perturbado.

De otro lado la ciudad parecia vivir de acuerdo por entero con esta regla, no permitiendo que se apreciara en su interior ningun sintoma de anomalia. No se apreciaban signos de desorden ni huellas de que los hubiera habido. Lo que en ella hubiera podido calificarse todavia de peculiar se presentaba cubierto con el manto tranquilizador de lo meramente accidental o de lo que, en cualquier caso, tenia visos de ser un simple fenomeno pasajero. Asi, por ejemplo, era innegable que, en contraste con lo que era propio de estas epocas, la afluencia de extranjeros era nula y que tampoco los ciudadanos viajaban al exterior. Pero, como contrapartida, se hablaba frecuentemente de grandes migraciones en ambos sentidos: las previsiones de visitantes para la proxima temporada eran espectaculares y, paralelamente, se daba por descontado que las agencias turisticas trabajaban a pleno rendimiento para satisfacer las demandas de viaje. Nada impedia que la ciudad fuera, a todos los efectos, una ciudad abierta.

Victor aguardaba impacientemente el final del ano con la secreta esperanza de que el cambio de calendario le facilitara el acceso a un tiempo mas llevadero. Habia renunciado ya a su combate contra el absurdo desde el momento en que se habia visto empujado a considerar que era ese mismo combate lo que era absurdo. Si repasaba su propia cronica de lo acontecido, lo cual hacia con una asiduidad ingrata, se veia en la obligacion de aceptar que todo, incluida su participacion en el drama, o en la comedia, podia ser vuelto al reves, invertido de modo tan drastico que apenas vislumbraba un suelo firme en el que apoyarse. Caprichosos juglares hacian incesantes volteretas en su pensamiento y nadie desmentia que fueran ellos quienes escenificaban la verdad. Tampoco David Aldrey y su muerte. En apariencia la muerte de David seguia rebelandose frente al olvido. Sin embargo, podia ser que fuera unicamente eso, una apariencia, y que en realidad toda la vida de David estuviera equivocada. Y que tambien su muerte fuera una equivocacion. El ya no estaba en condiciones de demostrar lo contrario. Victor no sabia lo que su amigo hubiera hecho de encontrarse en su situacion. Si sabia, no obstante, que a el solo se le ofrecia el aprendizaje del olvido y envidiaba la facilidad con que lo habian realizado sus conciudadanos.

Lo reconocio de inmediato y se sorprendio de que tambien el anciano le reconociera a el con presteza. Su fragilidad, el mismo cabello blanquisimo, los mismos ojos de azul intenso, de una intensidad insolita para su edad: Victor tenia grabada aquella cabeza en su retina con una claridad especial. Habia transcurrido medio ano desde que lo viera por unica vez y su imagen permanecia en el con rara nitidez. Lo recordaba con su nieto en una mano y con el reloj que habia recuperado en la otra, caminando entre los escombros calcinados que los incendiarios habian dejado tras su orgia. Sobre todo recordaba su voz pausada, magnificamente sosegada en medio del desastre. De pronto Victor penso que aquella subita coincidencia entranaba un significado poderoso. No era tan solo un azar sino el fruto de lo que antes o despues debia producirse para que el silencio no ganara definitivamente su partida. Sin sopesar las causas que le inclinaban a ello adjudico al anciano la funcion de testigo decisivo. Mas que acercarsele se abalanzo, Casi, sobre el.

– ?Me recuerda?

– Claro -contesto sonriente, su interlocutor- ?Como esta usted?

– Bien -dijo Victor precipitadamente, sin reparar en devolver la cortesia y haciendo una nueva pregunta-. ?Se acuerda de la manana en que nos encontramos cerca de aqui?

– Ha pasado bastante tiempo -respondio el anciano, algo vacilante.

Por un instante se cruzo por la mente de Victor la idea de que su testigo decisivo se desmoronaba. Tampoco refutaria las piruetas de los juglares. Sin embargo, la voz que le hablaba recupero su firmeza:

– Aunque, desde luego, me acuerdo perfectamente. Por desgracia fueron unos dias inolvidables y aun hoy le agradezco que aquella manana se hiciera cargo de mi nieto. Yo me habia despistado buscando el reloj.

– Entonces, ?usted recuerda lo que paso aquellos dias?

El anciano le miro con aire de perplejidad. Contesto de inmediato:

– ?Que dice usted? ?Como no iba a recordarlo? Estuvieron a punto de incendiar mi casa.

