derrotada. El Presidente tiene el proposito de acabar con esta lucha tan danina para la democracia y tan costosa para el pais. Pronto anunciara un plan de pacificacion y ofrecera amnistia a los guerrilleros que depongan las armas y esten dispuestos a acatar las leyes e incorporarse a la sociedad. Puedo adelantarle algo mas, el Presidente piensa legalizar el Partido Comunista. No estoy de acuerdo con esta medida, debo admitirlo, pero mi funcion no es objetar el Poder Ejecutivo. Eso si, le advierto que las Fuerzas Armadas jamas permitiran que intereses foraneos siembren ideas perniciosas en el pueblo. Defenderemos con nuestras vidas los ideales de los fundadores de la Patria. En pocas palabras, le estamos haciendo una oferta unica a la guerrilla, Eva. Sus amigos podran volver a la normalidad, concluyo.
– ?Mis amigos?
– Me refiero al Comandante Rogelio. Creo que la mayoria de sus hombres se acogera a la amnistia si el lo hace, por eso deseo explicarle que esta es una salida honrosa, su unica oportunidad, no le dare otra. Necesito que alguien de su confianza nos ponga en contacto y esa persona puede ser usted.
Lo mire a los ojos por primera vez en la entrevista y le mantuve la vista clavada, convencida de que el General Tolomeo Rodriguez habia perdido el juicio si pretendia que condujera a mi propio hermano a una trampa, caramba, las vueltas del destino, no hace mucho Huberto Naranjo me pidio que hiciera lo mismo contigo, pense.
– Veo que no confia en mi… murmuro sin desviar la mirada.
– No se de que me esta hablando.
– Por favor, Eva, merezco que al menos no me subestime. Conozco su amistad con el Comandante Rogelio.
– Entonces no me pida esto.
– Se lo pido porque es un trato justo, a ellos les puede salvar la vida y a mi me ahorra tiempo, pero comprendo sus dudas. El viernes el Presidente anunciara estas medidas al pais, espero que entonces me crea y este dispuesta a colaborar por el bien de todos, especialmente de esos terroristas, que no tienen mas alternativa que la pacificacion o la muerte.
– Son guerrilleros, no terroristas, General.
– Llamelos como quiera, eso no cambia el hecho de que se encuentran fuera de la ley y yo tengo todos los medios para destruirlos, en cambio les estoy lanzando un salvavidas.
Acepte pensarlo, calculando que eso me daba un plazo. Por un instante paso por mi mente el recuerdo de Mimi explorando la posicion de los planetas en el firmamento y descifrando cabalas en los naipes para pronosticar el futuro de Huberto Naranjo: siempre lo he dicho, ese muchacho acabara convertido en magnate o en bandido. No pude evitar una sonrisa, porque tal vez la astrologia y la quiromancia se equivocaban de nuevo. De pronto se me cruzo por delante la vision fugaz del Comandante Rogelio en el Congreso de la Republica peleando desde una butaca de terciopelo las mismas batallas que ahora daba con un fusil en la montana. El General Tolomeo Rodriguez me acompano hasta la puerta y al despedirse me retuvo la mano entre las suyas.
– Me equivoque con usted, Eva. Durante meses he deseado su llamada con impaciencia, pero soy muy orgulloso y siempre mantengo la palabra empenada. Dije que no iba a presionarla y no lo he hecho, pero ahora me arrepiento.
– ?Se refiere a Rolf Carle?
– Supongo que eso es temporal.
– Y yo espero que sea para siempre.
– Nada es para siempre, hija, solo la muerte.
– Tambien trato de vivir la vida como me gustaria que fuera… como una novela.
– ?Entonces no tengo esperanza?
– Me temo que no, pero de todos modos gracias por su galanteria, General Rodriguez. Y poniendome en punta de pies para alcanzar su altura marcial, le plante un beso rapido en la mejilla.
FINAL
Tal como diagnostique, Rolf Carle es de reacciones lentas en algunos asuntos. Ese hombre, tan veloz cuando se trata de captar una imagen con la camara, resulta bastante torpe ante sus propias emociones. En sus treinta y tantos anos de existencia habia aprendido a vivir en soledad y estaba empenado en defender sus habitos, a pesar de los sermones exaltando las virtudes domesticas que le endilgaba su tia Burgel. Tal vez por estas razones tardo tanto en percibir que algo habia cambiado cuando me oyo contar una historia sentada a sus pies entre cojines de seda.
Despues de la fuga de Santa Maria, Rolf me deposito en la casa de sus tios en la Colonia y regreso esa misma noche a la capital, porque no podia estar ausente de la barahunda que se armo en todo el pais cuando las radios de la guerrilla comenzaron a difundir las voces de los profugos lanzando consignas revolucionarias y mofandose de las autoridades. Exhausto, mal dormido y hambriento, paso los cuatro dias siguientes entrevistando a todas las personas relacionadas con el caso, desde la matrona del prostibulo de Agua Santa y el depuesto director del presidio, hasta el Comandante Rogelio en persona, quien alcanzo a aparecer veinte segundos en las pantallas de television, con una estrella en su boina negra y la cara cubierta por un panuelo, antes que se cortara la transmision por fallas tecnicas, como se dijo. El jueves convocaron a Aravena a la Presidencia donde recibio la recomendacion tajante de controlar a su equipo de reporteros si deseaba permanecer en su puesto. ?No es extranjero ese Carle? No, Excelencia, esta nacionalizado, vea sus documentos. Aja, de todos modos adviertale que no interfiera en asuntos de seguridad interna, porque podria lamentarlo. El director llamo a su protegido a la oficina, se encerro con el durante cinco minutos y el resultado fue que ese mismo dia Rolf volvio a la Colonia con instrucciones precisas de quedarse alli, retirado de circulacion hasta que se disiparan los rezongos en torno a su nombre.
Entro en la amplia casa de madera, donde aun no llegaban los turistas de fin de semana, saludando a gritos, como siempre hacia, pero sin dar ocasion a su tia de meterle en la boca la primera racion de pastel ni a los perros de lamerlo de pies a cabeza. Salio de inmediato a buscarme, porque desde hacia varias semanas un fantasma de enaguas amarillas lo molestaba en suenos, tentandolo, escabullendose, quemandolo, elevandolo a la gloria instantes antes del amanecer cuando lograba abrazarlo despues de varias horas de vehemente acoso, y sumiendolo en la indignacion cuando despertaba solo, sudoroso, llamando. Ya era hora de poner un nombre a esa turbacion ridicula. Me encontro sentada debajo de un eucalipto aparentemente escribiendo mi folletin, pero en realidad atisbando en su direccion por el rabillo del ojo. Procure que la brisa moviera la tela de mi vestido y el sol de la tarde me diera un aspecto de sosiego, muy diferente a la hembra glotona que lo atormentaba por las noches. Senti que me observaba de lejos durante unos minutos. Supongo que al fin decidio que bastaba de rodeos, y se dispuso a exponerme sus puntos de vista con la mayor claridad, dentro de las normas de cortesia que le eran habituales. Se acerco a grandes pasos y procedio a besarme tal como ocurre en las novelas romanticas, tal como yo esperaba que lo hiciera desde hacia un siglo y tal como estaba describiendo momentos antes el encuentro de mis protagonistas en Bolero. Aproveche la cercania para husmearlo con disimulo y asi identifique el olor de mi pareja. Comprendi entonces por que desde la primera vez crei haberlo conocido antes. A fin de cuentas, todo se reducia al hecho elemental de haber encontrado a mi hombre, despues de tanto andar escudrinando por todos lados en su busqueda. Parece que el tuvo la misma impresion y posiblemente llego a una conclusion similar, aunque con algunas reservas, teniendo en cuenta su temperamento racional. Seguimos acariciandonos y susurrando esas palabras que solo los nuevos amantes se atreven a pronunciar porque aun son inmunes al prejuicio de la cursileria.
Despues de besarnos bajo el eucalipto se puso el sol, comenzo a oscurecer y bajo de subito la temperatura, como siempre ocurre por las noches en estas montanas. Entonces partimos levitando a promulgar la buena noticia de nuestro amor recien inaugurado. Rupert fue de inmediato a avisar a sus hijas y luego a la bodega a buscar sus botellas de vino anejo, mientras Burgel, emocionada hasta el punto de echarse a cantar en su lengua materna, comenzaba a picar y sazonar los ingredientes del guiso afrodisiaco y en el patio se armaba una jarana entre los perros, que fueron los primeros en percibir nuestras vibraciones radiantes. Pusieron la mesa para una comilona magnifica, con la vajilla de fiesta, mientras los fabricantes de velas, intimamente tranquilizados, brindaban por la felicidad del antiguo rival, y las dos primas iban cuchicheando y riendo a esponjar el edredon y colocar flores