Se sento y no me reconocio, ?como iba a reconocerme? Esta mujer habia conseguido vivir como un fantasma.

– Elfe tiene cuadros en su habitacion que valen millones de euros, ?verdad, Elfe? -dijo el hombre guinandome un ojo.

– Un Picasso -dijo Elfe-, un Degas y un Matisse, creo.

Elfe se quedo mirando al techo tratando de recordar y el hombre movio la cabeza con pena.

– Parece que todos venimos de una vida mejor -dijo el, sin sospechar ni por lo mas remoto que lo mas seguro era que los cuadros de Elfe fuesen autenticos. Luego Elfe pregunto con una inseguridad lastimosamente infantil:

– cSabeis donde esta mi perro?

El hombre me dirigio una mirada que decia: esta como una cabra, sin imaginar que yo si sabia donde estaba el perro, en casa de Frida.

Cuando terminamos me ofreci a acompanarla hasta su cuarto. Al abrirlo vi los cuadros colgados en las paredes, eran tan autenticos que parecian falsos.

– ?Quieres tomar una copa? -dijo metiendo la mano en el armario como en un nido de viboras.

Me marche y cerre la puerta. Tendrias que ver lo que esta pasando, Salva, no te lo creerias.

Ni yo tampoco me hubiese creido que varios dias despues bajase de un taxi un hombre alto, encorvado, torpon, arrastrando dos maletas de ruedas. Me costo un poco encajar a Heim en el pequeno jardin de la residencia. Y tuve que hacer un esfuerzo para que la vision de Heim hablando con Pilar fuese real.

Asi que habia tenido que abandonar su querido barco, el Estrella. No cabia duda de que tendria que haberle dolido, pero le habrian convencido de que ante su alarmante perdida de facultades tendria que recluirse si queria sobrevivir. Y evidentemente habia preferido sobrevivir por encima de todo. En el fondo pensaria que al ser de una raza superior aun le quedaban muchos anos por delante y que se le ocurriria algo para frenar su demencia. ?Sabria que tambien estaba Elfe aqui? ?Como reaccionaria Elfe cuando lo viera?

Fisto parecia no acabarse nunca, cuando yo no iba a ellos, ellos venian a mi, revivian para mi. Por algo seria. Sentia que estaban en mis manos y que el espiritu de Salva me guiaba.

Cuando por fin Pilar cumplio con el protocolo de llevar a Heim a su cuarto y de ensenarle las instalaciones, explicarle los horarios, preguntarle si era diabetico para el asunto de las comidas y demas temas con los que tambien me aturdio a mi en un primer momento, fui a hablar con ella.

– Un nuevo cliente.

– Si -dijo mientras tecleaba en el ordenador la ficha de Heim, bajo por supuesto otro nombre que no me apetecia memorizar-, a ver si este es un aleman como Dios manda y llega puntual a comer, no como Elfe, ?que castigo de mujer!

– Los puntuales son los ingleses, no los alemanes.

– Pero se supone que los alemanes son los mas organizados. No sabes como trae de ordenadas las maletas este hombre.

Le di la razon, los que yo habia conocido eran muy organizados.

– Oye, Pilar -le dije mirandola fijamente a los ojos-. No se como soportas estar con tanto viejo. Una mujer tan guapa como tu tendria que estar luciendose por ahi.

Se rio no muy alegremente.

– Por ahi no es oro todo lo que reluce -dijo.

– Eso tambien es verdad -dije-, ?y que te pareceria si un viejo como yo te propusiera ir al cine o dar una vuelta por el mundo?

Aguante bien el rato que tardo en contestar.

– No me pareceria mal. Seguro que tienes muchas cosas que contar.

– Mas de las que tu te crees.

11 Bajo tierra, bajo el cielo

Sandra

Convenci a mi hermana para que fueramos todos juntos a la casita a pasar unos dias. Le dije que al bebe le vendria de maravilla el aire del mar y estar rodeado de otros ninos y del calor de la familia, incluidos sus abuelos. Tenia seis meses y era despierto o mejor dicho muy observador. Si era cierto eso de que el feto recibe las sensaciones del exterior, el debio de captar mucha sospecha, miedo, precaucion y el claro mensaje de que nada ni nadie son lo que parecen. Cuando nos miraba parecia que buscaba la verdad dentro de nosotros o que sabia que detras de cualquier cosa habia algo mas.

Despues de darles vueltas a cientos de nombres le puse Julian, y le llamabamos Janin. Me habria gustado que lo supiera el viejo Julian y le envie una carta al hotel Costa Azul, pero me fue devuelta, ya no vivia alli y supuse que quiza habia vuelto a Argentina.

Creo que si ahora decidi volver a Dianium era con la esperanza de encontrarme a Alberto en cualquier esquina. Al principio sonaba con el. Sonaba que bajabamos juntos en la moto desde Villa Sol, que paseabamos por la playa. Sonaba que aquel mundo tenia una luz muy brillante que me cegaba y que me impedia ver bien lo que habia a mi alrededor. Sonaba con aquella chica de la playa como si no fuese yo misma. Ya no era totalmente ella. La recordaba como a una hermana pequena llena de dudas. No es que ahora estuviera segura de todo, pero habia entrado en la casa del mal, habia probado el mal como se prueba la enfermedad o la miseria, todo lo que te hace estar en un mundo aparte, y eso no se olvida.

Me impresiono entrar en la casita. Olia a flores. Hacia mil anos que habia llegado aqui con la mochila y la cabeza nada clara. Ahora salimos despedidos de los coches inundando el jardin de gritos. Nada mas poner el pie en el mis padres empezaron a discutir. Janin los miraba con los ojos muy abiertos. Todavia quedaba por alli un rastro de libros y papeles del inquilino. Mi cunado enseguida comenzo a encontrar excusas para largarse al pueblo sin la tropa, como nos llamaba. En estas circunstancias jamas podria ocurrir nada parecido a lo que me ocurrio a mi. No podrian existir un Fred ni una Karin, ni Villa Sol, ni Julian. Ahora no podria existir Alberto.

Me acomode en el cuarto mas pequeno. Mi padre instalo una cuna de mis sobrinos que saco del garaje, y abri la ventana de par en par. Los pajaros alborotaban entre las ramas verdes.

Julian

Los dias en Tres Olivos pasaban apaciblemente si te acostumbrabas y dejaba de interesarte la vida de alla fuera. A veces nos llevaban de excursion a Benidorm o a Valencia y era agradable si no pretendias hacer nada por tu cuenta. A veces se moria alguno y se comentaba en el comedor como si nunca fuese a sucedemos a ninguno de los demas. Heim estaba como un pulpo en un garaje y Elfe mariposeaba medio borracha de un lado para otro sin enterarse de nada. En ocasiones Elfe cruzaba alguna frase en aleman con Heim, pero sinceramente creo que no llegaba a situarlo del todo.

Los jueves Pilar libraba y nos ibamos por ahi. Ella conducia su BMW y yo le hablaba del campo de concentracion y de mi epoca de cazanazis. Procuraba no mencionar demasiado a Raquel.

Le resultaba un viejo interesante. Cuando comprendi que se estaba enamorando de mi le dije lo de mi enfermedad coronaria y que tomaba diez pastillas al dia. Le dije que no estaba en condiciones de poder satisfacer sus necesidades y que en cualquier momento podria quedarme tieso. Le dije que no tenia dinero ni para pagar el entierro, que me llegaba justo para la residencia. Pero Pilar era muy tozuda. Pretendia que formasemos una de esas parejas en que la mujer parece la enfermera o la cuidadora. A mi me daba igual, la ultima mujer por la que

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