Victor sintio una extrana satisfaccion al comprobar que su testigo le era fiel. Alguien, al parecer, estaba dispuesto a mirar atras sin temer el castigo que ello podria acarrearle. Observo con agradecimiento al desconocido anciano: hacia caso omiso de la prohibicion que, al igual que pendiera sobre Orfeo, pendia sobre la ciudad. Lleno de preguntas a su improvisado interlocutor. Queria una confirmacion minuciosa de cada uno de los hechos acontecidos. El viejo respondia con naturalidad, aunque sin poder ocultar un cierto asombro por la insistencia de Victor. Cuando hubieron recorrido un largo tramo hacia el pasado le exteriorizo este asombro:

– ?Por que quiere que le conteste cosas que usted ya sabe? Todo el mundo lo sabe.

– Perdone -se disculpo, por primera vez, Victor-. Me temo que seamos pocos los que lo sabemos.

Victor se lo dijo en un tono confidencial, casi intimidatorio, del que se arrepintio enseguida apercibiendose de que podia ser tomado por un energumeno. El anciano noto su incomodidad y, sonriendole de nuevo, le cogio por el brazo invitandole a dar una vuelta a la manzana.

– Aqui, de pie, hace frio, ?verdad? -alego.

Victor no se habia dado cuenta de que hacia realmente frio. Imito a su companero, subiendose tambien el el cuello del abrigo.

– Entonces, ?usted esta convencido de que estos hechos han sucedido? Tal vez sea una ingenuidad o una idiotez preguntarselo de esta forma pero no se me ocurre otra.

– No es ni una cosa ni la otra -afirmo con suavidad el anciano-. No tengo ninguna duda de que han sucedido. Lo que no entiendo es por que usted se empena en tratar de ratificar lo que es evidente.

– La gente lo ha olvidado -se justifico Victor.

– ?De veras?

Le parecio, por un momento, una interrogacion cinica. Pero no habia cinismo en ella. Unicamente, quiza, una distancia que le mantenia alejado de tribulaciones demasiado punzantes. Sus siguientes palabras lo corroboraron.

– Es posible que tenga razon. Pero no hay por que sorprenderse, pienso sinceramente. Lo han olvidado, es cierto, pero tambien hace meses habian olvidado lo que pasaba con anterioridad y no sabemos si manana se habra olvidado lo que pasa hoy. Probablemente si. En realidad presumimos de memoria pero recordamos pocas cosas y casi nunca lo que en su momento nos parecio fundamental. El miedo es mas importante que la memoria y yo, que ya soy viejo, puedo asegurarle que tratamos de apartar de nuestro recuerdo todo aquello que tememos. No creo que seamos culpables por eso. Mentirosos seguramente si, pero con el transcurso de los anos nos acostumbramos a ello con facilidad.

Se detuvo en una esquina, obligando a Victor a hacer lo mismo.

– Ademas, cabe otra posibilidad.

Victor permanecio callado.

– Cabe otra posibilidad -repitio-. ?No ha pensado que quiza cada uno de nosotros esta convencido de que el solo es el que recuerda mientras todos los demas han olvidado? Es una pura suposicion, claro esta, pero bien pudiera ser que lo que usted o yo sospechamos de los otros fuera bastante similar a lo que los otros sospechan de nosotros. Quiero decir lo siguiente: usted cree que esta aislado, recordando detalle a detalle lo que ha ocurrido durante este ano, en tanto que los otros a su alrededor se han aliado en el silencio. Pongamos que a mi me pasa algo parecido. ?No podria ser que lo mismo, exactamente lo mismo, les pasara a muchos de los habitantes de esta ciudad? Si asi fuera todos sabriamos que algo tremendo ha tenido lugar en nuestras vidas y, al mismo tiempo, todos lo callariamos, pero no por culpa de los demas sino por nuestro propio miedo.

Presiono el brazo de Victor con un gesto cordial y antes de reemprender la marcha anadio:

– De todos modos no me haga mucho caso. Ya soy demasiado viejo.

Tras dar la vuelta a la manzana retornaron al punto de partida. Los ultimos metros los caminaron en silencio. Antes de despedirse el viejo le dijo:

– ?Sabe que mi nieto me ha preguntado varias veces por usted? Por lo visto en el poco rato que estuvieron juntos se hicieron muy amigos.

– ?Como esta? -se intereso Victor.

– Bien, muy bien. Es un buen muchacho aunque muy travieso. Sigue obstinado en meter las cucharas en las botellas. ?Y sabe que dice? Dice que usted le prometio ensenarle como hacerlo.

En el fondo azul de sus ojos habia un destello malicioso. Sonrio. Luego se despidieron deseandose mutuamente prosperidad para el ano que estaba a punto de iniciarse.

Victor Ribera declino finalmente la invitacion de Jesus Samper. Este le mostro su pesar, al igual que Salvador

Вы читаете La razon del mal
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату