en el cono de sombra azul que proyecta la nave de Notre-Dame, o ve de lejos sobre el mar crespo de las mansardas el estambre dorado de la Sainte-Chapelle. Para el nativo son simples puntos de referencia los que para el turista son lugares de peregrinacion. De manera que si uno de mis personajes fuera un frances, o un extranjero residente en Paris, para no suscitar la menor sospecha sobre su condicion ni siquiera lo llevaria los domingos a la misa de Notre-Dame.

La otra razon para dejar de escribir, cuando me encontraba sentado en una banca de la Catedral, fue descubrir -como la aguja de la Sainte-Chapelle sobre las mansardas crespas de la isla de la Cite- la melena rubia, dorada, melada, metalica, de la americanita del cafe. La Catedral desaparecio subitamente. En pie solo quedo la bella americana, con la cabeza levantada para contemplar un vitral. Una larga pierna en flexion se apoyaba en el travesano de un reclinatorio. Tendria que seguirla, abordarla, convidarla a un vaso de cerveza… Con quinientos francos entre el bolsillo, pensaba al ver aquella pierna estilizada ascender convertida en columna de piedra hasta la boveda de la Catedral; con quinientos francos la llevaria a tomarse un Martini a uno de los cafes del barrio que tiene una bella vista sobre el flanco izquierdo de la Catedral. La invitaria a almorzar y seguiria hablandole de la Catedral, transfigurada ahora por la luz meridiana. Deambulariamos por la orilla del rio, hojeariamos los libros y las estampas de los 'bouquinistes', finalmente una presion convencional en el antebrazo, una sonrisa equivoca, un taxi, un hotel… Con esos platonicos quinientos francos podria comenzar una aventura, tal vez una amistad apasionada, inclusive un matrimonio. Viaje a los Estados Unidos, casa de campo en Texas, vida de millonario en el oeste fabuloso…

Entre las turistas americanas, como entre la basura de los muelles del Sena, de pronto se encuentra un incunable autentico. Sin los quinientos francos, lo unico que puedo hacer para descargar mi inquietud, es inventar una novela.

Las turistas se fueron, la Catedral silenciosa y vacia recobro su realidad secular y yo parapetado en esas dos razones -la falta de necesidad de insertar a Notre-Dame en mi novela, y las piernas largas y elasticas de la americana millonaria- deje de escribir. Cuando mire resueltamente hacia su lado, la americana habia desaparecido.

La niebla pasa una esponja por las torres de Notre-Dame. Las llantas de los buses y los automoviles crujen en el piso empapado. Una luz de tarde de juicio final convierte en esqueletos todos los monumentos de Paris. Me duele un poco la cabeza. No en balde naci en un pais solar donde el dia y la noche son iguales a todo lo largo del ano, y no hay verano e invierno como en las zonas templadas, y aun en la epoca de lluvias, sobreponiendose a los racimos de nubes negras que cuelgan sobre el campo, se asoma el sol en un retazo de cielo azul. Entre la lluvia que esfumina el contorno de los edificios, la luz acatarrada de un farol apenas alumbra la esquina de la calle. Al ver los automoviles con las linternas encendidas a las dos de la tarde, me siento desgraciado. No hubiera querido levantarme cuando a las siete de la manana llego el portugues en busca de su cama, pues ahora a Dios gracias dejo la limpieza diurna de las fachadas de los edificios y se contrato de portero en un cabaret de la Place Clichy. Los sabados y los domingos le doy lecciones de frances, gracias a lo cual no tengo necesidad de pagarle un arriendo por la cama. La mansarda es lobrega aun en el verano y a medio dia.

Nuestra casa se apoya en las muletas de viejas construcciones mantenidas a raya por la avenida Port-Royal. Cuando amanece me doy vuelta por los jardines del Observatorio, o me siento en un banco del Parque de Luxemburgo a observar los veleros que los ninos echan a navegar en el estanque. El viento del nordeste, frio y desapacible, sopla hacia el suroeste de Paris. Los pequenos veleros evolucionan en todas direcciones. Algunos, viento en popa, surcan rapidamente el estanque. Otros avanzan lentamente en sentido contrario. Embestido por babor, un barquito se inclina sobre el costado de estribor y naufraga lastimosamente.

La fortuna es un viento que sopla con igual intensidad y en direcciones variables. Hay que saber aprovecharla para navegar viento en popa o soslayando la corriente sin dejarse sorprender de flanco. Yo no he sabido aprovechar el viento. Soy inconstante, irresponsable, perezoso.

