pude hacer algo fue por Sandra, ahora buscaba la manera de mortificar a Heim. Siempre habia logrado escapar de sus cazadores, pero de quien no podria escapar era de si mismo.

Una tarde le pedi a Pilar que me acompanara a la casita a la hora en que el inquilino tenia clase en el instituto. Ella se quedo en el coche y yo entre sigilosamente, pase entre montanas de papeles y subi a la habitacion donde meses antes habia escondido el album y los cuadernos de Heim y los mios. Estaban donde los habia dejado. Como si ni el tiempo, ni el viento, ni ninguna mirada hubiesen pasado entre aquellas cuatro paredes. Los cogi y volvi junto a Pilar.

– ?Que es eso? -dijo ella.

– ?Esto?, nada, es un encargo. Tenemos que acercarnos a Correos.

Pilar me miro con admiracion. Daba por supuesto que cualquier cosa que hiciese seria interesante. Que pena que mi vida comenzase cuando terminaba, o quiza seria mejor asi, ?verdad, Raquel?

Mande a mi antigua organizacion el album de fotos de Elfe, los cuadernos de Heim y mis notas, donde figuraban las direcciones de Villa Sol, de Christensen, de Otto y Alice, de Frida. En cuanto a Heim preferi no decir nada, porque Heim era mio.

Pilar se conformaba con poco, con que le dijese que era muy hermosa, lo que era rigurosamente cierto y que era la mujer mas simpatica y alegre que habia conocido en mi vida, lo que tambien era verdad. Acababa cediendo cuando se empenaba en que nos besaramos apasionadamente y unas cuantas veces me deje arrastrar a la cama. Ella se empenaba en aparentar que le gustaba mi cuerpo, lo que no tenia ningun sentido. Hasta que le dije que eso se habia acabado, que me habia desacostumbrado al sexo y que no queria volver a acostumbrarme y a tener una necesidad mas.

Por fin Pilar y yo formabamos un equipo. Nos lo pasabamos bien sin tener que desnudarnos deprisa y corriendo. Era mejor que se desnudase con otros y que a mi me dejase en mi parcela de lo muy interesante. Aunque en el fondo creo que cualquier psicologo me diria que estaba tratando de repetir la maravillosa relacion que me habia unido a Sandra. ?Que seria de su vida? No queria saberlo. Yo pertenecia a su pasado.

Sandra

La moto seguia alli, sujeta a la buganvilla por la cadena. Aunque yo ahora tenia coche y no la necesitaba, me subi en ella. La puse en marcha con gusto, saboreando el momento y tire hacia el Tosalet. Me senti libre, ahora si que me sentia completamente libre sabiendo que mi hijo ya habia venido al mundo y que si me ocurria algo malo no le ocurriria tambien a el. Mision cumplida.

Al llegar a la altura de Villa Sol se lanzaron contra la puerta metalica unos ninos con las toallas al hombro, detras iba el padre. Les advertia que no fueran bestias.

Me acerque a el y le pregunte si vivia en esta casa. Era desconfiado y me pregunto por que queria saberlo. Le dije que por razones sentimentales, durante una temporada tambien yo habia vivido aqui. Se me quedo mirando con incredulidad.

– ?Como son las habitaciones de arriba? -pregunto mientras les decia a los ninos que tuvieran cuidado con los coches.

Se las describi.

– Pasa, si quieres -dijo-. Hundete en la nostalgia.

Eran las mismas hamacas, solo que ahora llenas de toallas y descolocadas. La piscina era la misma, pero con algo diferente, la diferencia del ahora, y las puertas de la casa estaban abiertas de par en par y en la ventana de la cocina no aparecia la cara de Karin.

– La he alquilado para todo el mes. Ven cuando quieras. Te invitaremos a cenar.

Se le habian animado los ojos. Probablemente estaba divorciado y le tocaba estar con los hijos. Le di las gracias y volvi a la moto. Seguro que ni siquiera sabria quienes eran los duenos.

Pase por la casa de Otto y Alice. Estaba muda y daba sensacion de pesadez, de que de un momento a otro se hundiria en el suelo y arrastraria con ella las villas de alrededor, la comarca y el mundo entero. Me subi sobre el sillin como aquella lluviosa noche de la fiesta y vi el jardin hecho un desastre, con hierbajos por todas partes. Las columnas doricas no se por que daban una gran sensacion de abandono, como esos templos que el tiempo va desconchando y arrinconando en el pasado.

