– La que estaba con la Anguila en la playa.

– ?Con la Anguila? ?Quien es la Anguila?

– La vi con Alberto un dia en la playa hace unos meses en plan de novios, ?puede ser?

Cabeceo afirmativamente. Pilar salio del probador y giro sobre los pies. La falda debia de ser de lentejuelas porque brillo al moverse.

– Muy bonito -le dije-. Te espero fuera.

Salimos e instintivamente cruzamos a unos bancos que habia enfrente. El frio era humedo y se metia en los huesos.

– Me llamo Elisabeth.

A Elisabeth la nariz se le estaba poniendo roja en la punta. Tenia mucha presencia aunque no se podia decir que fuese guapa. Acaricio el perro y lo dejo en el suelo. Ato la correa a un banco. Estiro los brazos como si se le hubieran quedado entumecidos.

– Alberto me dijo que si le ocurria algo lo buscara y hablara con usted. Yo tambien lo vi aquel dia en la playa, estaba vigilandonos.

Nos sentamos en el banco y ambos nos metimos las manos en los bolsillos. Presenti que me iba a contar algo desagradable, una de esas cosas que vuelven la vida sombria.

– Alberto ha muerto. Mejor dicho, lo han matado.

Aqui estaba la cosa que vuelve la vida asquerosa.

– Era un infiltrado en la Hermandad y yo su contacto.

– ?Policias?

– Algo parecido. Detectives. Lo descubrieron y se lo cargaron. Un accidente de trafico, ?sabe?, pero yo se que no fue un accidente.

La noticia me dejo paralizado y me costo reaccionar, el pasado seguia engordando a base de desgracias. La Anguila se habia quedado definitivamente en el pasado, mientras que Sandra navegaria por el futuro. Solo Heim, Elfe y yo estabamos estancados en el circulo del presente hasta que Heim enloqueciera completamente, Elfe no saliera del ultimo delirium tremens y a mi me diera el infarto definitivo.

– Lo siento -dije-. Ayudo a Sandra y creo que a pesar de todo intento ayudarme a mi.

– Ahora estamos buscando a Christensen, Alice y Otto. Estan asustados y no solo por nosotros. Parece ser que hay mas gente tras su pista. Sabemos que se han escondido. Pueden haber rehecho su vida en cualquier urbanizacion de cualquier playa, la costa es muy larga. Creemos que Heim ha huido a Egipto. De Elfe no tenemos ni rastro.

La mire a los ojos sin decir nada. Los tenia azules, pero no se podian comparar con los pardo-verdosos de Sandra, que te hacian reir por dentro. La Anguila y Elisabeth no hacian buena pareja. Era evidente que no pudo haber nada entre ellos. Aquel dia ya lejano en la playa habian fingido que se abrazaban y se besaban. Como me gustaria decirle a Sandra, ?sabes?, la Anguila y aquella chica solo eran companeros de trabajo, de un trabajo demasiado peligroso. Y querria pedirte perdon por consentir que a veces se me fuera la cabeza y que mis pensamientos hacia ti no fuesen todo lo honestos que te mereces. En algun momento me hice la ilusion de que yo tambien era joven y, como ya sabemos, abuse de tu confianza en el asunto del perrito. Sandra, soy repugnante.

– A Alberto le gustaba esa chica, Sandra. Decia que cuando estaba a su lado sentia ganas de reirse y de comerse el mundo y que eso le habia pasado muy pocas veces en la vida, pero que desgraciadamente la habia conocido en las peores circunstancias posibles.

– Ya no importa -dije con impotencia.

– Si -dijo Elisabeth con la vista clavada en el suelo-, es muy extrano como ocurren las cosas.

Cuando vi a Pilar salir de la tienda y venir hacia nosotros, me levante del banco. Elisabeth tambien se levanto y desato al perro.

– Se llama Bolita -dijo.

– Ya lo se -dije yo- y no sabes que hacer con el. Le has tomado carino, pero al mismo tiempo es una carga, ?a que si?

Asintio y contra todo pronostico se sonrojo un poco.

Cogi en brazos a Bolita. Pesaba mucho, los perros crecen rapido. Me lamio el cuello y volvi a dejarlo en tierra.

– Me lo quedare yo. Tengo mucho tiempo libre y una casa con jardin, pero no podras visitarle, ?de acuerdo?, el dueno nada mas tiene que ser uno.

Elisabeth le paso la mano por la cabeza y el lomo por ultima vez y no volvio a mirarlo. Sabia como dejar atras a los seres queridos.

– Haria bien en decirme cualquier cosa que yo no sepa -se quedo en silencio un momento, usando la tactica de mirarme a los ojos sin parpadear-. No quiero que todo acabe aqui.

– Ya -dije mientras le daba la espalda para avanzar hacia Pilar tirando de la correa del perro.

– Se que ya no vive en el Costa Azul, ?donde puedo dar con usted?

Me limite a hacerle un gesto de adios con la mano y cogi una de las bolsas que llevaba Pilar.

– ?Quien es esa? -pregunto Pilar llena de curiosidad.

– Una admiradora. Creo que no te he contado que fui una estrella de cine.

Pilar se colgo de mi brazo mirandome de reojo, dudando si seria verdad que yo hubiese sido una estrella de cine mudo.

– ?Y este perro?

– Un regalo de la admiradora. Necesitamos un perro.

Los tres comenzamos a andar. Elisabeth estaria observandonos, y si no tiraba la toalla ahora mismo y se olvidaba de este asunto, acabaria dando con Tres Olivos y por tanto con Heim y Elfe.

Por mi parte, durante bastantes noches, con las gafas de culo de vaso puestas bajo la luz del flexo, me dedique a escribirle a Sandra una larga carta recordando los acontecimientos que habiamos vivido juntos y se la entregue a Pilar para que se la enviara despues de mi muerte, como habia hecho Salva conmigo. Dude si contarle o no que la Anguila habia muerto en un sospechoso accidente de coche (en el que no podia evitar ver la mano de Martin), y que con aquella chica de la playa nunca pense en serio que tuviese un asunto amoroso, sino que era un contacto de otro tipo. Pero al final no se lo dije, porque esperaba que apareciera en su vida un amor tan fuerte que pudiera con la ilusion de la Anguila sin tener que quitarsela yo de en medio. Ni tampoco le dije que logre encontrar a Bolita y que desde entonces estaba en la residencia y lo llevabamos a correr por la playa Pilar y yo.

Mientras tanto, mientras llegaba el dia en que esa carta seria echada al buzon, me dedique a enloquecer a Heim. Sabia como hacerlo, ellos me habian ensenado.

Nota final

La mayoria de los viejos nazis que aparecen en esta novela estan inspirados en personajes reales que tras la segunda guerra mundial encontraron refugio bajo el cielo calido y apacible de nuestras costas, donde han vivido sin ser molestados, hasta edades muy avanzadas. Solo el personaje ficticio de Aribert Heim, tambien llamado Doctor Muerte o Carnicero de Mauthausen, conserva el nombre verdadero.

Clara Sanchez

Escritora espanola nacio en Guadalajara en 1955, pasando su ninez en Valencia, para tratarse mas tarde en Madrid, donde estudio Filologia Hispanica en la Complutense y donde ejercio como profesora durante varios

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