de crisis, formula favorita por la que la insistencia en lo anomalo se compensaba, consoladoramente, con el recurso a lo transitorio. Y asi la denominada crisis de los exanimes fue reemplazando cualquier otro foco de interes.

Sin embargo, durante estas primeras semanas de la crisis, en contra de las previsiones mas pesimistas, no hubo sintomas de panico. La reaccion mas perceptible fue de asombro e incredulidad. Lo que se informaba como cierto parecia tan fuera de toda logica que resultaba inaceptable. Tras las primeras informaciones apenas se entendia que un fenomeno aislado y, segun se decia, de dimensiones reducidas, constituyera algo fundamental para la vida de la ciudad. Por otro lado, esta estaba acostumbrada a creer que lo anormal se hallaba recluido en sus propios reductos, de modo que su existencia en nada debia afectar a la normalidad general. La enfermedad debia ser tratada en los escenarios dedicados a este proposito, y de manera similar todas las formas del mal, fuera este fisico, moral o de cualquier otro tipo, tenian, para su tratamiento, sus lugares adecuados. Esto, obviamente, no se extendia a lo inexplicable. Lo inexplicable, por serlo, no tenia lugar que le concerniera. Pero lo inexplicable habia sido borrado de la conciencia de una poblacion convencida por las explicaciones que habia heredado y que se confirmaban dia tras dia.

Esta resistencia se quebro lentamente, mas por el insistente zumbido de las murmuraciones que por la fuerza de las advertencias. El rumor de fondo, crecientemente ensordecedor, demostro mayor eficacia que las voces de alerta. Las conversaciones se arremolinaron alrededor de una unica conversacion, y en ella, en voz baja, unos y otros se preguntaban sobre el poder de aquel espectro que furtivamente se habia instalado en su hogar. Pero tampoco entonces hubo panico. Cuando ceso la incredulidad se impuso la simulacion.

Casi imperceptiblemente el ritmo interno de la ciudad se hizo mas pausado y los ciudadanos se adiestraron en el gesto precavido. Se tanteaban entre si, prefiriendo conocer la opinion del otro antes de aventurarse a exponer la propia. Reconociendose bajo acecho nadie podia ser ya completamente inocente. La semilla de la desconfianza se alimentaba con el rico abono de la sospecha. Con todo, no se desbordaron los sentimientos. El miedo permanecio oculto tras la suposicion de sensatez y la sensatez se adorno con alambicados afeites. Y asi podria afirmarse, sin exageracion, que durante este periodo la ciudad se defendio del intruso recurriendo febrilmente al camuflaje. Algunos insinuaban que las aceras aparecian mas vacias, las miradas mas inquietantes, las sonrisas mas esporadicas. Pero los mismos que lo sostenian se apresuraban a negarlo, alegando que para ellos todo continuaba como habia sido siempre y proclamando con firmeza que nada cambiaria en adelante. Aunque las informaciones eran crecientemente desalentadoras el exito inicial de la simulacion hizo que sobre el decorado sombrio se vislumbraran sorprendentes pinceladas de euforia. A lo largo del mes de diciembre la ciudad quedo escindida entre aquella parte de ella que palpaba la realidad del monstruo y aquella otra que se convencia de su inverosimilitud.

Las fiestas de Navidad fueron la ocasion propicia para atestiguarlo. Cerrando los ojos frente a los avances de la carcoma la poblacion se sumio en un tesonero esfuerzo para asegurar la robustez de la fortaleza. Fueron unas fiestas brillantes, quiza mas que en ningun ano precedente. Las calles se engalanaron con mayor cantidad de adornos luminosos y los almacenes recurrieron a sus reclamos de lujo para atender la avalancha de clientes. Por unos dias el derroche de prosperidad ahuyento la presencia de los fantasmas. El dinero relucia con profusion, reforzando su prestigio de talisman: se vendia alegria y se compraba felicidad. La ciudad se convirtio en la plaza de un enorme mercado y en el estomago de un interminable banquete.

De otro lado, el Consejo de Gobierno, temeroso ante lo que podia suceder y gratamente asombrado ante lo que sucedia, redoblo energias para acentuar el esplendor de aquellas fiestas que juzgaba decisivas para mantener el animo de la comunidad. Organizo, sin anteriores avaricias, un gran numero de manifestaciones deportivas y culturales, improvisando, incluso, una suntuosa celebracion, con espectaculos, musica y fuegos artificiales. Nadie supo que era lo que se estaba celebrando, pero tampoco nadie se lo pregunto. El comercio, la industria y las entidades financieras apoyaron, con inusual generosidad, la iniciativa, las televisiones disputaron entre si su transmision mas vistosa y los ciudadanos se aprestaron a engullir las imagenes que se les prometia. Cierto que por las noches se oian, cada vez con mas frecuencia, las irritantes sirenas de las ambulancias. Sin embargo, no se habia perdido la confianza de que al dia siguiente amaneceria. Como siempre.