Lo que ahora me impide empezar a escribir, aunque tengo no solo uno sino media docena de temas en la cabeza, es un problema de tecnica. Mientras vuelve a salir el sol y se despeja este cielo sucio y amarillento como un sudario de hospital, debo definir si escribo mi novela en primera persona. Si pongo a dialogar a mis personajes, en el caso de que la primera persona no los absorba a todos, o si me limito a relatar lo que ellos hacen y dicen, soslayando el dialogo. En el caso de escribirla en tercera persona seria mas facil dialogar, con lo cual los personajes parecerian mas vivos y autenticos. El relato en primera persona tiene la ventaja de introducirnos en la intimidad de un personaje, pero los demas pierden importancia y se convierten en munecos de guinol. Cuando una novela esta escrita en primera persona, insensiblemente se convierte en una autobiografia. Este tipo de literatura tiene un sexo como las palabras, y es femenino y esta condicionado por su egocentrismo sexual. En cambio, la novela viril -el Quijote, La Guerra y la Paz, Los Hermanos Karamazov- esta escrita en tercera persona.

Proust solo pudo escribir en primera persona. Su sensibilidad era monstruosa como esas flores tropicales que devoran pajaros e insectos y destilan un perfume enervante que en el libro se riega a lo largo de centenares de paginas. Dios escribio la novela de la humanidad en tercera persona y no la ha podido terminar. Le pasa lo mismo que a los verdaderos novelistas, que dominados por sus personajes ya no saben que hacer con ellos. Balzac lloraba cuando tenia que matarlos.

Tema para un apologo: Dios creo al hombre con un designio egoista y misericordioso a la vez: para gozar de un espectador sumiso de su obra y para hacer participar a alguien distinto de El mismo de los halagos del paraiso terrenal. Pero el personaje se revolvio contra su Creador y comenzo a vivir y trabajar por su cuenta. El paraiso le aburria: era demasiado retorico y academico. El epilogo de ese relato podria ser la bomba de hidrogeno lanzada por el personaje, con la consiguiente destruccion en cadena de todo el universo; o la solucion clasica del juicio final, con una amnistia general dentro del estilo de las novelas rosa. Si esto no corresponde a la palabra evangelica de 'Muchos son los llamados y pocos los escogidos', si cabe dentro de esta otra: 'Los ultimos seran los primeros'.

Que es mas real desde el punto de vista literario: “El estudiante sentado a la mesa del cafe, no en la terraza, sino en el interior pues el frio ha barrido de turistas y de hojas secas la plaza de Saint-Germain des Pres, llama al camarero para pedirle un Ricard”; o simplemente esto.

– Por favor…

– ?Senor?

– Un Ricard.

El problema de optar entre la primera y la tercera persona, entre comportarse frente a los personajes como un dios impersonal o meterse dentro de uno de ellos para mirar a los demas desde el castillo interior de la primera persona, es cosa que resolvere cuando me ponga a escribir. El pueblo judio no se ha dejado devorar por su Dios unipersonal de la dura cerviz. La lucha entre el Jehova que habla en primera persona y los judios que no se resignan a esa deprimente forma literaria, no ha terminado todavia. La solucion del Estado de Israel me parece antihistorica y escandalosamente provisional.

El joven ex-estudiante, o el futuro novelista -cualquiera de estos dos calificativos puede servir- levanto la cabeza, dejo la pluma en reposo sobre la mesa, miro distraidamente hacia la calle empanada por la niebla y una llovizna pertinaz, y le pidio al camarero un segundo vaso de Ricard. El camarero es viejo, calvo, de sienes salpicadas de nieve y un sector de circunferencia, que es la boca exangue y proletaria, parte horizontalmente el rostro mal afeitado. Al traves de los cristales se ven dos o tres taxis en primer plano. Un torrente de vehiculos se desliza sobre el asfalto humedo. En el atrio de Saint-Germain des Pres una vieja vende castanas calientes, envuelta en un manto de plastico. El plastico es una de las invenciones mas desapacibles. Hasta una bella mujer, con abrigo y capucha de plastico, recuerda un talego de ropa sucia.

Los clasicos se complacian en describir, pues en su tiempo no existian las peliculas documentales, ni las revistas ilustradas, ni los carteles de propaganda, ni otros puntos de referencia. La descripcion de lugares y de personas le resta velocidad al relato. El lector deja de entender y pierde el hilo por quedarse observando a la vieja de las castanas enfundada en su abrigo de plastico, o la boca del camarero que recuerda un sector de circunferencia. Lo ideal seria no describir y fiarse en la memoria topografica y en la imaginacion fisonomica del lector. O podria apelarse a lo que ahora se llama 'medios audiovisuales para la difusion de la cultura y la lucha

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