De vuelta pase por el hotel Costa Azul. Entre y me di un paseo por el vestibulo. Estaba el conserje de la peca grande. Me miro intentando recordarme. Me habia quitado los piercings y llevaba el pelo mas largo y de color castano todo el como la ultima vez que me lo teni con Karin. Habia optado por la comodidad. Desde que tenia curro me centraba mas en la ropa y en dar buena impresion a los clientes, solo me importaba que a mi hijo no le faltara de nada y no me importaba lo que pensaran de mi, sino lo que pensaba yo de la vida. Ya no tenia sensacion de peligro en este sitio. Volvi a salir seguida por la mirada del recepcionista.

?Y esto era todo? No, quedaba el Faro. Lo deje para lo ultimo. Lo peor era que nadie podia compartir esto conmigo. Parecia que la cabeza y el corazon me iban a estallar. Ahora en la heladeria habia un restaurante pequeno con una gran terraza bajo un emparrado, aprovechando parte de la explanada. Me temi que hubiesen quitado el banco entre las palmeras, pero no, alli seguia. Habia una pareja sentada. No me importaba. Ante sus narices, levante la piedra C.

Se me quedaron mirando sin saber que pensar. Bajo ella asomaba el pico de un plastico. Retire la tierra apelmazada y lo saque. Era una bolsa de plastico donde ponia «Transilvania souvenirs» y dentro habia una caja lacada del tamano de media mano. Dentro no habia nada, y habia mucho. Jamas pense que mi vida pudiera estar tan llena de emociones. Me sente en el banco junto a la pareja. Para mi eran invisibles. Yo a ellos les incomodaba, les habia interrumpido su momento magico y se marcharon.

Gracias, dije mentalmente a la pareja y al universo entero. Me toque en el bolsillo el saquito de arena que un dia me dio Julian, siempre lo llevaba conmigo. Lo saque y lo meti bajo la piedra, queria que lo tuviese el y que volviera a darle suerte, yo ya habia tenido mucha.

De vuelta, le puse gasolina a la moto entre gente despreocupada que vagaba con pereza de un lado a otro y regrese a la casita. Subi a mi cuarto. Janin dormia espatarrado en la cuna. Por la persiana medio bajada entraba la brisa. Puse la caja sobre la comoda.

Julian

La verdad es que la mayoria de las veces las piezas encajan demasiado tarde, cuando ya no se puede hacer nada, y entonces ?para que saber ciertas cosas? Sandra habia vuelto a su vida normal y los demas habiamos corrido hacia nuestros respectivos destinos. De momento el mio era Tres Olivos y Pilar. El jueves, como todos los jueves, Pilar me recogio temprano. Nos dimos un buen paseo con el coche mientras escuchabamos rancheras, nos detuvimos a comer en un restaurante con muy buena pinta, que como siempre pago ella, y despues regresamos al pueblo para hacer algunas compras. Nuestra primera parada la hicimos en su boutique favorita. Me resultaba incomprensible que desperdiciara su tiempo y su dinero con alguien como yo, pero alli estabamos, ella probandose vestidos de Nochevieja mientras yo buscaba algun sitio donde sentarme.

Y fue entre un vestido de terciopelo negro y otro creo que de seda rojo cuando oi una voz de mujer a mi lado.

– Disculpe, ?puedo hablar con usted?

Me volvi completamente hacia ella. El pequeno perro que llevaba en brazos me ladro.

Era una chica de entre treinta y cuarenta, de pelo rubio atado en una cola de caballo. Era delgada y fuerte, a la legua se le notaba que hacia mucho deporte. Llevaba vaqueros y un chubasquero amarillo forrado de azul marino, como los de los marineros de las peliculas. Di unos pasos hacia atras para verla mejor. Me sonaba mucho, la habia visto antes.

– Soy amiga de Alberto, el amigo de Sandra. Usted es… Julian. Llevo semanas tratando de localizarle y cuando habia perdido la esperanza, mira por donde, le he visto entrar en la tienda.

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