media hora tardaran todavia, digo yo. ?Pues no son dieciseis kilometros al puente?
– Dieciseis siguen siendo – asentia Mauricio -; en moto, ya se puede. Dara gusto venir.
– Si, en la moto se viene demasiado de bien. Luego, en cuanto que paras, notas de golpe el calor. Pero en marcha, te viene dando el fresquito en toda la cara. Oiga, le iba a decir…, usted no tendra inconveniente, ?verdad?, que dejemos las bicis aqui, como el ano pasado.
– Pueden hacer lo que quieran; faltaria mas.
– Muchas gracias. ?Y de vino que tal? ?Es el mismo, tambien?
– No es el mismo, pero es casi mejor. Un gusto por el estilo.
– Bien; pues entonces convenia que nos fuese usted llenando… cuatro botellas, eso es; para por la manana.
– Yo, las que ustedes digan.
– ?Pero cuatro botellas, Sebas? Tu estas loco. ?Adonde vamos con tantisimo? En seguida quereis exagerar.
– No digas cosas raras; cuatro botellas se marchan sin darnos ni cuenta.
– Bueno; pues lo que es tu, ya te puedes andar con cuidado de no emborracharte, ?estamos? Luego empezais a meter la pata y se fastidia la fiesta con el vino dichoso; que maldita la falta que hace para pasarlo bien.
– Por eso no se apure, joven – terciaba Lucio -. Usted dejele, ahora. Que se aproveche. El vino que beba hoy, ya lo tiene bebido para cuando se casen. Y siempre seran unos cuantos cantaros de menos para entonces. ?No cree?
– Cuando nos casemos sera otro dia. Lo de hoy vale por hoy.
– No le hagan caso – dijo Mauricio-. Es un ser peligroso. Lo conozco. No se asesoren con el.
– Aqui lo conocen a uno demasiado – decia Lucio, riendo-. Y eso es lo malo. Que lo calen a uno en algun sitio.
– Pues intenta irte a otro. A ver si te reciben como aqui.
Lucio le hizo un aparte a la chica y le decia bajito, escondiendo la voz en el dorso de la mano: «Eso lo dice porque me fia; por eso, ?sabe usted?»
Paulina sonrio.
– ?Que andas diciendola secretos a la joven? ?No ves que el novio se molesta?
Sebastian sonreia tambien:
– Es cierto – dijo-. Mire que soy bastante celoso… Conque tenga cuidado.
– ?Huy, que es celoso, se pone! ?Que mas quisiera yo! Sebastian la miraba y la atrajo hacia si por los hombros.
– Ven aca, ven aca, tu, golondrina. Oye: ?salimos ahi afuera, a ver si vienen esos?
– Como tu quieras. ?Y que hora es?
– Las diez menos veinticinco; ya no pueden tardar. Pues hasta ahora, senores.
– Hasta luego.
Salieron. Caminaban hacia el paso a nivel. Paulina dijo:
– ?Que tio mas raro! Cuidado que hace cosas dificiles con la cara.
– ?Que fue lo que te dijo?
– Nada; no se que de que si el otro le fia. ?Chico, que calor hace!
– Si, tengo ya ganas de que lleguen estos, para meterme en el agua cuanto antes.
– No se te ocurra cometer la tonteria de banarte antes de las once y media; se te puede cortar la digestion.
– Vaya; como me cuidas, Pauli. ?Me vas a cuidar igual cuando nos casemos?
– Lo que tu dices sirve siempre, Lucero. Me agrada a mi el que lo digas.
– Anda, ?y que gano yo con que te agrade?, si luego no lo llevas a la practica.
– Pues que te quiero mas: eso ganas. ?Te parece a ti poco?
– Anda con Dios; no eres tu poco fatuo, muchacho; que barbaridad.
– Te quiero; eres un sol.
– Pues de soles ya tenemos bastante con uno, hijo mio. Lo que es hoy, desde luego, no hacen falta mas. Mira: ahi viene el tren.
– ?Contamos los vagones?
– ?Que tonteria!; ?para que?
– Asi, por gusto.
– Una pareja simpatica – dijo Lucio -; ahi los tienes. Mauricio estaba enjuagando las botellas, dijo:
– Ya venian el ano pasado. Pero se me hace a mi que no eran novios todavia. Se tienen que haber hecho posterior.
– Lo unico, lastima de pantalones los de ella. ?Cosa mas fea! ?Por que se vestiran asi?
– Para la moto, hombre; con pantalones va mejor. Y mas decente.
– Ca. No me gustan a mi las muchachas vestidas de esa manera. Si parece un recluta.
– Que le vienen un poco grandes; seran de algun hermano.
– Pues donde este una chica de ese tiempo con una bonita falda, lo demas es estropearse la figura. Pierden el gusto en ese Madrid; no saben ya que ponerse.
– Bueno, en Madrid, te digo yo que te ves a las mujeres vestidas con un gusto como en tu vida lo has visto por los pueblos. ?Vaya telas y vaya hechuras y vaya todo!
– Eso no quita. Tambien se contempla cada espectaculo que es la monda. Al fin y al cabo es el centro, la capital de Espana; vaya, que todo va a dar a ella; por fuerza tiene que estar alli lo mejor y lo peor.
– Pues hay mas cosas buenas que no malas, en Madrid.
– Para nosotros, a lo mejor, los que venimos del campo. Pero anda y vete a preguntarselo a ellos. Y si no, la muestra. Aqui mismo la tienes; miralos como se vienen a pasar los domingos. ?Eh? Sera porque ya se aburren de tanta capital; si estuvieran a gusto no saldrian. Y que no es uno ni dos… ?es que son miles!, los que salen cada domingo, huyendo de la quema. Por eso nadie puede decir en donde esta lo bueno; de todo se acaba cansando la gente, hasta en las capitales.
Mauricio habia terminado de llenar las botellas y les pasaba un pano. Callaban. Lucio miraba el rectangulo de campo, enmarcado en la puerta vacia.
– ?Que tierra esta! – dijo.
– ?Por que dices eso?
– ?El que?
– Eso que acabas de decir.
– ?Que tierra esta? Pues sera porque estoy mirando el campo.
– Ya.
– No, no te rias. ?De que te ries?
– De ti. Que estas un poco mocho esta manana.
– ?Te diviertes?