inercia indiferente que no nos convenia. ?Debiamos dejarlo ya? No, en cualquier momento podia rendirse.

– ?Sabias algo sobre el convento?

– Que pagaban sin retrasarse.

– ?Algo mas?

– No.

– ?Tu hermano tenia algun asunto extra con las corazonianas? Quiero decir, ?habia hecho para el convento lo que tu llamas caridades o algo por el estilo?

– No lo se, mi hermano nunca hablaba. Estoy harto de repetirlo.

Continuamos asi durante un par de horas mas. Eran las cinco de la manana. Decidimos dejarlo porque se le cerraban los ojos y era incapaz de articular las palabras con nitidez. Dominguez ya habia acabado su turno y en su lugar habia un joven policia al que nunca habia visto con anterioridad.

– Llevelo a su celda. Manana a las ocho que este de nuevo aqui.

Garzon parecia bastante derrotado.

– ?Se va a la cama? -le pregunte.

– Aunque solo sea para un rato.

– Yo creo que me quedare. Dormire en el despacho de Coronas, que tiene sofa.

– Marchese a su casa, inspectora, unas horas de descanso le haran bien.

– Es absurdo marcharme para regresar enseguida de nuevo. Ademas, ya he avisado a Marcos de que no ire. No quiero despertarlo.

– Como guste; yo me largo.

Sus pasos me parecieron cada vez mas cansinos hasta que su sonido desaparecio. De madrugada, la comisaria se convertia en un lugar inhospito. La desventaja de no volver a casa era que a la manana siguiente no podria ducharme ni cambiarme de ropa. Ademas, no habia pensado en que el personal de limpieza empezaria pronto su labor. Si dormia en el sofa de Coronas me despertarian y les impediria trabajar. Lo mas prudente era seguir el consejo del subinspector y regresar a casa. Me instalaria en el salon para no molestar a Marcos.

Caminando por los pasillos una figura femenina me sobresalto. Era Sonia. No podia creerlo.

– Sonia, ?que demonio haces aqui?

– Es que… bueno, me he enterado de que estaban interrogando a ese chico que se ha entregado y queria saber si ha dicho algo sobre donde esta el sospechoso que se me escapo.

Deberia haberme sentido enternecida por aquel exceso de celo en el cumplimiento del deber; pero como siempre, Sonia me sacaba de quicio. Conte hasta diez antes de decir:

– El sospechoso se escapo, Sonia, no se te escapo. No veo ninguna razon para que te quedes aqui hasta la madrugada. Manana tienes trabajo a primera hora, ?no?

– Estare aqui puntualmente, inspectora; ya vera.

– Buenas noches.

– Adios.

Me parecio que habia sido excesivamente desagradable con ella y volvi la cabeza para preguntar:

– ?Te encuentras mejor del golpe?

– Si, ya me encuentro del todo bien -contesto sonriendo como si creyera que de verdad me interesaba su salud.

Me tumbe en el sofa del salon sin quitarme siquiera la gabardina. Mi destino aquella noche era fatalmente un sofa. Deposite el movil sobre la mesita de centro. Crei que, debido a la intensidad emocional de la jornada, no conseguiria dormirme, pero me equivoque. Nada mas cerrar los ojos cai en un pozo profundo de donde tuve la sensacion de que no saldria jamas.

El despertar fue brusco. Di un bote y me sente. Busque el movil con rapidez, pero habia desaparecido de donde yo lo coloque. Mire el reloj: las nueve menos veinte. ?Dios, que desastre! Por la casa se extendia un apetitoso olor a cafe que me condujo hasta la cocina. Alli encontre a Marcos, recien duchado y vestido, preparando el desayuno.

– ?Donde esta mi telefono?

– Aqui -dijo mostrandolo en su mano-. Te ha llamado la monja esa.

– ?La superiora?

– Si, queria hablar contigo. Le he dicho que estabas durmiendo. Ha dicho que muy bien.

