se descubrio a si mismo pendiente de las tetas de dona Manuela, la mujer de don Adolfo, el ingeniero jefe. Y dona Manuela debia de andar por los sesenta, pero hasta ella lo excitaba, ?joder, no estaba mal!: entrada en carnes, pero prieta, con el cabello sedoso y un par de tetas monumentales que se resistian al influjo de la gravedad. El dia en que se dio cuenta de que estaba teniendo una ereccion mientras dona Manuela le pedia que le mandara unos operarios para que arreglaran la valla de su jardin se alarmo. Aquello podia acabar mal, su salud mental peligraba. Consulto con uno de los tecnicos venidos de Espana, un electricista que tenia su edad, y el fue quien le dio noticia de El Cielito. Naturalmente, no podia ser de otra manera, se habia comportado como un pardillo no imaginandoselo. Todos los trabajadores de la obra que no habian traido a sus familias a Mexico acudian alli. Tambien iban los ingenieros, pero se limitaban a tomar una cerveza en grupo y no subian a las habitaciones con ninguna mujer, o al menos eso aparentaban delante de los demas. Un pardillo. Claro que, ?quien podria haberse hecho una idea de que existia un burdel en medio de ninguna parte: alegre, bullanguero, lleno de gente y animacion? Un burdel enorme, feo, desangelado, con las paredes pintadas de verde gallinero pero cargado de musica y alcohol. Mexico era asi, y los mexicanos estaban medio locos. Cuando pensabas que ya los conocias, salian con novedades imprevistas que nunca hubieras llegado a concebir. Tan callados, pero tan habladores de pronto, con aquella pronunciacion espanola tan graciosa, tan especial. Se habia convertido en un habitual de El Cielito. No pasaba nada, el secreto estaba en no beber demasiado. Ni pulque, ni tequila, ni mezcal. Un par de cervecitas bien frias, eso era todo. Y al dia siguiente, a trabajar: las cuentas, la intendencia y los entretenimientos de las senoras, que era lo peor.
Vio como dona Manuela le pasaba el frasquito misterioso a Victoria y como despues de hablar y hablar, requisito imprescindible con la mujer del jefe, empezaban a echar gotas de liquido sobre las plantas del jardin. Debia de ser un insecticida, un abono, cualquier gilipollez que se le hubiera ocurrido a aquella senora que no se estaba nunca quieta, que siempre aspiraba a organizarlo todo, que lo llevaba a mal traer: «Dario, seria cuestion de poner una barrera alrededor de la piscina. Por los que tienen ninos pequenos, ya sabes… Dario, deberias buscar un pintor para que repasara las paredes exteriores del club, he visto unos desconchados de muy mal efecto, y eso que solo hace un ano que las construyeron, pero ya conoces a la gente de aqui, siempre hacen las cosas sin ganas, y usan materiales de mala calidad…» Mandaba mas que un general, mucho mas que su marido, el autentico jefe a fin de cuentas, un hombre tranquilo y de pocas palabras. Pero no era mala mujer. A menudo le preguntaba por Yolanda, y la habia invitado a permanecer en la colonia con todo pagado cuando fuera por Navidad. Yolanda. Le daba coraje por ella, las visitas a El Cielito y todo aquello, pero ?que otra cosa podia hacer? Nada, absolutamente nada, no podia luchar contra su propia naturaleza; ademas, ?se podia considerar aquello como una infidelidad? Le hubiera extranado muchisimo que asi fuera. Nadie puede soportar meses y meses sin hacer el amor, sobre todo cuando se esta acostumbrado a hacerlo regularmente. Le cayo una gota de sudor por la frente. ?Le pasaria lo mismo a Yolanda? Otra gota de sudor. No estaba seguro de que para las mujeres fuera igual, probablemente, no; ellas solo se van a la cama con un tipo si estan enamoradas. ?Seria asi para Yolanda? No hay alegres burdeles para mujeres, si una chica quiere darle una alegria a su cuerpo tiene que ligar, y si se liga… todo adquiere un tono diferente. Preferia no pensar. Habia llegado hasta alli para ganar dinero, mucho mas del que hubiera ganado en Espana, y no para pensar.
De pronto, observo como la esposa del nuevo ingeniero salia de su casa y se encaminaba hacia su despacho. Si, venia directa a el, nadie podia evitarlo ya. ?Que demonio querria? ?Vaya por Dios, y eso que le habia parecido de las que no dan la tabarra! ?Y a aquellas horas de la manana! Busco rapidamente su nombre en la lista de residentes.
– ?Que tal, dona Paula, como esta?
– Llamame Paula o empezara a dolerme el estomago. No recuerdo como te llamas tu.
– Dario.
– Dario Codomano, buen personaje historico. Oye, Dario, me preguntaba donde hay un bar por aqui. Un bar con cierta gracia, con chispa.
– Ya conoce el club de la colonia, ?verdad?
– Si, lo conozco, pero lo que quiero es un bar.
– Tiene los bares de la plaza, en San Miguel. Sirven buena cerveza mexicana, e internacional. Estan muy animados a la hora del aperitivo.
Paula pestaneo varias veces con afectacion, para que el se diera cuenta de que estaba impacientandose.
– Entonces, ?ningun bar interesante, de esos a los que no van los ninos con sus mamas?
Dario la miraba, cada vez mas nervioso. Ella le estaba clavando los ojos en profundidad, como dos garfios que se engancharan en la carne.
– No sabria decirle, pero veremos que puedo hacer, quiza en las afueras… Preguntare a alguien de por aqui, eso es lo que hare.
– Muy bien, muchacho, haz una encuesta y luego me pasas los resultados, ?si?
– Manana estamos todos invitados a una fiesta que da el consul de Oaxaca… no es un bar, pero esas fiestas siempre suelen ser divertidas. Ademas, como es por la noche, no hay ninos.
Paula sonrio, con parte de simpatia y parte de desden.
– Perfecto, Dario, no faltare. Espero que el consul si pueda decirme donde hay un buen bar.
Salio del despacho y se alejo caminando desganadamente. Era alta, de espalda ancha y hermosas piernas. «?Joder! -penso-. ?Esto era lo que me faltaba, una tia que no se de que palo va!»
Penso que su primera fiesta en Mexico requeria mucha preparacion. ?Tres copas previas, mejor cuatro? ?Una raya de coca, mejor dos? Todo eso sumado a su encanto personal de hermosa mujer. «Alla voy -penso-, alla voy.»Senor consul, senora consulesa, ?como estan? Una fiesta realmente fantastica, como no podia ser menos. Todos estamos encantados en este pais, un pais maravilloso, y vivimos felices en nuestra colonia, que es muy acogedora. Este entorno esta lleno de… tipismo, esa es la palabra, un tipismo autentico, fuera de cliches. Hay de todo en la fiesta. Canapes y frijoles, que son lo mejor. Frijoles negros nadando en sopa negra, como almas impuras en el infierno. Por cierto, ?no contamos con un cardenal en esta fiesta, al menos un obispo? Ese si es un fallo, lo digo sin ambages. Un representante de la Iglesia en una celebracion mundana siempre imprime caracter, da esplendor, sobre todo hallandonos en el Tercer Mundo. Un cardenal tonsurado, con todos los arreos liturgicos,