– Una cosa me preocupa -continuo el padre de Pilar, cogiendo la cana y examinando el anzuelo-. ?De donde sacas el dinero?
La muchacha se callo.
– ?Del bolso de tu madre?
La muchacha nego con la cabeza, Matias se hacia el serio.
– ?O de mi monedero…?
La muchacha estaba algo aturdida. Por fin se mordio los labios y, viendo que la tocaba responder, dijo con gravedad:
– Jugamos a la Bolsa.
Matias quedo asombrado y apoyo en la pared la cana de pescar.
– ?A la Bolsa…? -Avanzo en direccion a Pilar-. A ver si me explicas eso…
Pilar junto las manos, palmeteando para rubricar su explicacion.
– ?Si, si! ?Es Ignacio, en el Banco! ?Juega a la Bolsa, y gana!
Matias enarco las cejas.
– Bueno… de acuerdo. Pero… ?que papel representas tu ahi?
Pilar se habia recobrado enteramente. Apretaba los dientes.
– Yo le di tres pesetas hace un mes.
– ?Ah! ?Y se han multiplicado…?
– De verdad, papa. Ignacio sabe mucho y gana siempre. Y me da lo que me corresponde…
Matias sonrio y aquello le perdio. Pilar habilmente, le empujo hacia el sillon, obligandole a sentarse y en el acto cayo sobre sus rodillas.
– Bueno… ?y cuanto llevais de ganancia…?
– Pues… yo unas seis pesetas cada semana.
Matias calculo ayudandose de los dedos.
– Desde luego… las cuentas salen.
– Mis amigas me acompanan. Pero ellas sacan el dinero guardandoselo de la merienda.
– ?Caray, caray…! -Matias le dio un beso.
– Y… ?que artista te gusta mas?
– No se… Todos.
– El que mas.
Pilar hizo un mohin, tirandose de la nariz para arriba.
– No se si le conoceras. Clark Gable.
Lo pronuncio en ingles, lo cual hizo estallar a Matias en una risotada.
– Bueno… ?y por que te gusta?
– Porque trabaja muy bien.
Por desgracia, se oyo el ruido de la cerradura. Era Carmen Elgazu Fue una lastima, porque padre e hija eran felices. Pilar se levanto y en voz baja rogo a su padre que desviara la conversacion. Pero Matias simulo no haberla oido y cuando su madre entraba en el pasillo pregunto:
– Oye… ?Y que pelicula te ha gustado mas?
Pilar, al oir aquello, tosio y se acerco a su madre para darle un beso.
– «Rey de Reyes» -grito, vocalizando-. «Rey de Reyes».
Carmen Elgazu, con los brazos de Pilar colgados a su cuello, dejo el bolso sobre la mesa y dijo:
– ?Ay, si, chica! Es una preciosidad. El ano proximo volveremos a verla.
Un dia en que Ignacio y Matias habian salido de paseo juntos, por el lado de San Gregorio, habian visto en la carretera un poste con un anuncio de neumaticos. La lluvia habia borrado la parte superior del texto y sacado a flote una palabra del anuncio que hubo anteriormente: la palabra «Catarros», con interrogante. Asi que ahora, leido de prisa, el poste ponia: «?Catarros…?» y debajo: «Neumaticos Michelin».
Les hizo tanta gracia y se rieron tanto que desde entonces bastaba que uno de ellos, levantando el indice, preguntara: «?Catarros…?» para que el otro soltara una carcajada y contestase: «Neumaticos Michelin». Carmen Elgazu estaba desesperada porque nunca habian querido explicarle el significado de las misteriosas palabras.
Esta era la pregunta que Matias hacia ahora a Ignacio, a las tantas de la noche, al entreabrir la puerta del cuarto del muchacho y verle estudiando. A veces ni siquiera decia: «?Catarros?» Con levantar el indice era suficiente.
Y es que faltaban quince dias para los examenes. David y Olga vivian integramente dedicados al muchacho y a sus tres companeros de curso. Clase de ocho a once si era necesario. Repasandolo todo, insistiendo, machacando. Era preciso aprobar. Vivian horas de extrema agitacion intelectual.
Ignacio tenia confianza. Se notaba bastante preparado. Si los catedraticos no le jugaban una mala pasada, la cual no era de esperar pues ya no iba a la Academia Cervantes, aprobaria. No era partidario de las pastillas contra el sueno, pero no tuvo mas remedio que apelar a ellas.
La vispera de los examenes le entro un gran desasosiego. Miedo repentino ante la magnitud de la carta que se jugaba. Volvio a pensar en ir a confesar… Pero le parecio indigno el trueque con Dios.
Habia tomado una costumbre: estudiaba sentado en la cama y haciendo bailotear en la diestra, o aprisionandola, la bombilla que se llevo como recuerdo del Seminario. La redondez del objeto le resultaba agradable al tacto, y a la medida exacta de la mano cerrada. 'A veces la levantaba y miraba a contraluz los hilos, todavia perfectamente enlazados. La vispera de los examenes se quedo dormido apretando la bombilla. Y algo doloroso seria el sueno porque, en una contraccion, la bombilla estallo en un ?plaf! terrible, que le desperto con los cabellos erizados. Al medio minuto la puerta se entreabrio.
– Nada, nada -dijo Ignacio, sonriendo-. «Neumaticos Michelin».
Al dia siguiente, Carmen Elgazu y Pilar fueron al Sagrado Corazon a oir misa y comulgar en favor de los propositos de Ignacio. Entre los rezos, la gestion de Julio Garcia cerca del catedratico Morales y la de mosen Alberto cerca de otros catedraticos, entre ellos el de Quimica, que le debian multiples favores, la cosa fue un exito rotundo.
Un dia entero ante los tribunales, sin salir del Instituto. Matias le llevo al mediodia unos bocadillos y unas pastas. Todas las asignaturas de un golpe.
A las seis de la tarde salio del local con las papeletas en la mano, ebrio de emocion. ?Aprobado! David y Olga le esperaban en la acera de enfrente, mordiendose las unas.
Al verle echaron a correr a su encuentro. ?Aprobado! Los dos maestros le abrazaron. Olga le dio un beso en la mejilla. Los tres companeros de curso, a pesar de la buhardilla, tambien aprobaron.
Ignacio temblaba de gozo. Miraba la papeleta y temblaba. No sabia que hacer.
– ?Anda, vete a tu casa a decirlo, no seas bobo!
Echo a correr aturdido. Y al doblar la primera esquina vio unas sombras que le detenian haciendo: ?Uh, uh…! Penso que eran masones, o La Torre de Babel. Eran Pilar, Nuri, Maria y Asuncion, que ya conocian el resultado…
– ?Tontas! Me habeis dado un susto.
Le escoltaron triunfalmente. Eran cuatro mujercitas. Cruzaron el puente de las Pescaderias y entraron en la Rambla. Ignacio reconocio en seguida en el balcon a Matias Alvear, paseandose de arriba abajo y fumando con disimulada impaciencia.
Pilar se adelanto. ?Papa, papa! ?Aprobado!, ?aprobado! El bigote siempre ameno de Matias tembleteo de arriba abajo. Sus plateadas sienes resplandecieron. Se paso la mano por la cabeza. Salio Carmen Elgazu al balcon con los ojos fuera de las orbitas, secandose las manos en la punta del delantal. ?Aprobado, aprobado! De no ser por miedo a los vecinos, el dialogo se hubiera desarrollado desde el balcon a la calle.
Ignacio se trago la escalera. La puerta del piso ya estaba abierta. Carmen Elgazu abrio sus brazos y obligo a su hijo dar dos o tres vueltas bailando. Matias agitaba en el aire una pluma estilografica.
Asuncion contemplaba a Ignacio pensando: «Me gusta mas que Clark Cable».
CAPITULO XVIII