El miercoles inmediatamente anterior a Navidad se encontraron en el Paris-Berlin, una vez mas, Victor Ribera y David Aldrey. Este habia rechazado la sugerencia de interrumpir las citas a causa de su trabajo. Durante buena parte de la comida no hicieron ninguna alusion al tema inevitable. Ambos, con disciplinada complicidad, retrasaron su abordaje. Hablaron mucho de su infancia, en especial del aspecto que ofrecia la ciudad en aquellos tiempos ya lejanos. Edificios que ya no existian, costumbres que habian desaparecido. Algunos recuerdos coincidian: el acuario entonces recien inaugurado, los carnavales, el antiguo parque de atracciones. Repasaron viejas peliculas y viejas canciones, buscando escenas comunes. En su recorrido se detuvieron en un circo y en un personaje. Se dieron cuenta de que los dos conservaban una fascinacion similar:

– ?El Gran Circo Moderno?

– Exacto -corroboro Victor.

– ?Y el como se llamaba? -pregunto David.

– Dejame pensar -dudo Victor-. ?Humberto?

– Puede ser. Creo que si. Pero lo importante era como le anunciaban. El mejor sucesor del grandioso Houdini. ?Te acuerdas?

– Si. Le dedicaba todos los numeros.

Recordaron como el sucesor del grandioso Houdini conmociono a la poblacion infantil. Polifacetico, dominaba la mayoria de las artes circenses. Era trapecista y funambulo, actuando siempre sin red. Un acrobata excepcional. Pero tambien era un habil prestidigitador para el que no habia ningun secreto. Lo mismo hacia centelleantes juegos de manos que se liberaba de cadenas y ataduras. Con todo ello preparaba la hipnosis colectiva, su ejercicio mas prodigioso.

– Decia que estaba en comunicacion con el espiritu de Houdini -comento Victor, riendo.

– Es verdad, sus palabras me quedaron grabadas. Supongo que no entendiamos nada de lo que nos decia y esto todavia nos impresionaba mas.

– Quiza. Aunque debo reconocerte que yo me sentia hipnotizado. No se como lo hacia pero yo estaba hipnotizado.

– Yo tambien -confeso David-. Alguna vez me he preguntado como lo lograba. Hablaba mucho aunque, de tanto en tanto, se callaba durante un buen rato. Recuerdo que nos pedia que miraramos su mano y, luego, un objeto que relucia. Mientras duraba no se oia ni una mosca. Estabamos como alelados y saliamos hechos un lio. Pero a mi me gustaba tanto que fui, al menos, media docena de veces.

Cuando abandonaron al discipulo de Houdini el camarero ya habia depositado la factura sobre la mesa. El doctor Aldrey la cogio. Segun el turno establecido aquel dia le tocaba pagar a el. Al sacar los billetes de la cartera dijo:

– Tendre que irme pronto.

El presente volvia con dureza. Exigia sus tributos. Era ridiculo desconocerlo. Victor sabia que debia preguntar.

– No hay ninguna novedad. Si no fuera porque el numero aumenta sin cesar podriamos decir que todo es ya una rutina.

Estaba tranquilo y Victor penso que quiza tambien el estaba tocado por la rutina. Tal vez adivinando su pensamiento el doctor Aldrey anadio:

– Si quieres que te diga la verdad hacemos de carceleros. Como medicos no tenemos, por el momento, ninguna funcion. Y como carceleros estamos fuera de lugar. Para muchos ya no es un problema exclusivamente medico. Se habla de crear con urgencia centros de acogida. Asi los llaman. No se en que consistiran.

Victor le hizo reparar en el ambiente festivo que reinaba en la ciudad.

– Mejor asi -contesto David Aldrey-. Aunque temo por la resaca. Ojala me equivoque.

Al mediodia del ultimo dia del ano Victor Ribera recibio una llamada de El Progreso. La voz femenina le comunico que iba a hablar con el director y, sin esperar su respuesta, le dejo con una melodia del hilo musical. Luego oyo la voz de Blasi:

– Tengo una gran noticia para ti. Te han dado el premio a la fotografia del ano. La que sacamos en primera plana. Aun no se ha hecho publico pero ya es seguro. Acabo de llegar de la reunion del jurado. Ademas te dire que nadie lo ha discutido. ?Estas contento?

Victor estaba perplejo. La voz de Blasi se despidio:

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