– Pero… -la enormidad de lo que estaba sucediendo me impidio hablar. Le arrebate el telefono y llame a la madre Guillermina. Tardaron un poco en localizarla, pero al fin llego.

– Venga en cuanto pueda al convento, inspectora. Es urgente que hable con usted.

– Enseguida estare ahi.

– Tomese su tiempo. No me movere.

Marcos puso delante de mi un cafe con leche humeante y unas tostadas recien hechas.

– Desayuna, por favor.

– Marcos, ?como has podido?…

– El telefono sono al menos cinco veces al lado de tu oido. No te despertaste. Entonces lo cogi. Te vi tan destrozada que me parecio prudente dejarte dormir un rato mas.

– ?Prudente, te parecio prudente? Estoy en medio de un caso que es un laberinto horroroso, recibo una llamada importante y solo se te ocurre dejarme dormir.

– Petra, no me pidas que la seguridad de los ciudadanos sea lo fundamental para mi. Para mi, lo mas importante eres tu.

– Pero, debes comprender que…

– Ya comprendo todo lo que debo comprender. No soy ningun estupido, tampoco un nino. De modo que volveria a hacer exactamente lo que he hecho. La superiora sabe esperar, y tu tendrias que aprender a hacer lo mismo. Y ahora me voy al estudio. Por cierto, yo de ti desayunaria y tomaria una ducha. Con el aspecto que ofreces en este momento dudo que te dejen entrar en ninguna parte, ni siquiera en tu propia comisaria.

Salio sin sintomas de haberse enfadado. Marcos creia entender pero no entendia nada, no tenia ni idea de lo que es la practica policial, de la inmediatez que exige, de la dedicacion. Claro que a lo mejor yo estaba exagerando y empezaba a caer en un defecto que siempre habia criticado en los demas: la mitificacion del trabajo. Solo el trabajo es importante, nada puede esperar y nosotros somos imprescindibles para que todo vaya bien. No, un poco de calma, quiza mi impavido marido llevaba razon y lo mas recomendable era zamparse aquel desayuno sustancioso, reponer fuerzas, darme una ducha bien caliente, cambiarme la ropa arrugada y pestilente a humo de cigarrillo. Puede que asi consiguiera llegar a mi cita pareciendome un poco a quien era.

Funciono. Desde el coche llame a Garzon, que ni siquiera se mostro sorprendido porque me incorporara a mis quehaceres un poco mas tarde.

– Quiero que venga conmigo al convento, Fermin. A ver que sorpresa nos tiene preparada la madre Guillermina.

– ?Y Miguel Lledo?

– Que nos espere en la sala de interrogatorios, asi ira templando los nervios.

La portera nos abrio. Habia vuelto a su animo habitual, muy parecido al de una lechuza. Nos condujo hasta el despacho de la superiora. Esta no nos dio permiso para pasar como solia, sino que se presento personalmente en el quicio de la puerta. Enseguida comprendi la razon, toda la habitacion se encontraba invadida de humo, cosa que pretendia ocultar a ojos de la portera. Miro a Garzon con desconfianza y nuevamente tuve que interceder por el.

– El subinspector esta al tanto de todo.

– Lo se, lo se, pero justamente hoy era necesario que hablaramos de mujer a mujer. Tengo dudas de poder decir nada en su presencia. Perdoneme, senor Garzon, no es nada personal, se trata de una cuestion de costumbres, de educacion. No me veo con animos de contar en su presencia lo que debo.

– No se preocupe, esperare fuera.

– Para esperar fuera vaya a comisaria, tiene trabajo. Luego nos vemos alli -le indique.

Nos quedamos las dos mujeres frente a frente. La monja se quito las gafas, se las puso de nuevo, encendio un cigarrillo, lo apago. Su rostro estaba contraido y acalorado. Por fin encontro fuerzas para hablar.

– Inspectora, lo que tengo que confesarle es muy grave. Probablemente recibire una amonestacion de la superiora provincial por no haberle pedido permiso antes de citarla a usted; pero no puedo vivir con eso en la

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